Archivos de etiquetas: alberto hurtado

Un santo con los pies en la tierra

Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER

Desde el domingo 23 de octubre del 2005 la Iglesia Católica chilena tiene otro santo: San Alberto Hurtado. Fue canonizado por el Papa Benedicto XVI.

Infancia de Luis Alberto Hurtado Cruchaga

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, el 22 de enero de 1901, en el seno de una familia aristocrática empobrecida. Vivió sus primeros años en el campo, en un fundo de Casablanca. Tenía cuatro años de edad, cuando falleció su padre, Alberto Larraín. Su madre, Anita Cruchaga, quedó sola, sin dinero y con dos hijos pequeños Alberto y Miguel, su hermano menor. Debieron mudarse a Santiago, a donde unos tíos.

Desde niño Alberto mostró gran generosidad, una profunda solidaridad. Visitaba y ayudaba a los más necesitados.
Gracias a una beca, pudo estudiar en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús. Era un buen estudiante, aunque no sobresaliente. En ese establecimiento conoció en 1915 al padre Fernando Vives Solar, su profesor de historia, sacerdote jesuita, que ejerció gran influencia en él.

En 1918 comenzó a estudiar Leyes en la Universidad Católica. Se recibió como abogado en 1923. Ese mismo año, habiendo asegurado la situación económica de su madre, pudo realizar lo que anhelaba desde muy joven: ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán.

Salió al extranjero. Viajó a España. En Barcelona estudió Filosofía, de 1927 a 1931. Luego se dirigió a Bélgica. En la Universidad de Lovaina estudió Teología, entre 1931 y 1935, obteniendo también el doctorado en Psicología y Pedagogía.

Fue igualmente en Bélgica, donde recibió la Ordenación como sacerdote el 24 de agosto de 1933.

Retorna a Chile en 1936

“Al terminar sus estudios -se señala en una página de la Iglesia Católica- después de pasar por numerosos países, empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón”.

Era enero de 1936. Gobernaba en su segunda administración, Arturo Alessandri Palma. Chile era un país agitado. La gente de izquierda iniciaba conversaciones, que culminarían el 26 de marzo con la constitución del Frente Popular.

También había inquietud en las filas católicas. Sólo dos meses antes, el 12 de octubre de 1935, había tenido lugar una Convención Nacional la Juventud Conservadora. En ella, jóvenes afines a las línea social cristiana, se distanciaron del Partido Conservador y crearon la Falange Nacional. Entre sus fundadores estaban el doctor Eduardo Cruz-Coke Lassabe, Héctor Rodríguez de la Sota, Eduardo Frei Montalva, Horacio Walker Martínez, Bernardo Leighton Guzmán, Ricardo Boizard Bastidas, Radomiro Tomic Romero y Manuel Blanco Valverde.

Al parecer, el Padre Hurtado no se dio por enterado de ello. Estaba dedicado a hacer clases de religión en el Colegio San Ignacio. Donde hubo preocupación fue en la jerarquía de la Iglesia. Dos obispos, Augusto Salinas y Gilberto Fuenzalida, escribieron al Vaticano solicitando que se sancionara a la Falange, porque -en su opinión- los católicos chilenos sólo debían votar por el Partido Conservador. El Vaticano respondió que no. La nota enviada desde Roma estaba firmada por el Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII.

¿Es Chile un país católico?

Con este título escribió el Padre Hurtado un libro publicado por Editorial Splendor, de Santiago. Tenía 186 páginas, que causaron polémica e indignación en las clases dominantes. Apareció en 1941, con prólogo del obispo monseñor Augusto Salinas, el mismo que había escrito al Vaticano pidiendo las penas del infierno para la Falange Nacional.

Por entonces, había triunfado el Frente Popular en las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 1938 y el 24 de diciembre de ese año se inició el progresista gobierno de Pedro Aguirre Cerda. En la campaña electoral, los partidos Conservador, Liberal y Demócrata levantaron la candidatura del reaccionario Gustavo Ross Santa María, llamado “el último pirata del Pacífico”. En cambio, la Falange Nacional había adherido al abanderado del Frente Popular.
En su obra “¿Es Chile un país católico?”, el padre Hurtado hizo una larga introducción refiriéndose a la situación del catolicismo en el mundo. Habló de sus retrocesos y también de sus avances.
Tenía un marcado anticomunismo. Escribió: “Las doctrinas de Marx han recibido innumerables adherentes durante el último siglo” (Página 20), pero agrega más adelante: “El pueblo está más cerca de volver a Cristo después de haberse desengañado del ideal comunista”. (Página 22)

Arremetió contra los intelectuales progresistas: “Bernard Shaw, Herbert Wells y Bertrand Russel, tres formidables enemigos del Cristianismo, han moldeado el alma de los ingleses más que todos los eclesiásticos juntos” (Página 25)

“Las miserias de nuestro pueblo”

Así tituló el Padre Hurtado el primer capítulo dedicado a Chile. En él afirmó: “El más aparente de nuestros problemas es el de la miseria de nuestro pueblo, que tiene como primera causa la falta de educación, más otros factores de orden moral y económico”. Agregando: “No podemos en Chile obtener reforma alguna sin dar antes solución al problema de la ignorancia y falta de educación de nuestro pueblo. Graves son los problemas de salario, los problemas políticos, la lucha de clases tan apasionada durante estos últimos años, pero todos ellos encierran la más profunda de sus raíces en la falta de una verdadera cultura de nuestro pueblo”. (Página 51).

Luis Alberto Hurtado
Luis Emilio Recabarren

Interesante. Se puede marcar un paralelo entre el pensamiento de Luis Emilio Recabarren y el del jesuita. Ambos plantearon la necesidad de educar a los trabajadores. Recabarren para crear en ellos conciencia de clase y transformarlos en una fuerza capaz de producir el cambio del capitalismo por una sociedad mejor. El padre Hurtado, para capacitarlos a resolver sus problemas más urgentes, pero dentro del régimen de explotación del hombre por el hombre. El padre Hurtado repetía insistentemente: “Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado”.

Resulta también de enorme interés que el sacerdote reconozca la existencia de la lucha de clases, concepto que hasta hoy niegan no sólo las clases dominantes, sino que incluso algunos que se autodefinen como “izquierdistas”.

Pobres y ricos

En el capítulo “El problema económico del pobre”, escribió: “La miseria en que vive nuestro pueblo es grande. Los salarios no bastan para llenar en muchas industrias y zonas agrícolas las necesidades de un individuo, menos de una familia, en forma humana” (Página 62). Señaló que no le alcanza para alimentarse, menos para vestuario, medicinas y de las entretenciones ni hablar.
Comparó esta existencia miserable con la vida de los ricos, afirmando: “Con lo que gastan las mujeres en cosméticos y los hombres en licor ¡cuántos pobres podrían vivir! Agregaba: “Los patrones católicos ojalá fueran los primeros en preocuparse del problema del salario… Esta es una obligación primordial de su fe” (Página 66)

Observaba con preocupación “que la masa obrera de nuestras ciudades han engrosado en su inmensa mayoría las filas del marxismo, que no puede llevarla sino a experiencias más dolorosas que las pasadas si logra realizarse”. (Página 74)

Educador de juventudes

En ese mismo año 1941 fue nombrado Asesor Arquidiocesano de la Juventud. Sus especiales características hicieron del padre Hurtado un influyente modelo para los jóvenes de su época. Escribió varios libros dedicados a ellos. Realizó múltiples actividades con la juventud: retiros, charlas, clases, organizaciones, desfiles, antorchas. Estos métodos, antes no usados por la Iglesia, resultaron muy atractivos a los jóvenes. Los remecieron, entusiasmaron y convencieron.

Escribía: “Joven que lees estas líneas, si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria”.

En 1942 fue designado asesor nacional de la Juventud. Ahora debía recorrer todo el país, ganando a la joven generación.

Pero las clases dominantes estaban en contra del padre Hurtado. Lo acusaban de injerencia en lo político, de ideas avanzadas en lo social. A ello se unió las fuertes divergencias que habían surgido con sus superiores, algunos de los cuales argumentaban que no obedecía a la jerarquía. Ello obligó al educador juvenil a abandonar esa hermosa obra suya. Fue en diciembre de 1942.

También con los trabajadores

Ya en su primer libro mostró su enorme preocupación por las condiciones de vida de los obreros. Insistía que la sindicalización de los trabajadores era el principal medio para mejorar su calidad de vida, superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano.

El entonces sacerdote José Manuel Santos Ascarza, después Arzobispo Emérito de Concepción, recordaba refiriéndose a los objetivos de la labor sindical del padre Hurtado: “Lo que a él más le preocupaba era que las organizaciones laborales estaban en manos ajenas y empezó a trabajar para formar una Asociación sindical chilena. ‘Manos ajenas’ eran, para el padre Hurtado, aquellas no cristianas y que algunas veces usaban el movimiento sindical con otros fines, ajenos a los trabajadores”.

El 13 de junio de 1947, el padre Hurtado fundó la Acción Sindical Chilena, ASICH. Hay quienes opinan que ésta, más que una central sindical, era un instituto de estudio, desde donde se trabajaba para influir en el movimiento sindical.

Otro cristiano, que también encontró un cauce orientador de su sensibilidad social en el jesuita Fernando Vives Solar, fue Clotario Blest, quien siguió otro camino al del padre Hurtado. Entre ellos no hubo buenas relaciones.

Mónica Echeverría relata en su libro “Antihistoria de un luchador”, que hacia 1950 Clotario Blest, luego de regresar de un viaje a la Unión Soviética, fue invitado por la ASICH para dar una conferencia. Al llegar al local, acompañado por jóvenes comunistas, vio sentados en primera fila a rusos blancos, antisoviéticos. Don Clotario dijo “yo no he venido a polemizar” y se retiró. Días después, el periódico Tribuna Sindical, órgano de la ASICH, denunció a Clotario Blest como “un agente del comunismo”.

Juan Imilán Paisil, último presidente de ASICH (1970-1971) opinó que “hoy el Padre Hurtado nos pediría a todos los trabajadores ser más conscientes y responsables, valorizar la solidaridad… Construir lazos de unidad para trabajar juntos, buscando caminos de consenso.”

No subestimar su labor social

El Padre Hurtado dio gran importancia a la lucha ideológica. Por ello fundó el 1º de octubre de 1951 la revista Mensaje.

En la Revista Universitaria Nº 78 (diciembre 2002- febrero 2003), de la Universidad Católica, se escribe:

“A veces sucede que el peso de la historiografía puede adquirir tal volumen que el contacto con las fuentes del pasado se debilita hasta perderse. Esto sucede con frecuencia con los temas que se relacionan con una suerte de uso público de la historia, los que se convierten en argumentos de actualidad y de información para los medios. La figura del jesuita Alberto Hurtado ha adquirido estas características. Su atractiva imagen de activo apóstol de la acción social de la Iglesia Católica ha terminado por convertirse en un estereotipo, limitado a través de un rico anecdotario y de algunas de sus más visibles iniciativas, como sucede con el Hogar de Cristo… Se trata de una imagen que podríamos llamar ‘impresionista’.”

Es verdad. ¿Será causa de ello la molestia que creó su obra social en ciertos sectores de nuestra sociedad?

El padre Alberto Hurtado falleció en Santiago, el 18 de agosto de 1952. Fue beatificado por Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994. El 23 de octubre de 2005, al ser canonizado por Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro, su nombre fue inscrito en el catálogo de santos.

¿Cuál es el mejor homenaje que se le puede rendir?

Nuestra Gabriela Mistral escribió en la revista Mensaje de noviembre de 1952:

“Y alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo o de pluma de Silesia sobre la sepultura de este dormido, que tal vez será un desvelado o un afligido, mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente. Démosle al Padre Hurtado un dormir sin sobresalto y una memoria sin angustia de la chilenidad, criatura suya y ansiedad suya todavía”.