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Un santo con los pies en la tierra

Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER

Desde el domingo 23 de octubre del 2005 la Iglesia Católica chilena tiene otro santo: San Alberto Hurtado. Fue canonizado por el Papa Benedicto XVI.

Infancia de Luis Alberto Hurtado Cruchaga

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, el 22 de enero de 1901, en el seno de una familia aristocrática empobrecida. Vivió sus primeros años en el campo, en un fundo de Casablanca. Tenía cuatro años de edad, cuando falleció su padre, Alberto Larraín. Su madre, Anita Cruchaga, quedó sola, sin dinero y con dos hijos pequeños Alberto y Miguel, su hermano menor. Debieron mudarse a Santiago, a donde unos tíos.

Desde niño Alberto mostró gran generosidad, una profunda solidaridad. Visitaba y ayudaba a los más necesitados.
Gracias a una beca, pudo estudiar en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús. Era un buen estudiante, aunque no sobresaliente. En ese establecimiento conoció en 1915 al padre Fernando Vives Solar, su profesor de historia, sacerdote jesuita, que ejerció gran influencia en él.

En 1918 comenzó a estudiar Leyes en la Universidad Católica. Se recibió como abogado en 1923. Ese mismo año, habiendo asegurado la situación económica de su madre, pudo realizar lo que anhelaba desde muy joven: ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán.

Salió al extranjero. Viajó a España. En Barcelona estudió Filosofía, de 1927 a 1931. Luego se dirigió a Bélgica. En la Universidad de Lovaina estudió Teología, entre 1931 y 1935, obteniendo también el doctorado en Psicología y Pedagogía.

Fue igualmente en Bélgica, donde recibió la Ordenación como sacerdote el 24 de agosto de 1933.

Retorna a Chile en 1936

“Al terminar sus estudios -se señala en una página de la Iglesia Católica- después de pasar por numerosos países, empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón”.

Era enero de 1936. Gobernaba en su segunda administración, Arturo Alessandri Palma. Chile era un país agitado. La gente de izquierda iniciaba conversaciones, que culminarían el 26 de marzo con la constitución del Frente Popular.

También había inquietud en las filas católicas. Sólo dos meses antes, el 12 de octubre de 1935, había tenido lugar una Convención Nacional la Juventud Conservadora. En ella, jóvenes afines a las línea social cristiana, se distanciaron del Partido Conservador y crearon la Falange Nacional. Entre sus fundadores estaban el doctor Eduardo Cruz-Coke Lassabe, Héctor Rodríguez de la Sota, Eduardo Frei Montalva, Horacio Walker Martínez, Bernardo Leighton Guzmán, Ricardo Boizard Bastidas, Radomiro Tomic Romero y Manuel Blanco Valverde.

Al parecer, el Padre Hurtado no se dio por enterado de ello. Estaba dedicado a hacer clases de religión en el Colegio San Ignacio. Donde hubo preocupación fue en la jerarquía de la Iglesia. Dos obispos, Augusto Salinas y Gilberto Fuenzalida, escribieron al Vaticano solicitando que se sancionara a la Falange, porque -en su opinión- los católicos chilenos sólo debían votar por el Partido Conservador. El Vaticano respondió que no. La nota enviada desde Roma estaba firmada por el Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII.

¿Es Chile un país católico?

Con este título escribió el Padre Hurtado un libro publicado por Editorial Splendor, de Santiago. Tenía 186 páginas, que causaron polémica e indignación en las clases dominantes. Apareció en 1941, con prólogo del obispo monseñor Augusto Salinas, el mismo que había escrito al Vaticano pidiendo las penas del infierno para la Falange Nacional.

Por entonces, había triunfado el Frente Popular en las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 1938 y el 24 de diciembre de ese año se inició el progresista gobierno de Pedro Aguirre Cerda. En la campaña electoral, los partidos Conservador, Liberal y Demócrata levantaron la candidatura del reaccionario Gustavo Ross Santa María, llamado “el último pirata del Pacífico”. En cambio, la Falange Nacional había adherido al abanderado del Frente Popular.
En su obra “¿Es Chile un país católico?”, el padre Hurtado hizo una larga introducción refiriéndose a la situación del catolicismo en el mundo. Habló de sus retrocesos y también de sus avances.
Tenía un marcado anticomunismo. Escribió: “Las doctrinas de Marx han recibido innumerables adherentes durante el último siglo” (Página 20), pero agrega más adelante: “El pueblo está más cerca de volver a Cristo después de haberse desengañado del ideal comunista”. (Página 22)

Arremetió contra los intelectuales progresistas: “Bernard Shaw, Herbert Wells y Bertrand Russel, tres formidables enemigos del Cristianismo, han moldeado el alma de los ingleses más que todos los eclesiásticos juntos” (Página 25)

“Las miserias de nuestro pueblo”

Así tituló el Padre Hurtado el primer capítulo dedicado a Chile. En él afirmó: “El más aparente de nuestros problemas es el de la miseria de nuestro pueblo, que tiene como primera causa la falta de educación, más otros factores de orden moral y económico”. Agregando: “No podemos en Chile obtener reforma alguna sin dar antes solución al problema de la ignorancia y falta de educación de nuestro pueblo. Graves son los problemas de salario, los problemas políticos, la lucha de clases tan apasionada durante estos últimos años, pero todos ellos encierran la más profunda de sus raíces en la falta de una verdadera cultura de nuestro pueblo”. (Página 51).

Luis Alberto Hurtado
Luis Emilio Recabarren

Interesante. Se puede marcar un paralelo entre el pensamiento de Luis Emilio Recabarren y el del jesuita. Ambos plantearon la necesidad de educar a los trabajadores. Recabarren para crear en ellos conciencia de clase y transformarlos en una fuerza capaz de producir el cambio del capitalismo por una sociedad mejor. El padre Hurtado, para capacitarlos a resolver sus problemas más urgentes, pero dentro del régimen de explotación del hombre por el hombre. El padre Hurtado repetía insistentemente: “Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado”.

Resulta también de enorme interés que el sacerdote reconozca la existencia de la lucha de clases, concepto que hasta hoy niegan no sólo las clases dominantes, sino que incluso algunos que se autodefinen como “izquierdistas”.

Pobres y ricos

En el capítulo “El problema económico del pobre”, escribió: “La miseria en que vive nuestro pueblo es grande. Los salarios no bastan para llenar en muchas industrias y zonas agrícolas las necesidades de un individuo, menos de una familia, en forma humana” (Página 62). Señaló que no le alcanza para alimentarse, menos para vestuario, medicinas y de las entretenciones ni hablar.
Comparó esta existencia miserable con la vida de los ricos, afirmando: “Con lo que gastan las mujeres en cosméticos y los hombres en licor ¡cuántos pobres podrían vivir! Agregaba: “Los patrones católicos ojalá fueran los primeros en preocuparse del problema del salario… Esta es una obligación primordial de su fe” (Página 66)

Observaba con preocupación “que la masa obrera de nuestras ciudades han engrosado en su inmensa mayoría las filas del marxismo, que no puede llevarla sino a experiencias más dolorosas que las pasadas si logra realizarse”. (Página 74)

Educador de juventudes

En ese mismo año 1941 fue nombrado Asesor Arquidiocesano de la Juventud. Sus especiales características hicieron del padre Hurtado un influyente modelo para los jóvenes de su época. Escribió varios libros dedicados a ellos. Realizó múltiples actividades con la juventud: retiros, charlas, clases, organizaciones, desfiles, antorchas. Estos métodos, antes no usados por la Iglesia, resultaron muy atractivos a los jóvenes. Los remecieron, entusiasmaron y convencieron.

Escribía: “Joven que lees estas líneas, si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria”.

En 1942 fue designado asesor nacional de la Juventud. Ahora debía recorrer todo el país, ganando a la joven generación.

Pero las clases dominantes estaban en contra del padre Hurtado. Lo acusaban de injerencia en lo político, de ideas avanzadas en lo social. A ello se unió las fuertes divergencias que habían surgido con sus superiores, algunos de los cuales argumentaban que no obedecía a la jerarquía. Ello obligó al educador juvenil a abandonar esa hermosa obra suya. Fue en diciembre de 1942.

También con los trabajadores

Ya en su primer libro mostró su enorme preocupación por las condiciones de vida de los obreros. Insistía que la sindicalización de los trabajadores era el principal medio para mejorar su calidad de vida, superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano.

El entonces sacerdote José Manuel Santos Ascarza, después Arzobispo Emérito de Concepción, recordaba refiriéndose a los objetivos de la labor sindical del padre Hurtado: “Lo que a él más le preocupaba era que las organizaciones laborales estaban en manos ajenas y empezó a trabajar para formar una Asociación sindical chilena. ‘Manos ajenas’ eran, para el padre Hurtado, aquellas no cristianas y que algunas veces usaban el movimiento sindical con otros fines, ajenos a los trabajadores”.

El 13 de junio de 1947, el padre Hurtado fundó la Acción Sindical Chilena, ASICH. Hay quienes opinan que ésta, más que una central sindical, era un instituto de estudio, desde donde se trabajaba para influir en el movimiento sindical.

Otro cristiano, que también encontró un cauce orientador de su sensibilidad social en el jesuita Fernando Vives Solar, fue Clotario Blest, quien siguió otro camino al del padre Hurtado. Entre ellos no hubo buenas relaciones.

Mónica Echeverría relata en su libro “Antihistoria de un luchador”, que hacia 1950 Clotario Blest, luego de regresar de un viaje a la Unión Soviética, fue invitado por la ASICH para dar una conferencia. Al llegar al local, acompañado por jóvenes comunistas, vio sentados en primera fila a rusos blancos, antisoviéticos. Don Clotario dijo “yo no he venido a polemizar” y se retiró. Días después, el periódico Tribuna Sindical, órgano de la ASICH, denunció a Clotario Blest como “un agente del comunismo”.

Juan Imilán Paisil, último presidente de ASICH (1970-1971) opinó que “hoy el Padre Hurtado nos pediría a todos los trabajadores ser más conscientes y responsables, valorizar la solidaridad… Construir lazos de unidad para trabajar juntos, buscando caminos de consenso.”

No subestimar su labor social

El Padre Hurtado dio gran importancia a la lucha ideológica. Por ello fundó el 1º de octubre de 1951 la revista Mensaje.

En la Revista Universitaria Nº 78 (diciembre 2002- febrero 2003), de la Universidad Católica, se escribe:

“A veces sucede que el peso de la historiografía puede adquirir tal volumen que el contacto con las fuentes del pasado se debilita hasta perderse. Esto sucede con frecuencia con los temas que se relacionan con una suerte de uso público de la historia, los que se convierten en argumentos de actualidad y de información para los medios. La figura del jesuita Alberto Hurtado ha adquirido estas características. Su atractiva imagen de activo apóstol de la acción social de la Iglesia Católica ha terminado por convertirse en un estereotipo, limitado a través de un rico anecdotario y de algunas de sus más visibles iniciativas, como sucede con el Hogar de Cristo… Se trata de una imagen que podríamos llamar ‘impresionista’.”

Es verdad. ¿Será causa de ello la molestia que creó su obra social en ciertos sectores de nuestra sociedad?

El padre Alberto Hurtado falleció en Santiago, el 18 de agosto de 1952. Fue beatificado por Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994. El 23 de octubre de 2005, al ser canonizado por Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro, su nombre fue inscrito en el catálogo de santos.

¿Cuál es el mejor homenaje que se le puede rendir?

Nuestra Gabriela Mistral escribió en la revista Mensaje de noviembre de 1952:

“Y alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo o de pluma de Silesia sobre la sepultura de este dormido, que tal vez será un desvelado o un afligido, mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente. Démosle al Padre Hurtado un dormir sin sobresalto y una memoria sin angustia de la chilenidad, criatura suya y ansiedad suya todavía”.

Más sobre las llamadas Fiestas Patrias

Dos condimentos del mito: más sobre las llamadas Fiestas Patrias

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Al mito del “18” se agregan dos infundios más: el Tedeum de la Iglesia Católica y la Parada Militar.

El Tedeum de Fiestas Patrias

Cada 18 de septiembre se celebra el Tedeum (palabra que significa “cántico para dar las gracias a Dios”) organizado por la Iglesia Católica, para dar gracias a Dios por la emancipación de Chile del sistema colonial español.

¿Tiene moral esta institución para dar gracias en esta fecha en que se celebraría –según los mitómanos- el nacimiento de nuestra Patria independiente?

No. No la tiene. Porque la Iglesia Católica fue enemiga jurada de la Independencia de las colonias españolas de América.

Dos Papas condenaron la lucha emancipadora

La Iglesia lanzó dos encíclicas condenando a los patriotas. Aprovechó su influencia, para intervenir una vez más en política.

Una de esas encíclicas, suscrita por el Papa Pío VII, con fecha 30 de septiembre de 1816, llamó al clero de América a “no perdonar esfuerzo para desarraigar y destruir completamente la cizaña de alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países… Fácilmente lograréis tan santo objeto, si cada uno de vosotros demuestra a sus ovejas, con todo el celo que puedan, los terribles y gravísimos perjuicios de la rebelión, si presentan las singulares virtudes de nuestro carísimo en Jesucristo, Fernando, vuestro rey católico.”

Papa Pío VII
Papa León XII

La otra encíclica tiene por fecha el 24 de septiembre de 1824 y estaba firmada por el Papa León XII. Se refería a los gobiernos patriotas como “Juntas que se veían salir, a la manera de langostas devastadoras de un tenebroso pozo, que se concentraban en ellas, como en una inmunda sentina, cuanto hay y ha habido de más sacrílego y blasfemo en todas las sectas heréticas”.

En Chile, la inmensa mayoría del clero estuvo contra la independencia

En Chile, de los 500 miembros del clero secular, los sacerdotes patriotas no pasaban de 70. O sea, más del 80% del clero estuvo contra la Independencia y muchos curas reaccionarios empuñaron las armas al lado de las tropas realistas.

Pero en esa minoría que tomó la bandera emancipadora hubo patriotas ilustres como Camilo Henríquez, José Ignacio Cienfuegos, Juan Javier de Guzmán, Antonio Orihuela, Fray Rosauro Acuña.

¡Que no venga la Iglesia católica hoy a adorar lo que quemó ayer!

Una negra historia política de la jerarquía católica

La jerarquía católica chilena ha estado involucrada en una serie de episodios contra el pueblo, siempre unida a los sectores más reaccionarios. Veamos algunos ejemplos de ello.

El 28 de enero de 1824, junto a la oligarquía participó en el derrocamiento del Gobierno de Bernardo O’Higgins, el más preclaro prócer de la Independencia de Chile.

En 1891, estuvo en el bando de los contrarrevolucionarios que, pagado con libras esterlinas del imperialismo británico, se levantó y derrocó al gobierno democrático y patriótico de José Manuel Balmaceda.

El 20 de agosto de 1949, el Arzobispado de Santiago emitió una Carta Pastoral justificando la represión desatada por el Gobierno de Gabriel González Videla contra los manifestantes que participaron en la llamada “huelga de la chaucha”.

En ese documento, suscrito por el arzobispo José María Caro, se decía: “Sin desconocer la angustia económica, que tantos sacrificios impone a todos los ciudadanos…es necesario que veamos con toda claridad un mal mucho mayor, que se cierne sobre todo el país, sobre el bienestar de sus ciudadanos, sobre la mantención de sus libertades, sobre la existencia misma del Estado y sobre la misión sagrada de la Iglesia, cual es el asalto de las fuerzas comunistas” (“El Mercurio, 21 de agosto de 1949, página 25).

Hacia 1962 ya se había iniciado la campaña presidencial que culminaría el 4 de septiembre de 1964. Ya habían salido a la palestra tres candidatos: Eduardo Frei Montalva, Julio Durán y Salvador Allende. En Washington, el Presidente John Kennedy “había decidido en 1962 que era de interés nacional de seguridad norteamericana que resultara elegido como Presidente chileno en 1964 el candidato democratacristiano Eduardo Frei”. (El Mercurio, edición internacional, de 26 de diciembre de 1976 a 1º de enero de 1967, página 7).
Coincidiendo con esa declaración, toda la jerarquía de la Iglesia Católica chilena, emitió, con fecha 18 de septiembre de 1962, una larga Carta Pastoral, en que sostenía: “Del triunfo del comunismo en Chile, la Iglesia y todos sus hijos, no pueden esperar sino persecución, lágrimas y sangre” (“El Diario Ilustrado”, domingo 23 de septiembre de 1962, página 11).

Luminosas excepciones

No sería justo ignorar unas excepciones –que justifican la regla- en que la Jerarquía eclesiástica (aunque no toda ella) tuvo una actitud progresista. Citaremos dos casos.
El 25 de octubre de 1938 triunfó por breve margen de votos el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda. Los partidarios del derrotado Gustavo Ross Santa María intentaron desconocer la victoria de la Izquierda. En ese momento el Cardenal José María Caro reconoció los resultados de las urnas, lo que puso fin a la intentona derechista.

Durante el Gobierno Popular de Salvador Allende, el cardenal Raúl Silva Henríquez tuvo una posición muy positiva. Y, como él mismo lo reconociera, el único problema que tuvo con el Gobierno fue a raíz de ENU.

Por otra parte, fue mundialmente reconocida la inmensa labor en defensa de los derechos humanos del Arzobispado de Santiago, encabezado por el cardenal Raúl Silva Henríquez, aunque ello no fue una actitud de toda la jerarquía de la Iglesia chilena.

La Parada Militar del 19 de septiembre

Le llaman el Día de las Glorias del Ejército de Chile. Es uno de los actos para conmemorar el mitológico “18”.

A las Fuerzas Armadas actuales se les pretende comparar con los combatientes por la Independencia de Chile.

O’Higgins pensó en la necesidad de formar un ejército nacional sin relación alguna con el del rey español. Por ello fundó la Escuela Militar.

Pero ese ejército fue reemplazado por otro que no siempre ha sido fiel heredero del más grande prócer de la lucha emancipadora. Las más de las veces, ha sido utilizado contra el pueblo, quien le ha entregado las armas para defender la patria.

Veinte masacres perpetradas en el siglo XX por el Ejército, más el genocidio durante la Dictadura

Los “valientes soldados” masacraron a un pueblo inerme.

En el Gobierno de Germán Riesco (1901 – 1906)

1) 12 de mayo de 1903: contra obreros portuarios de Valparaíso, por soldados del Ejército, policía y “guardias blancas”. 30 muertos, 600 heridos.

2) 1903: Contra obreros del carbón en Coronel por efectivos del Regimiento Chacabuco. 3 asesinados; 2 heridos.

3) 17 de septiembre 1904: Contra pampinos en oficina salitrera Chile, en huelga. Piquete de Húsares de la Muerte. 13 muertos y 32 heridos.

4) 24 de octubre de 1905: Contra manifestantes en Santiago en protesta contra impuesto a carne argentina, por soldados del Ejército. 70 muertos, 300 heridos y 530 detenidos.

5) 6 de febrero de 1906: Contra huelguistas en la Plaza Colón de Antofagasta, 10 muertos, numerosos heridos. Perpetrada por soldados del Regimiento Esmeralda, Séptimo de Línea, de Antofagasta.

En el Gobierno de Pedro Montt (1906 – 1910)

6) 21 de diciembre de 1907: Contra pampinos en la Escuela Santa María de Iquique por soldados del Ejército, marinos de la Escuadra de Guerra y “guardias blancas”. Más de 2.000 muertos, muchos heridos.

En el Gobierno de Juan Luis Sanfuentes (1915- 1920)

7) 1917: Contra mujeres que solidarizan con ferroviarios en “huelga del tarro”, en Antofagasta, por soldados del Ejército. Varias mujeres muertas y heridas.

8) 23 de enero de 1919: Contra obreros de Puerto Natales, por militares y policía. 6 muertos

9) 27 de julio de 1920: Contra trabajadores de Punta Arenas: asalto e incendio de sede de Federación Obrera de Magallanes, por soldados, policías y “guardias blancas”. Alrededor de 30 asesinados en asalto y posterior terror.

10) Noviembre de 1920: Contra mineros del carbón en huelga en Lota por soldados. Un muerto, cuatro heridos.

En el Primer gobierno de Arturo Alessandri Palma (1920- 1925)

11) 3 de febrero de 1921: contra pampinos en Oficina San Gregorio, por soldados Regimiento Esmeralda y policía. 100 muertos, numerosos heridos.

12) Abril de 1921: contra mineros del carbón en Curanilahue por soldados. Varios asesinados y heridos.

13) 23 de noviembre 1921: contra comité de cesantes de la FOCH que marchan solidarizando con campesinos, en el Zanjón de la Aguada, por soldados. 1 muerto, varios heridos.

14) 1921: contra huelguistas de la Compañía Chilena de Tabaco, en Valparaíso por efectivos del Ejército. Un muerto y 60 heridos.

15) 25 de mayo de 1922: contra cesantes y sus familiares al pie del monumento de Bernardo O’Higgins en la Alameda, Santiago, por efectivos del Ejército. Varios muertos y heridos

16) 4 de junio de 1925: contra pampinos en oficina salitrera de La Coruña, por efectivos del Ejército, que emplean cañones en esa oficina, luego el “palomeo” de obreros y el lanzarlos al fondo del mar. Más de 2 mil asesinados. Decenas de heridos.

En el Gobierno de Gabriel González Videla (1946 – 1952)

17) 16-20 agosto de 1949 contra manifestantes, obreros y estudiantes, en calles de Santiago, por carabineros y soldados del Ejército. 4 muertos y numerosos heridos a bala.

En el Segundo Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952 – 1958)

18) 2 de abril de 1957: Contra manifestantes en calles de la capital, por efectivos del Ejército. 20 muertos; varios heridos.

En el Gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez (1958 – 1964)

19) 19 de noviembre 1962: Contra pobladores de la población José María Caro por soldados de la Aviación. 6 muertos, 30 heridos, 200 detenidos.

Gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964 – 1970)

20) 11 de marzo 1966: Contra obreros del mineral de cobre de El Salvador en huelga solidaria, por soldados del Ejército. 8 asesinados (2 mujeres y 6 obreros) y 60 heridos.

A partir de los años 30 se nota una disminución de las masacres, no es que éstas hayan disminuido, sino que el Cuerpo de Carabineros pasó, en muchas ocasiones, a reemplazar al Ejército en sus labores represivas.

Durante la Dictadura Fascista (1973-1990)

En este período, las fuerzas armadas llevaron a cabo un verdadero genocidio contra el pueblo de Chile, empleando un cruel terrorismo de Estado.

Hubo miles de víctimas: detenidos, prisioneros, relegados, desaparecidos, fusilados, degollados, torturados, exiliados, exonerados.

Falsificadores de la historia

Una de las características del fascismo, es falsificar la historia. El pinochetismo no fue una excepción. El dictador y sus cómplices pretendieron aparecer como los herederos de Bernardo O’Higgins.

El 11 de diciembre de 1973, en una ceremonia en la Escuela Militar los cuatro miembros de la Junta Militar fueron distinguidos con las insignias de la Orden O’Higginiana. En la ocasión, Pinochet dijo refiriéndose a esa condecoración: “Para mí y para los otros tres integrantes de la Junta, ella implica el simbolismo de encarnar los principios a los que el capitán general don Bernardo O’Higgins consagrara por entero su vida y sus actos”.
El 20 de agosto de 1975, Pinochet llegó al extremo de firmar en la ciudad de San Bernardo un decreto-ley otorgando a O’Higgins el título de “Libertador de Chile”.

El 20 de agosto de 1982 en un discurso pronunciado en Chillán se comparó con el prócer: “Aquel debió enfrentarse con la fronda aristocrática y yo con la fronda política. Ambos, con un clero dividido y el extremismo, bandidaje antes, terrorismo ahora”.

Los “valientes” soldados asesinando a civiles inermes

Los fascistas chilenos conciben el Ejército como heredero de las tropas realistas. El general Herman Brady, ministro de Defensa de la dictadura, en un acto en homenaje a Pinochet, efectuado el 23 de agosto de 1976, sostuvo que “desde la época de la Colonia el Ejército de Chile ha sido la piedra angular para formar historia, formar tradición, formar hombría y mantener inalterable la institucionalidad de este Chile que tanto queremos”.

Genocidas y mentirosos

Las Fuerzas Armadas mantienen desde los tiempos de Pinochet la misma doctrina de la seguridad nacional, que pasó a ser la base de la ideología de la dictadura, fundada en el rol tutelar de las fuerzas armadas, que asumieron el papel de garantes de la institucionalidad.

Esta doctrina, aprendida en las escuelas estadounidenses, utiliza el concepto de la guerra interna subversiva, de las “fronteras ideológicas”, que ubica al enemigo principal al interior del país, el “comunismo”, término con que denomina al movimiento obrero, o sea, a los trabajadores con conciencia de clase, a sus organizaciones políticas y sindicales.

Las FF AA, en base a un pacto de silencio, se han negado a entregar datos sobre los detenidos desaparecidos y cuando han entregado algunos, como ocurrió en la Mesa de Diálogo en 1999, han resultado falsos.

Así de gloriosas son las Fuerzas Armadas que se lucen en la Parada Militar cada 19 de septiembre, siendo uno de los rituales del gran mito del “18”. De la gran estafa de la soberbia y mentirosa oligarquía y de sus historiadores.

Descarados los Ex Comandantes

En vísperas de la 44ª conmemoración del golpe fascista, un grupo de antiguos jefes de las ramas militares y de la policía uniformada, envió una carta a El Mercurio donde cuestionan los procesos judiciales contra represores, reivindican ser los únicos que han reconocido responsabilidades por los hechos del pasado, y victimizan a quienes están presos por casos de detenidos desaparecidos, ejecutados políticos y torturas.

Sostienen que: “Consideramos grave que al único sector que ha asumido sus culpas en el ayer se lo discrimine tan abiertamente”, defendiendo a sus antiguos colegas procesados y encarcelados.

Agregan que quienes respaldaron al Gobierno Constitucional de Salvador Allende y se opusieron al régimen militar, no han “respondido por sus propias culpas”, en una tácita advertencia de que deberían pagar por ellas. Agregan que “los otros actores, activos y pasivos, en la tragedia de antaño, disfrutan de un Chile donde para ellos están todos los caminos y espacios abiertos”.

La carta fue firmada, después de analizarla y consensuarla, por comandantes en jefe del Ejército: Óscar Izurieta y Juan Miguel Fuente-Alba; los ex comandantes en jefe de la Armada: Jorge Arancibia, Miguel Vergara, Rodolfo Codina, Edmundo González y Enrique Larrañaga. Los ex comandantes en jefe de la Fuerza Aérea: Fernando Rojas, Patricio Ríos, Osvaldo Sarabia, Ricardo Ortega y Jorge Rojas y los ex generales en directores de Carabineros: Fernando Cordero, Eduardo Gordon y Gustavo González.

Critican a la justicia, la apertura de nuevos procesos, el anunciado cierre de Punta Peuco. Los criminales, culpables materiales del genocidio que se perpetró contra el pueblo chileno, pretenden salir libres de polvo y paja. Ellos, los que se han negado a entregar antecedentes sobre los cientos de casos de detenidos desaparecidos, los que no han mostrado la más mínima señal de arrepentimiento. Es la soberbia de los fascistas.

Y ES UNA AMENAZA SOTERRADA
Frente a este episodio, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Lorena Pizarro, indicó que la carta de los ex jefes de las FFAA y Carabineros “en pocas palabras es una amenaza soterrada a la democracia, porque ante la cobardía, la felonía y la sedición les gritamos en su cara verdad y justicia”.

Añadió que “por eso es tan grave y peligroso lo que hoy día ha hecho esa tropa de cobardes sediciosos en esa carta en su pasquín de difusión que es el diario El Mercurio, por eso es tan peligroso y esperamos, exigimos y demandamos un pronunciamiento”.

Luis Emilio Recabarren: “Hemos sido, somos y seremos siempre antimilitaristas”.