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Yuri Gagarin: El primer ser humano que surcó el espacio exterior

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“La primera nave espacial del mundo con un hombre a bordo, la Vostok, se puso en órbita desde la Unión Soviética el 12 de abril de 1961. El navegante espacial que pilota la nave Vostok es un ciudadano de la URSS, el Mayor Yuri Gagarin.”

Este anuncio transmitido por Radio Moscú, mientras Gagarin aún estaba en el espacio, estremeció al mundo. Este histórico vuelo de 108 minutos, una única órbita alrededor de la Tierra, convirtió a Gagarin en el primer ser humano en el espacio y en un héroe internacional.

¿Quién era Yuri Gagarin?

Había nacido en Gjask, actual Rusia, en 1934. Cosmonauta soviético. Se graduó en 1955, en la Escuela Técnica de Saratov, en cuyo aeroclub asistió a clases de vuelo. En 1957 ingresó en la Academia de las Fuerzas Aéreas en Orenburgo, en los Urales, y alcanzó el grado de teniente.

La hazaña que conmovió a la humanidad

En 1961 fue elegido para el cuerpo de cosmonautas de la URSS. El 12 de abril de ese mismo año fue lanzado a bordo de la nave espacial Vostok I, que le llevó a distancias comprendidas entre los 180 y los 327 km de la superficie terrestre.

La pequeña cápsula esférica, de poco más de dos metros de diámetro, entró en órbita alrededor del planeta a una velocidad de 28.000 km por hora, durante casi hora y media, tiempo en el cual el vehículo llegó a dar dos vueltas a la Tierra y convirtió a Gagarin en el primer hombre que alcanzaba el espacio exterior. Durante la maniobra de aterrizaje decidió permanecer en el interior de la cápsula, sin activar el asiento eyectable que le habría evitado el impacto final de la toma de tierra. Culminó su misión con éxito, y aterrizó indemne en el lugar previsto y en territorio soviético. Por entonces tenía 27 años de edad.

Embajador de la paz

Dos días después del retorno de la Vostok 1 Gagarin regresó a Moscú, donde apareció en el balcón del Kremlin con el primer ministro Nikita Jruschov. Realizó una gira mundial en la que los vítores de las multitudes le acompañaron dondequiera que iba. Las visitas internacionales de Gagarin fueron extraordinarias porque se produjeron en plena Guerra Fría. He aquí que había alguien que podía viajar, no sólo entre la Tierra y el espacio, sino también entre los mundos cerrado y abierto del Este y el Oeste. Las diferencias ideológicas se olvidaron temporalmente pues aquel hombre fue aclamado como un héroe en todo el mundo.

La carrera espacial

Con esta gesta, la URSS volvía a adelantarse a sus rivales estadounidenses en la competida carrera espacial y lograba un importante éxito propagandístico. El protagonista de los acontecimientos, Gagarin, fue condecorado con las más altas distinciones de su país y ascendió al grado de coronel. Se convirtió en un héroe nacional de la URRS y en una leyenda de la astronáutica mundial.

Su trágica muerte

Gagarin nunca volvió al espacio. Después de la gira, regresó a su casa en la Ciudad de las Estrellas para continuar su trabajo en el programa espacial soviético. Se estaba preparando para el primer vuelo de la nueva nave Soyuz en 1967, pero los altos directivos del espacio lo dejaron en tierra, porque no querían arriesgar la vida de un héroe de la Unión Soviética en otra misión peligrosa. Lo más trágico fue que Gagarin perdió la vida durante un vuelo rutinario de entrenamiento el 27 de marzo de 1968, cuando su avión se estrelló y, tanto él como su instructor fallecieron. Sus cenizas se depositaron en la muralla del Kremlin y, en su honor, un cráter lunar y el asteroide 1772 Gagarin recibieron su nombre. Además, a título póstumo se dio su nombre a su localidad natal.

Vostok 1

Lenin, un ejemplo de revolucionario

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Hace 94 años, el 21 de enero de 1924, a las 18,50 horas, en el pueblo de Gorki, a10 kilómetros al sur de Moscú, dejó de latir el corazón de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. La causa de su fallecimiento fue un infarto cerebral.

Sus comienzos

Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, nació en la ciudad de Simbirk el 22 de abril de 1870. Su padre, Ilya, era profesor y llegó a ser director de la enseñanza primaria de la provincia de Simbirk. Su madre se llamaba María Blank.

Eran seis hermanos. El mayor de ellos, Alejandro, participó en un atentado terrorista contra el zar Alejandro III en marzo de 1887. El zar sobrevivió, pero los participantes en la acción fueron fusilados el 5 de mayo de ese año. Vladimir quería mucho a su hermano Alejandro. Su muerte significó un duro golpe para él. Pero expresó en esos terribles momentos: “Nosotros iremos por otro camino”.
Y así fue. El 4 de diciembre de 1887, Lenin encabezó, una huelga de estudiantes en la Universidad de Kazán. Cumplía los 17 años y ocho meses. Fue detenido, expulsado de la Universidad y relegado a la ciudad de Kokuchkino.

Se inicia en la lucha revolucionaria

En 1888 comenzó su labor revolucionaria. Tenía 18 años de edad. Se incorporó a un círculo marxista. Sufrió la persecución de la policía zarista. Lo detuvieron y enviaron a la cárcel y luego fue desterrado a Siberia Oriental entre 1896 y 1899. Allí conoció a quien sería su compañera de toda la vida Nadiezhda Krupskaia.

En 1900 salió al exilio. En el extranjero trabajó organizando el Partido y creando las condiciones para la fundación de un periódico revolucionario. El primer número de éste, con nombre Iskra (La Chispa), apareció el 24 de diciembre de 1900. Llegaba el Iskra a muchos puntos de Rusia, gracias a una red de agentes que el propio Lenin organizó antes de salir del país. Permaneció en Zurich (Suiza) y Munich (Alemania).

“¿Qué hacer?”

A fines de 1901 y comienzos de 1902 Lenin escribió “¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento”. Apareció en Stuttgart, a comienzos de marzo de 1902.

Tiene el siguiente epígrafe: “… La lucha interna da al partido fuerzas y vitalidad: la prueba más grande de la debilidad de un partido es la amorfía y la ausencia de fronteras bien delimitadas; el partido se fortalece depurándose…” (De una carta de Lasalle a Marx, 24 de junio de 1852).

Este libro desempeñó un papel relevante en la creación de un partido marxista revolucionario de la clase obrera de Rusia.
En 1902 – 1903 fue difundido ampliamente en las organizaciones socialdemócratas En Kiev, Moscú, Petersburgo, Nizhni Nóvgorod, Kazán, Odesa y otras ciudades.

“Un paso adelante, dos pasos atrás”

En 1903 organizo y tomó parte en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), que se efectuó entre el 17 julio al 10 de agosto de 1903, primero con sede en Bruselas (Bélgica) y luego en Londres. En su desarrollo se produjo la división entre mencheviques (corriente oportunista) y bolcheviques revolucionarios), estos últimos encabezados por Lenin. Ese año de 1903, es la fecha fundacional del Partido Comunista de Rusia.
En febrero-mayo de 1904, escribió Lenin su obra “Un paso adelante, dos pasos atrás (una crisis en nuestro Partido)” Este libro es uno de los tesoros del marxismo-leninismo. En él se refiere Lenin en detalle a los hechos ocurridos en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR).

Sobre el artículo 1° de los Estatutos

Este Congreso aprobó un Programa revolucionario y los Estatutos elaborados por Lenin, con la sola excepción del punto o artículo primero, en que los oportunistas en cuestiones de organización lograron que se aprobara el proyecto formulado por Martov.
El punto uno de Martov señalaba: “Se considerará perteneciente al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todo el que, aceptando su Programa, trabaje activamente para llevar a la práctica sus tareas bajo el control y dirección de los órganos del partido”.
Comenta Lenin: “La idea del artículo primero de Martov sólo aparece al plantearse la cuestión de si pueden los órganos del partido llevar a la práctica su dirección respecto a aquellos miembros del mismo que no forman parte de ninguna de las organizaciones del partido”.

La proposición del artículo primero de Lenin (que fue aprobado después en el III Congreso del POSDR realizado en 1905) señala: “Se considerará miembro del Partido todo el que acepte su Programa y apoye al Partido tanto con recursos materiales, como con su participación personal en una de las organizaciones del mismo”
Refiriéndose siempre al artículo primero de los Estatutos, Lenin escribió en la obra ya citada: “Cuanto más fuertes sean nuestras organizaciones del Partido, integradas por socialdemócratas efectivos, cuanto menos vacilación e inconstancia haya dentro del Partido, tanto más amplia y polifacética, tanto más rica y fructuosa será la influencia del Partido en los elementos de las masas obreras que lo rodean y que él dirige. Porque, en verdad, no se puede confundir al Partido como destacamento de vanguardia de la clase obrera con toda la clase” (Los subrayados son de Lenin).

Las tesis de abril

Entre noviembre de 1905 y enero de 1908 permaneció en la patria, donde actuó clandestinamente. Salió de nuevo al exilio. En Ginebra (Suiza) logró que se reanudara la publicación de Iskra.
El 15 de marzo de 1917 conoció la noticia de la Revolución Rusa de Febrero. A fines de marzo, junto con otros 31 bolcheviques, partieron desde Suiza hacia la patria. Llegaron a Rusia el 3 de abril de 1917. Al día siguiente elaboró sus “Tesis de Abril”, donde planteó la transformación de Revolución Democrático-burguesa en Socialista, a través de la conquista de los soviets. O sea, por una vía pacífica.

Pero en junio, el Gobierno Provisional de Kerenski desató una sangrienta represión contra los bolcheviques. Lenin debió ocultarse en Finlandia.

Desde Finlandia

En julio-agosto de 1917, el Sexto Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia aprobó la tesis de Lenin de la insurrección armada inmediata, pero eligió un Comité Central, en que la mayoría de sus miembros estaban contra esa línea.

En agosto de 1917, los bolcheviques conquistaron los soviets de Petrogrado y Moscú.

En septiembre, Lenin, escribió desde Finlandia varias cartas al Comité Central, exigiendo el cumplimiento de lo acordado en el Sexto Congreso. No recibió respuesta alguna sobre el tema, pero le ordenaron que, por “razones de seguridad” debiera permanecer en Finlandia.

Lenin seguía desde lejos los acontecimientos en un estado febril. El Comité Central no lo autorizaba retornar a Rusia por razones de seguridad.

Escribía cartas y documentos que enviaba al Comité Central, que ni siquiera eran discutidos. Cuando eran conocidos en las reuniones, no había pronunciamiento alguno.

Lenin insistía: “Los bolcheviques deben tomarse el poder”. “La demora se convierte absolutamente en un crimen” … “Hay que ir a la insurrección inmediatamente”.

No tenía respuesta alguna. También planteó la necesidad de retornar a San Petersburgo. El Comité Central se lo prohibió.

Retorno a Rusia

Lenin desobedeció la arbitraria orden del Comité Central. Arriesgando ser detenido por la policía de Kerenski, ayudado por Rahia, un fiel amigo, y otro bolchevique, cruzó clandestinamente la frontera, ingresando a Rusia el 2 de octubre.

Nadezda Krupskaia, su compañera, le buscó un refugio seguro, desde donde escribió varios documentos. En uno de ellos planteó: “La revolución está perdida si el gobierno de Kerensky no es derribado en el futuro próximo”.

Por fin se reunió con el Comité Central el 10 de octubre. Logró que se aprobara una nueva resolución sobre la insurrección armada, pero sin especificar fecha ni detalles.

Comprendió que debía recurrir a las bases del Partido.

Con ese fin participó en una Conferencia del Comité Central con representantes de las organizaciones bolcheviques de San Petersburgo. Asistieron 24 dirigentes, de los cuales sólo 9 eran del Comité Central.

La Conferencia aprobó la preparación inmediata de la insurrección por 19 votos, contra 2 y 3 abstenciones.

El 21 de octubre se reunió con los dirigentes de San Petersburgo. Allí planteó: “la insurrección debe llevarse a cabo el 25; el 24 sería prematuro y el 26 muy tarde”.

La genialidad de un líder

En el Instituto Smolny se vivían horas agitadas. Ahí estaba el centro revolucionario. Lenin planteó al Comité Central la necesidad de estar allí presente. Se lo prohibieron. Al caer la noche del 24 de octubre, Lenin decidió trasladarse clandestinamente al Smolny y tomar en sus manos la dirección de la insurrección, cumpliendo la resolución del Sexto Congreso del Partido.

Disfrazado y acompañado del camarada Rahia, luego de caminar varias horas, llegó poco antes de la medianoche al Smolny. No se dirigió a la sala donde sesionaba el Comité Central. Envió a Rahia a buscar a Stalin. Ambos se reunieron en una sala vacía y pusieron en marcha a las fuerzas insurreccionales que tenía listas el Comité Militar Revolucionario, pero que no se atrevía a lanzar todavía a la toma del poder.

Lenin convocó a los jefes militares de fábricas y regimientos. Decenas de motociclistas se lanzaron hacia los suburbios…
A partir de la una de la madrugada del 25 de octubre, destacamentos de soldados salieron de los cuarteles; grupos de obreros armados abandonaron las fábricas. Iban a apoderarse de los puentes, las estaciones ferroviarias, los edificios públicos…

“La revolución se ha realizado…”

Eran los 14 y 35 minutos del 25 de octubre de 1917. Se inició la sesión extraordinaria del Soviet de San Petersburgo. Presidía León Trotski, que anunció a Lenin. Cuando la tempestuosa ovación se calmó, éste dijo: “Camaradas: la revolución obrera y campesina, de cuya necesidad han hablado los bolcheviques, se ha realizado.
A las 22,45 de ese mismo día 25 de octubre, se inició el Segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia. Hubo acaloradas discusiones. Se eligió un nuevo comité ejecutivo para reemplazar al elegido en el Primer Congreso, efectuado en junio, en que tenían mayoría los eseristas (social-revolucionarios) y los mencheviques. Ahora ganaron los bolcheviques. Obtuvieron 14 miembros del consejo contra 11.

Eran los 3 y 10 minutos de la madrugada del 26 de octubre, cuando el presidente del Congreso anunció que el Palacio de Invierno acababa de ser tomado por los revolucionarios.

Había triunfado la revolución socialista en Rusia. Según el moderno calendario, esa gloriosa fecha corresponde al 7 de noviembre de 1917.

A la cabeza del Primer Estado Socialista

En medio de difíciles condiciones, el Gobierno de obreros y campesinos, dirigido por Lenin logró vencer la contrarrevolución interna y la intervención de 14 países.

El Séptimo Congreso, 26 de marzo de 1918, cambió el nombre del partido por Partido Comunista de Rusia, reconociendo en 1903 como su año de fundación.

El viernes 30 de agosto de 1918, Lenin habló en un mitin en una fábrica de Moscú. Finalizado el acto se dirigió al auto que lo esperaba para conducirlo a la reunión del Consejo de Comisarios del Pueblo, que debía iniciarse a las 21 horas. Caminaba rodeado por una multitud. De pronto una mujer -miembro de un grupo terrorista de los eseristas- le disparó tres balazos, dos de los cuales lo hirieron gravemente. Una le penetró en el tórax comprometiendo la parte superior del pulmón izquierdo; la otra, se le alojó en el cuello muy cerca de la espina dorsal.

Se recuperó. El 18 de septiembre participó en la reunión del Consejo de Comisarios del Pueblo. Pero su salud comenzó a empeorar.
Desde 1922 la salud de Lenin era muy precaria. El intolerable estrés de encabezar la revolución, la guerra civil y la construcción de una nueva sociedad, le afectó seriamente. A esto hay agregar las secuelas del atentado de 1918, pues debió vivir con una bala en el cuello, peligrosamente cerca de la espina dorsal.

Gravemente enfermo

En mayo de 1922, sufrió un primer infarto cerebral, que lo dejó parcialmente paralizado en su lado derecho. Debió disminuir su papel en el Gobierno.

En diciembre de 1922, le sobrevino un segundo infarto. A pesar de ello, siguió trabajando teóricamente. Lo hizo hasta febrero de 1923.
Durante este período dictó una serie de importantes artículos que se conocen como su “testamento político”. En estos trató diferentes temas como el de la dirección colectiva en el Partido. En uno, dictado el 24 de diciembre de 1922, advertía sobre los peligros que involucraría poner a la cabeza del Partido y del gobierno soviético a Stalin o Trotski.

En mayo de 1923, luego de tener el tercer infarto, quedó postrado en cama, imposibilitado de hablar.

La herencia teórica leninista

En los 35 años de labor teórica y práctica, entre 1888 y 1923, Lenin escribió más de 30 mil libros, folletos, cartas y documentos. Unos 9 mil de ellos figuran en los 55 tomos de su Obras Completas, editadas entre 1958 y 1965.

Citamos sólo algunas de sus obras: “Sobre la cuestión de los mercados” (1893),

“El desarrollo del capitalismo en Rusia” (1899), “Anarquismo y socialismo” (1901),

“¿Qué hacer?” (1902),

“Las tareas de la juventud revolucionaria” (1903),

“Un paso adelante, dos atrás” (1904),

“Dos tácticas de la socialdemocracia en la Revolución Democrática” (1905),

“Materialismo y empiriocriticismo” (1908),

“Carlos Marx” (1914),

“La quiebra de la Segunda Internacional” (1915),

“El imperialismo, etapa superior del capitalismo” (1915),

“El programa militar de la revolución proletaria” (1916),

“El Estado y la Revolución” (1917),

“La revolución proletaria y el renegado Kautsky” (1918),

“La Tercera Internacional y su lugar en la historia” (1919),

“El ‘izquierdismo’ enfermedad infantil del comunismo” (1920),

“La crisis del Partido” (1921),

“Carta al Congreso” (1922),

“Sobre las Cooperativas” (1923),

“Nuestra Revolución” (1923),

“Más vale poco y bueno” (1923).

Lenin el dirigente

Quienes militaron y trabajaron con él coinciden en señalar varias cualidades del líder ruso.

A Lenin siempre le eran propios el realismo político y la capacidad de apreciar objetivamente la situación, ver todas las posibilidades que se ofrecían en tal o cual momento. El realismo político de Lenin permitía evitar el falso optimismo o pesimismo en los bruscos virajes de la historia. Al sufrir derrotas no se dejaba llevar por el pesimismo e infundía confianza en los otros. Sabía extraer lecciones hasta de las batallas perdidas.

En base al análisis científico de la realidad, Lenin elaboraba planes audaces de construcción de una nueva sociedad. Una gran eficacia caracterizaba también su actividad como estadista. Determinaba con extraordinaria rapidez las tareas más importantes del momento, pero no olvidaba las secundarias.

Lenin consideraba de enorme trascendencia la oportuna reacción del Partido ante los cambios de la situación política.

El estilo leninista de trabajo y la propia personalidad de Lenin ha dejado una profunda huella en la conciencia de la humanidad y en la cultura.

Lenin, el ser humano

Todos los que conocieron de cerca a Lenin destacan su excepcional modestia en los asuntos concernientes a su persona. Después de ser herido en agosto de 1918 criticó el tono de las publicaciones aparecidas en los periódicos. Escribió: “Soy como los demás… Toda la vida luchamos, en el plano ideológico, contra la admiración excesiva de las virtudes de una sola persona, resolvimos ya hace mucho la cuestión de los héroes, ¡y he aquí otra vez el culto a la personalidad!”
El modo de vida de Lenin no se diferenciaba de la vida espartana de sus contemporáneos.

“Lenin compartía todas las privaciones de aquellos días cuando escaseaba el combustible, las viviendas y hasta los alimentos”, recuerda G. Lausbury, uno de los dirigentes del partido laborista inglés que visitó la Rusia soviética.

Lenin siempre se preocupaba de los demás. A pesar de sus muchas actividades diarias como estadista, encontraba tiempo para escribir centenares de recados, dar órdenes verbales para ayudar a unos y otros camaradas, de mandarles a descansar, a curarse, de proporcionarles viviendas, etc.

Lenin odiaba a las clases explotadoras, pero no tenía enemigos personales.

El heroísmo de Lenin

Máximo Gorki, el gran intelectual ruso, tiene una obra llamada “Lenin en 1922”. En ella escribió:

“Su heroísmo, casi enteramente desprovisto de relumbrón exterior, la abnegación modesta, ascética, frecuente en el intelectual ruso, en el revolucionario que cree sinceramente en la posibilidad de la justicia sobre la tierra; era el heroísmo del hombre que ha renunciado a todas las alegrías del universo para trabajar duramente por la felicidad de los hombres… Cuando murió Lenin, reconocieron lealmente hasta sus más encarnizados enemigos que con él había perdido el mundo al hombre ‘que era la más viva encarnación del genio entre los grandes hombres contemporáneos’.

“Para mí, Lenin, es un héroe de leyenda; es un hombre que ha arrancado de su pecho el corazón ardiente para alumbrar con su llama el camino que conducirá a los hombres lejos del abyecto caos contemporáneo.”

Chile celebró los 100 años de la Revolución Socialista de Octubre

Con gran presencia de público, pleno de emociones y combatividad, dirigido por el compañero Alfonso Murúa, el martes 7 de noviembre de 2017, en el salón Camilo Guzmán Sandoval del ICHIL, se llevó a cabo el acto del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, en homenaje a los Cien años de la Revolución Socialista de Octubre de 1917.

Lo inició el Coro Rojo con dos hermosas y aplaudidas interpretaciones.

El presidente del CEILER, Max Berrú, en emotivas palabras saludó a los asistentes y subrayó la especial importancia que tiene para el Centro la Revolución llevada a cabo por los obreros, soldados y campesinos hace justamente un siglo atrás.

A continuación se entregó una visión histórica preparada por el historiador Iván Ljubetic Vargas, leída por el autor y la Secretaria Ejecutiva del CEILER, Carlota Espina.

Saludaron, con vibrantes palabras, Rosaura Campusano, presidenta de la Asociación de Egresados de los Países Socialistas, y José Santos, presidente de la Confederación Nacional de Trabajadores de la Construcción y Consejero Nacional de la CUT.

Eduardo Conteras, abogado y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile, se refirió en una interesante intervención a la importancia de la Revolución Socialista de Octubre y la unió con los acontecimientos actuales.

El Himno de los trabajadores del mundo fue cantada por el numeroso público presente. No pocos levantaron su puño en homenajes a los combatientes de hace cien años. Se brindó con vodka por ellos.

La hermosa actividad finalizó con un refrigerio, en medio de un ambiente de sana convivencia y confraternidad.

 

El primer sputnik surca el cielo de Nueva Imperial

El viernes 4 de octubre de 1957, me encontraba haciendo clases en el Quinto Humanidades del Liceo de Nueva Imperial. Era la primera hora de la tarde. Golpearon la puerta de la sala. Se abrió y entró Herman Pérez, profesor de Matemáticas y Física, militante socialista. Sin saludarme, me dijo emocionado:

– Recién informó la radio que la Unión Soviética lanzó hoy exitosamente un satélite artificial… Juntémonos hoy a las 20, frente al liceo para verlo pasar. Los alumnos aplaudieron. Los más felices eran los siete militantes de la Jota de ese curso.

El resto de la tarde se desarrolló bajo el impacto de la noticia, que en minutos fue conocida en todo el establecimiento. Comentarios, preguntas, opiniones sobre el histórico acontecimiento.
Esa noche, no sólo nosotros dos con el colega Pérez, estábamos frente al liceo. Éramos varias decenas de personas: profesores, alumnos, vecinos.

Habían venido todos los militantes del Partido y de la Jota.
Eran las 20 horas y el cielo estaba raramente muy despejado. Brillaban las estrellas. El colega Pérez explicaba algunos detalles técnicos.

Esperábamos expectantes: queríamos contemplar con nuestros propios ojos el primer artefacto enviado por el hombre al espacio.
Un alumno de sexto humanidades fue el primero en verlo:

– ¡Ahí va, ahí va!, exclamó jubiloso Es como una estrella que se mueve lentamente.

Estalló entonces el grito colectivo: ¡Ahí va!, ¡Ahí va! Y también los aplausos y los vivas al sputnik y a la Unión Soviética. Rompimos la campesina calma de esa noche imperialina. Pisoteamos la Ley Maldita.

Seguimos con la mirada el majestuoso caminar del viajero espacial por el firmamento del sur de Chile.

Vi lágrimas en los ojos de viejos camaradas, en los del carpintero Samuel Salas y en los del zapatero remendón Heriberto Muñoz. Estaban felices y emocionados.

La velada del lunes 7 de octubre de 1957 fue inolvidable. Hubo canciones dedicada a la Unión Soviética. El coro hablado fue preparado con versos de Neruda que hablaban del primer país socialista de la historia.

Mi charla versó sobre el mismo tema. El colega Hernán Pérez entregó antecedentes sobre el primer satélite artificial de la tierra:

– Es una esfera muy pulida de aluminio, de 58 centímetro de diámetro y 83 kilos de peso. Tiene dos pares de antenas de 2,4 y 2,9 metros. Fue este pequeño artefacto –concluyó Herman Pérez- el que ha abierto el camino hacia las estrellas.

Lo más notable de esa velada del 7 de octubre de 1957, fue el número de fondo. Cerca de las 22 horas, las decenas de personas que repletábamos el salón del Centro Pablo Neruda, salimos a la calle para observar, una vez más, el paso victorioso del primer sputnik soviético por el cielo de Nueva Imperial.