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Gran Peña CEILER en Homenaje a Violeta Parra

Fue un homenaje como lo merece Violeta Parra, la roja flor del pueblo. Más de cien personas siguieron atentas, emocionadas, alegres y participantes, los bailes, las canciones, las palabras, en esa Peña memorable del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER.

El querido Max Berrú, presidente del CEILER, llevó el pandero.
Dos parejas del Club Tango Sur mostraron su arte bailando cuecas y tangos. Se leyó un discurso, que adjuntamos.

Desfilaron artistas de excelente calidad que cantaron a Violeta: Max Berrú, Víctor Seves, Cristóbal Berrú, Martín Seves (hijo de Víctor), Claudio Vásquez, Jorge Negrón y Carlos Jeldes.

Hubo fraternidad y sana alegría. Los asistentes gozaron no sólo con el espectáculo artístico, sino también con los comestibles y bebestibles: empanadas, sopaipillas, tintolio, terremoto, y muchos etcéteras.

Ese viernes 6 de octubre de 2017 estuvieron muy presentes las canciones de Violeta, que otros censuran, en el Salón Camilo Guzmán Sandoval del ICHIL.

Gran Peña Ceiler, Iván Ljubetic by CEILER on Scribd

Gran Peña CEILER

Recordando a Violeta Parra en su Centenario, Roja Flor del Pueblo

Para el próximo viernes 6 de octubre el CEILER prepara la realización de la Gran Peña dedicada al centenario del nacimiento de la gran folklorista Violeta Parra.

Dentro de los artistas invitados se encuentra la danza de cuecas y tangos con el grupo Tango Sur, música en vivo con Max Berru, entre otros artistas.

El CEILER convoca a participar en este homenaje sumándose a los diferentes reconocimientos que se están realizando en Chile y el mundo.

Evento en facebook.

Centenario de Violeta Parra: Una breve biografía

Niñez y juventud de Violeta

Violeta del Carmen Parra Sandoval, nació en San Carlos de Itihue, en la calle Montaña, frente a la Plaza de Armas, el 4 de octubre de 1917. Pronto la familia se trasladó a Chillán. El padre era profesor primario. La madre, de origen campesino, ayudaba haciendo costuras. En 1920 llegaron a Santiago, pero al poco tiempo volvieron al sur. Esta vez a Lautaro. Fue en ese viaje cuando la niña Violeta se enfermó de viruela, que le marcó la cara.
En una entrevista realizada en 1958, relató Violeta: “Mi padre, aunque profesor primario, era el mejor folclorista de la región y lo invitaban mucho a todas las fiestas. Mi madre cantaba las hermosas canciones campesinas mientras trabajaba frente a la máquina de coser”.
El padre no quería que sus hijos cantaran. Cuando salía dejaba la guitarra bajo llave. Pero Violeta descubrió que la guardaba en el cajón de la máquina de coser de la madre. La tomaba, sacaba la guitarra y cantaba despacito. Tenía por entonces siete años de edad. Un día la madre la escuchó y no podía creer que fuera la niña que cantaba tan bonito.
En los años de la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931) la represión también alcanzó la casa de los Parra. El padre, como muchos otros profesores, fue exonerado de su puesto de trabajo. Aplastado por la cesantía, se dedicó a beber y abandonó la familia. Entonces, la madre debió cargar con toda la responsabilidad del hogar. La situación era muy mala. Eran cinco hijos que tenía que criar.

Sus primeros contactos con el folclore

Estando en el sur, viajaba la familia al campo a una localidad llamada Malloa. Visitaban unos parientes de apellido Aguilera, que tenían buena situación económica. Fue allí, con esa familia, donde Violeta -que tendría unos cinco años- aprendió sus primeras canciones folclóricas auténticas. La madre, que era folclorista, también cantaba. Entonces se completaba el grupo folclórico, con la familia, amigas, tías y las chiquillas Aguilera.

Ganándose la vida con el canto

Hilda cuenta que la madre se amanecía cosiendo para poder alimentar a tanta boca y educar a Nicanor, por lo menos para educar uno bien. Con el fin de contribuir en algo para la casa, Hilda y Violeta conseguían una guitarra y salían a cantar. La primera que lo hizo fue Violeta. Después salían las dos. Violeta e Hilda. Iban de pueblo en pueblo. Cantaban en las calles, en los trenes, en cualquier lugar donde les era posible. Así juntaban unos pocos pesos.
La madre recordaba: “A la Violeta le iba muy bien, porque cantaba muy bonito, tenía una voz clarita. Y la querían mucho. Si la invitaban a una casa y le ofrecían pan y o queso. Sí, gracias –decía- pero también tengo que llevarle a mis hermanitos. Era muy vivaracha”.
Roberto Parra (el “tío Roberto”), hermano de Violeta, folclorista, maestro de construcción y compositor de cuecas, recuerda: “Ella (Violeta) salía con su guitarra y con un canasto. El canasto lo traía lleno… Venía de todo: chancho, toronjil, frutas, qué sé yo.”
Violeta tenía doce años cuando compuso sus primeras canciones, acompañándose de la guitarra.

Roberto Parra (el “tio Roberto”)

En Santiago

Violeta tenía unos 14 años cuando se trasladó a Santiago. Poco después lo hizo toda la familia. En la capital, Hilda y Violeta volvieron a cantar juntas para poder vivir. Los comienzos fueron muy difíciles. Violeta lo evoca en una de sus décimas:

“Ayer, buscando trabajo,
llamé a una puerta de fierro,
como si yo fuera un perro
me miran de arrib’abajo,
con promesas de destajo
me han hecho volver cien veces,
como si gusto les diese
al verme solicitar;
muy caro me hacen pagar
el pan que me pertenece”.

Cantaban en cualquier lugar. Llegaron al sector de Matucana. Actuaron en “La Popular”, en “El Tordo Azul”, que era un negocito chico. También en varios boliches que estaban cerca.

Su primer matrimonio

Fue en uno de esos boliches donde en 1937 Violeta conoció a Luis Cereceda, obrero ferroviario, su primer marido y padre de Isabel y Ángel Parra.
Luis Cereceda, explica: “Si pensar que éramos bien niños… ella tenía 19 años y yo 18. Era por año 37 y ella cantaba con Hilda y el Lalo en negocios de Matucana, al llegar a Mapocho. Yo trabajaba al frente: ahí estaba la maestranza de ferrocarriles, donde yo era maquinista. Y entonces íbamos mucho ahí y por ahí nos empezamos a tratar… Al poco tiempo nos casamos… Primero estuvimos viviendo en Santiago como dos años. Ahí nació la Chabelita, por el año 38. Fue el mismo año en que subió a la Presidencia don Pedro Aguirre Cerda, con el Frente Popular”.

Actividad política

Violeta fue adquiriendo conciencia de clase, madurando políticamente. El hambre y los sufrimientos vividos la forjaron como una mujer con conciencia política. Se rebeló contra las injusticias, pero no se quedó en eso, participó en la lucha por terminar con ellas.
Durante el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda actuó junto al Partido Comunista.
Luis Cereceda relata: “Al poco tiempo de estar en Santiago (vivieron algunos meses en Valparaíso), fue cuando ella comenzó a dedicarse más a la política.
Hacía tiempo que yo tenía un vecino en el Partido, y como ya ellos la conocían entonces la invitaron y ella comenzó a colaborar en los actos culturales. En 1946 nosotros trabajamos muchísimo para la candidatura de González Videla. Hasta pusimos una Secretaría de González Videla ahí en la casa y ella por su cuenta formó un Comité de Dueñas de Casa en la calle Andes. Claro que no nos imaginábamos la gran traición que iba a venir después”.
El Tío Roberto agrega: “Cuando triunfó Videla en las elecciones hubo fiestas, alegría y celebraciones en las calles, en todas partes, como con Allende. Nosotros estuvimos también en una celebración y allí ella cantó y recitó un poema muy largo, dirigido al Presidente, donde le decía que al pueblo no se le puede engañar. Total, que ahí pintaba clarito lo que iba a pasar… Bueno, este compromiso de ella era también una forma más de allegarse al pueblo Después no supe yo que siguiera trabajando para el Partido, pero colaboraba con ellos. Esa fue su línea política. Siempre.”

Sigue cantando

En 1948 Violeta se separó de Luis Cereceda. Fue un golpe muy duro para ella. Sólo se repuso gracias al apoyo de sus familiares.

Violeta y su hijo Ángel

Violeta volvió a cantar. Y lo hizo nuevamente junto con Hilda, quien recuerda esos tiempos así: “Recorríamos todo. Comenzábamos con el boliche más chico y terminábamos con el más grande. Siempre cantando lo que estaba más de moda en esos años. Todavía no éramos profesionales, cantábamos de todo. Éramos muy bien recibidas, fuimos formando nombre, después de andar mucho tiempo juntas acordamos formar un dúo. De ahí nacieron las hermanas Parra… Después comenzamos a grabar en RCA Víctor.”
Lautaro Parra, el menor de los hermanos de Violeta, dirigente y fundador del Sindicato Circense, evoca esos años: “Había un programa en Radio Corporación, ‘Fiesta Linda’ o algo así, y ahí iban ellas a cantar de vez en cuando. Esas fueron sus primeras actuaciones en radio. Tenían un dúo, pero la Violeta también actuaba como solista”.

Segundo matrimonio

En 1949, Violeta se casó por segunda vez. Su nuevo esposo, Luis Arce, era mueblista y tenor de ópera. Tuvieron dos hijas Carmen Luisa y Rosita Clara. Ésta falleció de pulmonía al poco tiempo.
Luis Arce recuerda: “Por ahí por el año 1952, formamos una Compañía. Se llamaba ’Estampas de América’. La Violeta era la directora, o sea la persona fuerte que tenía el dinero. Ella mismo hizo los telones, porque había que tener telón de fondo, telón de boca, todo eso. Con esa Compañía salimos de gira y recorrimos todo el Norte”
En 1953 terminó el dúo de las hermanas Parra.

Recopilando el folclore

Ese mismo año comenzó Violeta su difícil y valiosa labor de recopilación de antiguas creaciones. Su primer encuentro con el folclore lo tuvo en la comuna de Barrancas al conversar con doña Rosa Lorca, cantora campesina de la zona de San Fernando, que hacía años había llegado del sur y le arrendaba a la señora Clara (la madre de Violeta), en el Restaurant El Sauce. Y nos fuimos al restaurante. Ahí Violeta arregló una mesa y se pusieron a conversar. Violeta le pidió la letra y la música de las canciones. Otro día le solicitó que le diera dichos que conocía. Todo lo anotaba en un cuaderno. Tuvieron un nuevo encuentro. Le pidió a doña Rosa que le cantara una cueca y la grabó.

Conquistando la merecida fama

Violeta, incansable, recorrió el país, trabajando con Isabel y Ángel en circos y teatros, y recopilando la música campesina chilena. Fue también en el año 1953, cuando empezó a reconocerse el verdadero valor de Violeta. Gran importancia tuvo para ello un recital dado en casa de Pablo Neruda. Después de él, Radio Chilena le contrató una serie de programas que la lanzaron a la primera línea del arte folclórico del país.
En 1954 obtuvo el Premio Caupolicán, otorgado a la folclorista del año.

Primer viaje a Europa

Viajó a Europa. Participó como invitada, en el V Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, efectuado en Varsovia, capital de Polonia, en julio-agosto de 1955, al cual concurrieron 31 mil jóvenes procedentes de 114 países. Después visitó la Unión Soviética. Durante dos años residió en París, donde grabó sus primeros discos.
Regresó a Chile en 1956. Un año después se trasladó a Concepción, donde fundó y dirigió el Museo de Arte Popular. Grabó en esa ciudad nuevos discos y continuó con su labor de recopilación del folclore.

Sus canciones comprometidas

En 1958 llegó de nuevo a Santiago. Y fue ese año cuando comenzó a pintar y hacer tapices. Además, dio recitales por todo el país y creó hermosas canciones con contenido social.

Arriba quemando el sol

Una de las canciones política-sociales de Violeta es el trote “Arriba quemando el sol”, donde denuncia la explotación de los mineros del norte chileno:

“Cuando fui para la pampa
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió,
primero perdí las plumas
y luego perdí la voz,
y arriba quemando el sol…

Me volví para Santiago
sin comprender el color
con que pintan la noticia
cuando el pobre dice no,
abajo, la noche oscura,
oro, salitre y carbón,
arriba quemando el sol.”

Yo canto la diferencia

“Yo canto a la chillaneja
si tengo que decir algo
y no tomo la guitarra
por conseguir un aplauso.
Yo canto la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso.
De lo contrario no canto.
“Si yo levanto mi grito
no es tan sólo por gritar.
Perdóneme el auditorio
si ofende mi claridad”

Hace falta un guerrillero

“Quisiera tener un hijo
brillante como un clavel,
ligero como los vientos,
para llamarlo Manuel,
y apellidarlo Rodríguez,
el más preciado laurel”.

Porque los pobres no tienen

Otra canción creada en 1960 fue “Porque los pobres no tienen”.

“Porque los pobres no tienen
adonde volver la vista
la vuelven hacia los cielos
con la esperanza infinita
de encontrar lo que su hermano
de este mundo le quita, ¡palomita!
¡qué cosas tiene la vida, zambita!

Según el favor del viento

En 1961 compuso la sirilla “Según el favor del viento”, donde pinta la dura vida del habitante de Chiloé:

“No es vida la del chilote,
no tiene letra ni pleito,
tamango llevan sus pies,
milcao y ají su cuerpo,
pellín para calentarse,
del frío de los gobiernos, llorando estoy,
que le quebrantan los huesos, me voy, me voy.

Despierte el hombre, despierte,
despierte por un momento,
despierte toda la patria
antes que se abran los cielos
y venga el trueno furioso
con el clarín de San Pedro, llorando estoy,
y barra los ministerios, me voy, me voy.”

Segundo viaje a Europa

También en 1961 viajó a Buenos Aires y de allí a Europa, acompañada por Isabel y Ángel, sus hijos mayores. Participó en el VIII Festival de la Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, celebrado en Helsinki (Finlandia), entre el 28 de julio y el 6 de agosto. Al cual concurrieron 18 mil jóvenes provenientes de 137 países.
Finalizado ese evento, Violeta visitó la Unión Soviética, Alemania Federal, Italia y Francia.
Nuevamente residió en París, esta vez por tres años. Allí trabajó incansablemente. Cantó en La Candelaria y L’Escala del Barrio Latino; grabó discos; expuso sus trabajos; realizó recitales de canto en la UNESCO y en el Teatro de la Naciones.

La Carta

Año 1962. Violeta estaba en Europa. En Chile gobernaba Jorge Alessandri Rodríguez, que golpeaba al pueblo con alzas y represión. Por entonces creó la artista su canción “La Carta”, en ella denuncia:

“Me mandaron una carta
por el correo temprano,
en esa carta me dicen
que cayó preso mi hermano,
y sin lástima, con grillos,
por la calle lo arrastraron, sí.

La carta dice el motivo
de haber prendido a Roberto
haber apoyado el paro
que ya se había resuelto.
Si acaso esto es un motivo
presa también voy, sargento, sí.

Yo que encuentro tan lejos
esperando una noticia,
me viene a decir la carta
que en mi patria no hay justicia,
los hambrientos piden pan,
plomo les da la milicia, sí.

Por suerte tengo guitarra
para llorar mi dolor,
también tengo nueve hermanos
fuera del que se m’engrilló,
los nueve son comunistas
con el favor de mi Dios, sí.”

Qué vivan los estudiantes

Ese año compuso también “Me gustan los estudiantes”. Allí exclama:

“¡Qué vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías!
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no le asustan las balas
ni el ladrar de la jauría.
Caramba y zamba la cosa,
¡que viva la astronomía!

Me gustan los estudiantes
que con muy clara elocuencia
a la bolsa negra sacra
le bajó las indulgencias.
Porque, ¿hasta cuándo nos dura,
señores, la penitencia?
Caramba y zamba la cosa
¡que viva toda la ciencia!”

Un río de sangre

Otra canción que compuso ese año fue “Un río de sangre”, un homenaje a Federico García Lorca, Patricio Lumumba, Emiliano Zapata…

“Dejando voy, peregrina,
mi llanto de rosa en rosa
por Vicente Peñalosa
de la nación argentina.
. Banderas de popelina
pa recoger tanta sangre,
que ningún viento desgarre
porque han de seguir flameando.
Pues Chile sigue llorando
a Rodríguez y Recabarren,
pues Chile sigue llorando
a Rodríguez y Recabarren”.

Arauco tiene un pena

“Arauco tiene una pena
que no la puedo callar,
son injusticias de siglos
que todos ven aplicar,
nadie le ha puesto remedio
pudiéndolo remediar.
Levántate, Huenchullán.”

También en 1962 escribió: “Santiago, penando estás”. En 1963 compuso “Ayúdame Valentina”.

¿Qué dirá el Santo Padre?

Ese mismo año creó “¿Qué dirá el Santo Padre?”, en homenaje a Julián Grimau, comunista español asesinado por la dictadura de Franco. Allí cantó:

“Mientras más injusticias, señor fiscal,
más fuerzas tiene mi alma para cantar.
Lindo segar el trigo sembrao,
Regado con tu sangre.

¿Qué dirá el santo Padre
que vive en Roma,
que le están degollando
a sus palomas?”

Exposición en el Louvre

En 1964, expuso en El Louvre sus pinturas, óleos, arpilleras y esculturas de alambre. Fue la primera vez que una artista sudamericana realiza en ese museo una exposición personal.
Volvió a Chile en junio de 1965. En la comuna de La Reina, en Santiago, instaló una gran carpa, donde tenía la idea de hacer un centro dedicado al folclore.
En 1966 viajó a Bolivia, donde cantó junto a Gilbert Favre. Regresó acompañado de él. Recorrieron el país, actuando en teatros.

Gilbert Fabre y Violeta Parra

Al centro de la injusticia

Compuso sus últimas canciones. Algunas de ellas con contenido político, como “Al centro de la injusticia”. En ella dijo:

“Mientras gastan millones en un momento,
de hambre se muere gente que es un portento,
que es un portento.
Muchos dineros en parques municipales
y la miseria es grande es los hospitales.
Al medio de Alameda de Las Delicias.
Chile limita al centro de la injusticia, de la injusticia.”

Muzúrquica Modérnica

También escribió “Muzúrquica modérnica”. En parte canta:

“Me han preguntádico muchas persónicas
si peligrósicas para las másicas
son las cancióncicas agitadóricas
ay que pregúntica más infantílica,
sólo un piñúflico la formulárica
pa mis adéntricos yo comentárica.

Y he contestádico yo al preguntónico
cuando la guática pide comídica
pone al cristiánico firme guérrico
por su poróticos y sus cebóllicas,
no hay recogimiéntico que los deténguica
si tienen hámbrica los populáricos”.

Hasta cuándo (cueca)

“¿Hasta cuándo está en el mar
devorando al chiquitito,
el de las alertas largas,
como rifle en su milico?”

Los pueblos americanos (cueca)

“Mi vida, los pueblos
americanos.
Cuándo será ese cuando,
señor fiscal,
que la América sea
sólo un pilar.

Sólo un pilar, ay sí,
y una bandera,
que terminen los líos
en las fronteras.
Por un puñado de tierra
no quiero guerras.”

Gracias a la vida

Una de sus últimas composiciones fue la refalosa “Cantores que reflexionan”. Compuso otras bellas canciones como “Volver a los 17” y “Run-Run se fue pa’l Norte” y “Gracias a la Vida”. En ésta última canta:

“Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos, que es mi propio canto.”

El 5 de febrero de 1967 puso fin a su existencia con un balazo, en la Carpa de La Reina.
Cesó de latir su corazón. Pero su canto permanece, porque es nuestro propio canto, el canto del pueblo.