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Crónica del Homenaje a Luis Emilio Recabarren: 19 de diciembre de 2019

Era el mediodía del jueves 19 de diciembre de 2019. Desde la entrada del Cementerio General, ubicada en avenida La Paz, avanzó -portando banderas del CEILER y del Partido Comunista de Chile- la columna. En el sitio donde está destinado la plazoleta en homenaje al padre del movimiento obrero chileno, la dirección del Cementerio tenía todo preparado: un gran toldo, sillas, tribuna, equipo de parlantes.

El homenaje al 95º aniversario de la ida física del fundador del Partido Comunista de Chile había sido organizado por el Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, y convocado además por la Confederación Nacional de Trabajadores de la Construcción (CNTC); Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Excavadores. Alcantarilleros; Dirección del Cementerio General; Asociación de Funcionarios Municipales de Recoleta; Sindicato de Trabajadores a Honorarios de la Municipalidad de Recoleta; Colegio de Profesores Comunal de Recoleta; Universidad Abierta Luis Emilio Recabarren.

Se inició el acto, con la conducción del Secretario Ejecutivo del CEILER, Elías Pérez, quien junto con saludar a la numerosa asistencia (entre ella, todo el Consejo Nacional de la Confederación de Trabajadores del Cobre), leyó un mensaje llegado desde España, que decía:

“Estimados Compañeros: Desde la tierra de Pablo Casals, les envío este saludo en el homenaje a nuestro querido maestro Luis Emilio Recabarren.

Nos sentimos muy agradecidos y en la distancia deseamos que sepan que siempre estamos presentes…

Eulogio Dávalos Llanos.
Presidente del Centro
Salvador Allende de Barcelona”

Siguiendo la tradición de Recabarren, estuvo presente el arte. Carlos Araneda, acompañado de Carlos Jeldes, cantó la canción de Víctor Jara, que es el himno del CEILER.

Inició las intervenciones homenaje, el historiador y vicepresidente del CEILER (cuyo discurso adjuntamos), Iván Ljubetic. Luego un grupo de actores del Cementerio General realizó una emotiva, combativa, hermosa y muy aplaudida presentación relacionada con Recabarren, Teresa Flores y la actual lucha del pueblo chileno.

A continuación, intervino Rashild Saud, director del Cementerio General y permanente colaborador con el CEILER.

Le siguió la Secretaria Política del Comité Regional Jorge Muñoz del Partido Comunista, Ana María Puelma.

Homenaje LER 2019

El cuarto orador fue el presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Manuel Ahumada.

Homenaje LER 2019

En nombre de los Trabajadores a Honorarios de la Municipalidad d Recoleta habló su presidente, Sebastián Ulloa.

Cerró las intervenciones, Juan Gajardo, miembro del Comité Central y de la Comisión Política del Partido Comunista.

Cantó una bella canción Carlos Araneda. Luego ese sector del Cementerio General se llenó con los acordes del himno de los trabajadores de toda la tierra, La Internacional, cantada por toda la concurrencia.

Luego, encabezados por dirigentes del Comunal Recoleta del Colegio Profesores, se concurrió a la tumba del maestro a colocar flores y rojas banderas.

* Fotografía de Fernando Ahumada.

El Día Internacional de los Trabajadores

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

¡El Primero de Mayo! Fecha que no es
para nosotros un día de fiesta, sino un
día de protesta, un día de conjugación
para reiterar nuestros propósitos de
marchar a la conquista de la redención
del trabajo…”

(Luis Emilio Recabarren: periódico “El
Trabajo, Tocopilla, 9 de abril de 1905).

A fines del siglo XIX, Estados Unidos vivía el amanecer de la revolución industrial. Los trabajadores eran ferozmente explotados. Debían laborar jornadas de 14 y 16 horas diarias. Vivían en forma miserable.

Acortar la jornada una vieja aspiración

Desde 1827 hubo movilizaciones por reducir la jornada de trabajo. En ese año estalló una huelga de los carpinteros, vidrieros y albañiles en Filadelfia. Posteriormente, quince sindicatos de esa ciudad constituyeron la “Mechanics Asociations” y se editaron los primeros periódicos obreros.

Este ejemplo fue seguido en otros estados de EE UU. En 1845 se efectuó en Nueva York el Primer Congreso Industrial, donde se planteó la reducción de la jornada a 10 horas.

En 1868, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Ingersol, que establecía la jornada de 8 horas. Pero esta ley no fue cumplida por los capitalistas.

En 1873 el país fue azotado por una grave crisis económica. Quebraron industrias y aumentó la cesantía. Surgieron ollas comunes para los desocupados.

Se enfrentan las clases

El Congreso de Sindicatos, reunido en Chicago en 1898, exigió el cumplimiento de la ley de las 8 horas. Acordó como punto de partida de sus acciones el 1º de mayo de 1886. Comunicaron a los patrones que harían cumplir su resolución y que no transarían.

Reaccionaron los patrones. El “Chicago Times”, periódico de los capitalistas, escribió textualmente: “La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Hay que esperar que su uso se generalice”.

En las bases proletarias se creaban condiciones para cumplir el acuerdo del paro nacional fijado para el 1º de Mayo de 1886.
Pero, la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, la principal organización de los obreros del país envió una circular a todas las organizaciones pertenecientes a ella, donde manifestaba: “Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1º de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto”.

Este comunicado fue rechazado de plano por los proletarios de Estados Unidos y de Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.

El histórico movimiento de 1886

Fue así como el 1º de Mayo de 1886, hace 125 años, se iniciaron en Estados Unidos cinco mil huelgas. En ellas participaron más de 340 mil trabajadores.

¿Qué exigían los huelguistas? Los tres ocho: ocho horas de trabajo, ocho horas de reposo y ocho horas de educación. Sí, leyeron bien: ocho horas de educación. Y ello ocurría, hace más de un siglo atrás.

La masacre del 3 de mayo

En Chicago, importante centro industrial, la inmensa mayoría de los obreros adhirieron al paro.

Una industria de maquinarias agrícolas, la Cyrus Mac Cormick, despidió a todos sus operarios y contrató rompehuelgas.
El 3 de mayo de 1886, miles de trabajadores se instalaron ante las puertas de esa industria, con el fin de repudiar a los esquiroles. Estaban tranquilamente allí, cuando irrumpió la policía disparando a quemarropa. Seis obreros cayeron asesinados. Otros cincuenta quedaron heridos.

Los sucesos en la Plaza Haymarket

El 4 de mayo se convocó a un mitin de protesta contra la masacre del día anterior, en la Plaza Haymarket de Chicago. Se estaba reuniendo una impresionante cantidad de trabajadores, cuando la policía procedió a dispersarlos violentamente. Estalló una bomba en medio de los agentes, muriendo ocho de ellos. La fuerza represiva abrió fuego: cayeron 50 obreros.

Se decretó el Estado de Sitio. Fueron detenidos 31 dirigentes y periodistas proletarios. Se les responsabilizó del lanzamiento de la bomba.

Se inicia un monstruoso juicio

El 21 de junio de 1886 comenzó un proceso contra 31 trabajadores, cuyo número se redujo a ocho: August Spies (alemán, de 31 años de edad y profesión periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Louis Linng (alemán, 27 años, carpintero), Samuel Fielden (inglés, 34 años, pastor metodista y obrero textil), Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor), Michael Schwab (alemán, 30 años, tipógrafo) y Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).

En el desarrollo del juicio los acusados se transformaron en acusadores del injusto y cruel régimen capitalista.

Por ejemplo, August Spies dijo: “Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia… Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia”.

Una mexicana llamada Lucy Parsons

Dos mujeres fueron protagonistas conmovedoras de la campaña por salvar la vida de los sentenciados.

Una de ellas fue Lucy Parsons. Su nombre de soltera era Lucía Eldine González. Había nacido en Texas en 1853, pocos años antes que Estados Unidos arrebatara ese y otros estados a México. Conoció al obrero Albert Parsons. Se casaron en 1871. Tuvieron dos hijos. Se fueron a vivir a Chicago en 1873. Allí ella abrió una pequeña tienda de ropa y él laboraba en un taller de impresión.

Lucy Parsons estudió. Compartía los ideales libertarios de su esposo. Se transformó en una luchadora social. Ayudó a formar la Unión de Mujeres de Chicago. Escribía artículos en los periódicos obreros. Participó en las acciones del 1º de mayo de 1886.

Cuando su compañero fue detenido, recorrió todos los sindicatos obreros de la ciudad impulsando a los trabajadores a salir a la calle a presionar a las autoridades, a gritar su protesta. Consiguió que la siguieran hasta las puertas de la cárcel a exigir la libertad de los líderes obreros.

Después del crimen de Chicago, continuó luchando por la causa proletaria hasta su muerte.

En medio de la lucha de clases, el amor

Durante el juicio, en medio de tantas falsas acusaciones y de la intrépida defensa de los dirigentes, floreció también el amor.
Una adinerada y hermosa joven de la alta sociedad, llamada Nina van Zandt, concurrió a las sesiones, que eran públicas, movida por la curiosidad de ver a aquellos terroristas acusados de tantos crímenes. Los escuchó sorprendida, primero; admirada, después.

abía tanta verdad en sus argumentos, tanta pasión, tanta elocuencia, tanta honestidad e inteligencia, que se sintió atraída por esos dirigentes obreros. Especialmente la cautivó uno: August Spies. Lograron conversar. Se enamoraron. Y decidieron casarse en la cárcel, al pie del patíbulo. El matrimonio se efectuó en el interior de la cárcel con dos familiares y cuatro gendarmes por testigos. Nina fue a suplicar de rodillas clemencia al gobernador para su amado. Intentó hablar con el Presidente de la República. Todo fue inútil. Spies fue ejecutado junto a sus compañeros.

A partir de entonces la bella Nina se convirtió en una revolucionaria. Su pasión por la libertad, su odio a los explotadores, su adhesión a los trabajadores no la abandonó hasta el fin de sus días.

Condena y solidaridad internacional

El fiscal de la causa no logró presentar pruebas concretas que vincularan a los acusados con el lanzamiento de la bomba. Ello no fue impedimento para que, con fecha 30 de agosto de 1886, el Tribunal de Chicago condenara a los ocho a morir en la horca.

Al conocerse la noticia, los sectores progresistas de la tierra levantaron una ola de indignación. Desde muchos lugares del mundo se demandó el respeto del derecho a la vida de los 8 dirigentes.
Y la solidaridad internacional, cuya importancia los chilenos comprobamos en los oscuros días de la dictadura, salvó la vida a tres dirigentes. A Michael Schwab y Samuel Fielden, se les conmutó la pena de muerte por cadena perpetua; a Oscar Neebe, por 15 años de cárcel.

En el patíbulo

Se fijó como día para cumplir la condena de los otros cinco, el 11 de noviembre de 1887. Pero en la víspera, en la noche del 10 de noviembre, Louis Ling, el más joven de los dirigentes, se suicidó haciendo estallar un cartucho de dinamita en la boca.
El 11 de noviembre de 1887 llevaron al patíbulo a: Augusto Spies, George Engel, Alberto Parson y Adolfo Fischer. Los cuatro enfrentaron la muerte valiente y serenamente. Sabían que eran inocentes y que se les ahorcaba como una forma de atemorizar a los obreros estadounidenses. Cada uno pronunció unas palabras antes de ser colgado. Por ejemplo, Augusto Spies proclamó: “Salud tiempo, en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces hoy sofocadas por la muerte”.

El testimonio de José Martí

El patriota y poeta cubano José Martí fue testigo presencial de lo acontecido ese 11 de noviembre de 1886 en Chicago. En un reportaje enviado al periódico “La Nación”, de Buenos Aires, escribió:

“… salen de sus celdas. Se dan las manos, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha… Les bajan las capuchas, luego una señal, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”

Más adelante añade José Martí: “En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores, acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca, y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven, su selvoso cabello castaño”.

El Día Internacional de los Trabajadores

En julio de 1889 tuvo lugar en París un Congreso de la II Internacional. En éste se resolvió conmemorar cada 1º de Mayo el Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los Mártires de Chicago.

El 1º de Mayo de 1890 se organizaron en varios países de Europa y América manifestaciones de masas, huelgas y mitines obreros reivindicando la jornada de 8 horas y el cumplimiento de otros acuerdos del Congreso.

A partir de entonces los trabajadores de todos los países conmemoran anualmente el 1º de Mayo como jornada combativa de las fuerzas revolucionarias y de solidaridad internacional del proletariado.

La tardía y cínica reivindicación

En 1893, el fiscal que había llevado la causa contra los 8 dirigentes, confesó, en su lecho de muerte, que fueron falsos todos los cargos contra ellos. Entonces la “justicia” burguesa sin sentir vergüenza alguna, decretó la libertad de los tres detenidos y “reivindicó públicamente” a los otros cinco.

El crimen de Chicago no sólo costó la vida de esos cinco. Fueron asesinados y heridos cientos de trabajadores. También otros miles perdieron sus puestos de trabajo, sufrieron arresto, encarcelamiento, torturas. La mayoría eran inmigrantes: alemanes, italianos, españoles, rusos irlandeses, judíos, polacos…
Ninguno de ellos fue reivindicado.

El 1° de Mayo en Chile

En Chile se conmemoró por primera vez el Día Internacional de los Trabajadores en 1892, con un acto realizado en la Plaza de la Justicia de Valparaíso, organizado por el Partido Demócrata. En esa ocasión, el dirigente de ese partido, Agustín J. Leiva hizo un breve alcance sobre el significado de esta fecha e invitó a la clase obrera a unirse a fin de que “el rico ceda lo que por derecho y razón nos pertenece”.

El más antiguo manifiesto del 1° de mayo

Al año siguiente, con fecha 29 de abril de 1893, el periódico “El Obrero”, de La Serena, publicó el más antiguo Manifiesto del 1º de Mayo conocido en Chile. Su autor, Luis Peña y Lara. Allí se decía:

“Trabajadores y obreros demócratas de Chile: Hoy es el día en que el pueblo hambriento y desnudo formula enérgica protesta contra el orden de cosas existente, contra la organización actual de la sociedad.

Ese grito de protesta lanzado por el oprimido que trabaja y nada tiene, es universal: no reconoce ni fronteras ni razas ni nacionalidades, y donde quiera haya explotados y explotadores, víctimas y verdugos, se presiente la formidable lucha de la igualdad económica contra la tiranía política; de la libertad social contra las usurpadas regalías de la nobleza; del egoísmo de las clases privilegiadas contra la fraternidad y contra la soberanía augusta del pueblo entero…

Para realizar este gran pensamiento de la unificación de la familia proletaria bajo un estandarte de mutua solidaridad, los obreros proletarios han consagrado como día de protesta universal, la fecha clásica del 1º de Mayo…”

Recabarren y el 1° de Mayo

Con fecha 9 de abril de 1905, Recabarren escribió en “El Trabajo”, de Tocopilla: “¡El Primero de Mayo! Fecha que no es para nosotros un día de fiesta, sino un día de protesta, un día de conjugación para reiterar nuestros propósitos de marchar a la conquista de la redención del trabajo…”

En Chile, durante 40 años, hasta 1931, el 1 de mayo no era feriado. Los obreros que participaban en los actos del Día Internacional de los Trabajadores debían paralizar sus labores.

Por eso, Recabarren –que fue un permanente impulsor de los actos del 1º de Mayo- escribió en “El Pueblo Obrero”, de Iquique, con fecha 4 de abril de 1907: “… Todos los elementos que ya comprenden la gran significación del 1º de Mayo, deben, con tiempo, inducir a los trabajadores a no trabajar en ese día. Es el domingo obrero. Las fábricas deben paralizarse, las maquinarias deben estar muertas, silenciosas; los campos desiertos; en los talleres no debe moverse una herramienta; en la calle no debe haber tráfico de vehículos, los tranvías, los carretones, los carruajes, los ferrocarriles, todo debe descansar ese día.

Es un solo día en el año. Un solo día, el que queremos sea nuestro, propio, exclusivo de los obreros del mundo”.

En los tiempos de Recabarren

Relata el líder del magisterio César Godoy Urrutia: “En Santiago, los actos del 1º de Mayo siempre se realizaban en la Alameda de las Delicias, levantado muchas tribunas –porque no había amplificadores- ocupando muchas cuadras cerradas de gente. En primer lugar tenían un sentido de protesta y este día no se movía una rueda en la ciudad, no salían ni los autos particulares, era un paro absoluto. Entonces todos los trabajadores participaban en los mítines. Generalmente se hacían de mañana. Llegaban columnas, grupos con sus estandartes, sus leyendas. En las tribunas, que se levantaban hablaban allí un comunista, por otra parte un anarquista, era posible que lo hiciera también algún católico y la mayor parte de las veces terminaban en sablazos de la policía que era bastante brava. Más de una vez hubo muertos y heridos, que fueron recogidos de las calles”.

El Programa de 1910

En ese año los diarios anunciaban el extenso programa que había preparado la Comisión del Primero de Mayo, constituida para esos efectos.

“PROGRAMA: Día 30 de abril, 8,30 p.m.: Gran velada en el teatro que la Sociedad Andrés Bello posee en la calle San Diego Nº 154.
Día 1º de Mayo, 9,30 a.m. Gran meetings al pie del Cerro Santa Lucía.
10,30 a.m. Desfile general de sociedades y el pueblo. La columna partirá desde el pie del cerro Santa Lucía, doblará por Ahumada hacia San Pablo, donde tomará hasta Matucana para ir a agruparse en el tabladito que hay frente al Portal Edwards. Aquí harán uso de la palabra varios oradores, durante diez minutos cada, sobre el tema de la manifestación.

8,30 p. m.: Conferencia y velada en el Teatro Andrés Bello. La conferencia estará a cargo del camarada Luis Emilio Recabarren y la parte dramática será desempeñada por el grupo “La Protesta” y presentará el drama “1º de Mayo”.

Concluirá el acto y las fiestas oficiales con las canciones La Internacional y el Himno de los Trabajadores”.

Recabarren echó mano a las melodías de moda, a las cuales ponía letra combativa. Por ejemplo, con la música del aria de la ópera Nabuco, creó el Himno al Primero de Mayo. En uno de sus versos decía:

“Despertad, oh falange de esclavos!
de los sucios talleres y minas,
los del campo, los de las marinas,
tregua, tregua al eterno sudor!”

El último 1° de mayo de Recabarren

Relata Juan Vargas Puebla: “La concentración del 1º de mayo de 1924 se efectuó en la Alameda en el monumento de Bernardo O’Higgins. Fue un acto unitario, organizado por un comité formado por la FOCH, la IWW (anarcosindicalistas), la Confederación General de Trabajadores (anarquistas), el Partido Comunista y el Partido Democrático. Se habló en la cola del caballo de O’Higgins. Todos los oradores señalaron la importancia de la unidad.

En 1924, el 1º de mayo no era feriado, la gente para acudir al acto debía abandonar el trabajo. No había parlantes.
Por entonces yo era secretario general de la Unión Juvenil de la IWW. Éramos unos 80 muchachos.

Terminada la concentración, me fui desfilando detrás de la FOCH y de Recabarren –llevando la bandera de la Unión Juvenil- hasta la Plaza Vicuña Mackenna. Allí Recabarren subió a un muro y pronunció otro discurso.

Después marchamos hacia el local de la FOCH, en Agustinas esquina con Tenderini. Era una casa vieja. Allí se imprimía el periódico de la FOCH y “Justicia” del Partido Comunista. Por calle Agustinas la casa tenía un balconcito. Recabarren se subió allí y habló. Sin que nadie me lo pidiera y sin autorización alguna, yo hice lo mismo en nombre de los jóvenes de la IWW. Los presentes, casi todos comunistas, me aplaudieron. Era la primera vez que hablaba en público.
Al bajar, Recabarren me puso la mano en la cabeza y me dijo: ‘Bien muchacho, muy bien…’ Fue la segunda y última vez que vi vivo a Recabarren.”

Luis Emilio Recabarren se suicidó el 19 de diciembre de 1924. Sus funerales fueron una multitudinaria manifestación de dolor y de cariño hacia el fundador del Partido Comunista y padre del movimiento obrero chileno.

“Albores de la Revolución Social en Chile” por Recabarren

DE UN DISCURSO MEMORABLE DEL DIPUTADO RECABARREN: “ALBORES DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL EN CHILE”

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Elegido diputado por Antofagasta, el 6 de marzo de 1921, Luis Emilio Recabarren fue un brillante parlamentario.

El 15 de julio de 1921 pronunció un discurso histórico enla Cámara de Diputados. En un tono vibrante, exponiendo con valentía y muchos antecedentes, respondiendo con rapidez e ingenio las interrupciones de los representantes de la derecha, trazó la historia de la clase obrera chilena. Destruyó las falsedades inventadas por la burguesía.

Esa intervención, que tenía por título “Albores de la Revolución Social en Chile”, la inició diciendo:

La clase trabajadora chilena

“Me voy a permitir ocupar la atención de esta Cámara para hacer un acto de defensa de las clases trabajadores.

Constantemente, no diré fuera de esta sala, en la prensa y entre los particulares, sino en el recinto mismo de la Cámara, se vierten, a mi juicio, ofensas gratuitas al proletariado chileno. Y yo estimo necesario que se levante en este recinto una voz que lo defienda, porque nunca se han contestado esas ofensas…”

Mostró las valiosas cualidades de los trabajadores chilenos. Por ejemplo, recordó la iniciativa de la Mancomunal de Obreros de Tocopilla de adquirir una imprenta en 1903, para editar un periódico. Señaló al respecto: “Yo encuentro de una sublimidad majestuosa el pensamiento de estos obreros –peones, playeros, estibadores, cargadores, lancheros- que soñaban con tener una imprenta para desarrollar sus facultades mentales, viéndose huérfanos en esta sociedad, que no los ayudaba a instruirse, a ilustrarse. ¡Ellos mismos, por sí solos, por sus propios esfuerzos juntaron dinero para comprar una imprenta y publicar un periódico!”

El Partido Comunista desde 1912

En otra parte de su discurso, Recabarren subrayó que, desde su nacimiento, el partido revolucionario de la clase obrera chilena tuvo una orientación comunista. Dijo en esa ocasión: “Algunos años después –y como siempre sucede en la evolución de las ideas- hemos desarrollado el concepto, y no transcurrido mucho tiempo los trabajadores de los distintos pueblos de la República ya demostraban ideas comunistas, y concebían claramente el socialismo, como se ve en el programa del Partido Socialista hecho en 1912”. Enfatizó: “He hablado ya del hecho de que el partido socialista desde el año 12 ha acogido las ideas comunistas”.

“Tenemos derecho a conquistar el poder”

En otro acápite de su discurso del 15 de julio de 1921, Recabarren afirmó:

“Yo deseo dejar establecido que nosotros creemos tener también el derecho de conquistar el poder político… Y si vemos que el fraude y dolo se pone en práctica para atentar contra nuestra ascensión al poder político, ¿qué nos tocará hacer? ¿cruzarnos de brazos? Al contrario: ante estos delitos, ante estas iniquidades, nosotros habremos de luchar con firmeza hasta conquistar todos nuestros derechos, primero por medio de la legalidad, pero cuando veamos que se nos cierra el camino de la legalidad iremos si es preciso, y no lo dudéis, a la revolución. Y nadie puede negarnos en esta Cámara el derecho a hacer la revolución”.

Agregó: “Tengo aquí un artículo publicado en ‘El Trabajo’, periódico de la Mancomunal Obrera de Tocopilla, el año 1903. Dice un obrero estas magníficas expresiones: ‘La Revolución seguirá impertérrita su marcha, tranquila si la libertad la ampara, violenta y terrible si se le pretende detener en su camino. Sembrad odios y recogeréis venganza”.

(Recabarren, Luis Emilio: “Los albores de la Revolución en Chile”, discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, el 15 de julio de 1921, en “El pensamiento Político de Luis Emilio Recabarren”. Editora Austral, 1971, Tomo I, páginas 99, 108, 109 y 110, 112 y 128).

Nace el centro “Belén de Sárraga”

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Teresa Flores

“El Despertar de los Trabajadores” en su edición del 10 de abril de 1913, publicó una carta al director que decía: “Permítame que desde las columnas de nuestro periódico haga saber a las lectoras de Iquique que en el vecino puerto de Antofagasta se ha organizado el viernes último un centro de mujeres libre-pensadoras, que tomó por nombre Belén de Sárraga, en recuerdo y homenaje a la valiente mujer que, por predicar la liberación de la conciencia, ha recibido el grosero ataque del clero…Invito a mis amigas y compañeras de ideas a organizar aquí en Iquique un centro análogo al de Antofagasta… Agradeciendo la cooperación que El Despertar nos preste, saluda a usted, Teresa Flores”.

Belén de Sárraga en el norte de Chile

Poco antes, en febrero de 1913, invitada por Luis Emilio Recabarren, Belén de Sárraga había visitado el norte de Chile (Antofagasta, Iquique, Negreiros y Pisagua), para realizar una serie de conferencias públicas. El periódico La Razón le editó un folleto. El periódico “El Despertar de los Trabajadores”, fue el encargado de anunciar sus conferencias, publicar algunas columnas suyas, defenderla contra el ataque de los sectores conservadores chilenos y promover sus ideas. Además, el diario “El Mercurio” de Valparaíso la entrevistó. Fue la fuente de inspiración para poetas como Néstor Recabarren, Salvador Barra Woll y Máximo Silva.

Se funda centro en Iquique

El 17 abril de 1913 se creó el Centro Femenino anticlerical “Belén de Sárraga” de Iquique, una de las primeras organizaciones de mujeres en Chile con una orientación revolucionaria.

Teresa Flores escribió en ‘El Despertar de los Trabajadores’, con fecha 21 de abril de 1914, refiriéndose a Belén de Sárraga, conferencista socialista y anticlerical española: “Ella ha dado al socialismo de Tarapacá un contingente femenino que habría tardado en despertar, si no hubiera vibrado aquí , con clarinada de bronce.”

Según Cecilia Salinas, “la acción de Teresa Flores y los Centros ‘Belén de Sárraga’ se inscriben en el marco de la acción político-social; pensada ésta como una posibilidad de emancipación femenina, con el respaldo de la cooperación y apoyo de ambos sexos”.

(Cecilia Salinas: “La Mujer Proletaria. Una historia por contar”. Ediciones LAR, concepción, 1987, páginas 88 a 107).

Dirigentes femeninas

El primer directorio del Centro de Iquique estuvo integrado por: Teresa Flores (Presidenta), Juana A. de Guzmán, Nieves P. de Alcalde, Luisa de Zavala, María Castro, Pabla R. de Aceituno, Ilia Gaete, Adela de Lafferte, Margarita Zamora, Rosario B. de Barnes y Rebeca Barnes.

Sus estatutos revelan los métodos utilizados para promover sus ideas y mantener la organización.

“Art. 1. Este centro se compone de mujeres que voluntariamente y sólo por amor a la verdad, se comprometen”.

Recabarren defiende a Belén de Sárraga

Luis Emilio Recabarren escribió en “El Despertar de los Trabajadores”, de Iquique, 12 de abril de 1913, defendiendo a Belén de Sárraga, a quien había invitado, como ya dijimos, al norte. Critica al clero que “ha dicho de la conferencista tales barbaridades que conviene que el pueblo conozca la calidad moral de la canalla clerical. Ha dicho que la señora Belén es una estafadora, una farsante, divorciada, sin hogar, sin hijos; impía, ha dicho ridiculeces como que es vieja y fea, insípida; la ha calificado hasta de prostituta. ¡Ha sido el colmo de la indecencia clerical! Toda esta campaña inmunda y obscena no sólo se ha dicho en la prensa de Antofagasta, sino que se ha dicho en toda la prensa católica del país”.

En ”El Bonete”, de Iquique, con fecha 18 enero de 1913, Recabarren se burla de la frase que sostiene que el que no cree en Dios es un animal. Recabarren dice que ha recorrido los prostíbulos, descubriendo a las niñas envilecidas por sus propias madres. “¿Qué dice Dios de tanta injusticia?”.

Un santo con los pies en la tierra

Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER

Desde el domingo 23 de octubre del 2005 la Iglesia Católica chilena tiene otro santo: San Alberto Hurtado. Fue canonizado por el Papa Benedicto XVI.

Infancia de Luis Alberto Hurtado Cruchaga

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, el 22 de enero de 1901, en el seno de una familia aristocrática empobrecida. Vivió sus primeros años en el campo, en un fundo de Casablanca. Tenía cuatro años de edad, cuando falleció su padre, Alberto Larraín. Su madre, Anita Cruchaga, quedó sola, sin dinero y con dos hijos pequeños Alberto y Miguel, su hermano menor. Debieron mudarse a Santiago, a donde unos tíos.

Desde niño Alberto mostró gran generosidad, una profunda solidaridad. Visitaba y ayudaba a los más necesitados.
Gracias a una beca, pudo estudiar en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús. Era un buen estudiante, aunque no sobresaliente. En ese establecimiento conoció en 1915 al padre Fernando Vives Solar, su profesor de historia, sacerdote jesuita, que ejerció gran influencia en él.

En 1918 comenzó a estudiar Leyes en la Universidad Católica. Se recibió como abogado en 1923. Ese mismo año, habiendo asegurado la situación económica de su madre, pudo realizar lo que anhelaba desde muy joven: ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán.

Salió al extranjero. Viajó a España. En Barcelona estudió Filosofía, de 1927 a 1931. Luego se dirigió a Bélgica. En la Universidad de Lovaina estudió Teología, entre 1931 y 1935, obteniendo también el doctorado en Psicología y Pedagogía.

Fue igualmente en Bélgica, donde recibió la Ordenación como sacerdote el 24 de agosto de 1933.

Retorna a Chile en 1936

“Al terminar sus estudios -se señala en una página de la Iglesia Católica- después de pasar por numerosos países, empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón”.

Era enero de 1936. Gobernaba en su segunda administración, Arturo Alessandri Palma. Chile era un país agitado. La gente de izquierda iniciaba conversaciones, que culminarían el 26 de marzo con la constitución del Frente Popular.

También había inquietud en las filas católicas. Sólo dos meses antes, el 12 de octubre de 1935, había tenido lugar una Convención Nacional la Juventud Conservadora. En ella, jóvenes afines a las línea social cristiana, se distanciaron del Partido Conservador y crearon la Falange Nacional. Entre sus fundadores estaban el doctor Eduardo Cruz-Coke Lassabe, Héctor Rodríguez de la Sota, Eduardo Frei Montalva, Horacio Walker Martínez, Bernardo Leighton Guzmán, Ricardo Boizard Bastidas, Radomiro Tomic Romero y Manuel Blanco Valverde.

Al parecer, el Padre Hurtado no se dio por enterado de ello. Estaba dedicado a hacer clases de religión en el Colegio San Ignacio. Donde hubo preocupación fue en la jerarquía de la Iglesia. Dos obispos, Augusto Salinas y Gilberto Fuenzalida, escribieron al Vaticano solicitando que se sancionara a la Falange, porque -en su opinión- los católicos chilenos sólo debían votar por el Partido Conservador. El Vaticano respondió que no. La nota enviada desde Roma estaba firmada por el Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII.

¿Es Chile un país católico?

Con este título escribió el Padre Hurtado un libro publicado por Editorial Splendor, de Santiago. Tenía 186 páginas, que causaron polémica e indignación en las clases dominantes. Apareció en 1941, con prólogo del obispo monseñor Augusto Salinas, el mismo que había escrito al Vaticano pidiendo las penas del infierno para la Falange Nacional.

Por entonces, había triunfado el Frente Popular en las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 1938 y el 24 de diciembre de ese año se inició el progresista gobierno de Pedro Aguirre Cerda. En la campaña electoral, los partidos Conservador, Liberal y Demócrata levantaron la candidatura del reaccionario Gustavo Ross Santa María, llamado “el último pirata del Pacífico”. En cambio, la Falange Nacional había adherido al abanderado del Frente Popular.
En su obra “¿Es Chile un país católico?”, el padre Hurtado hizo una larga introducción refiriéndose a la situación del catolicismo en el mundo. Habló de sus retrocesos y también de sus avances.
Tenía un marcado anticomunismo. Escribió: “Las doctrinas de Marx han recibido innumerables adherentes durante el último siglo” (Página 20), pero agrega más adelante: “El pueblo está más cerca de volver a Cristo después de haberse desengañado del ideal comunista”. (Página 22)

Arremetió contra los intelectuales progresistas: “Bernard Shaw, Herbert Wells y Bertrand Russel, tres formidables enemigos del Cristianismo, han moldeado el alma de los ingleses más que todos los eclesiásticos juntos” (Página 25)

“Las miserias de nuestro pueblo”

Así tituló el Padre Hurtado el primer capítulo dedicado a Chile. En él afirmó: “El más aparente de nuestros problemas es el de la miseria de nuestro pueblo, que tiene como primera causa la falta de educación, más otros factores de orden moral y económico”. Agregando: “No podemos en Chile obtener reforma alguna sin dar antes solución al problema de la ignorancia y falta de educación de nuestro pueblo. Graves son los problemas de salario, los problemas políticos, la lucha de clases tan apasionada durante estos últimos años, pero todos ellos encierran la más profunda de sus raíces en la falta de una verdadera cultura de nuestro pueblo”. (Página 51).

Luis Alberto Hurtado

Luis Emilio Recabarren

Interesante. Se puede marcar un paralelo entre el pensamiento de Luis Emilio Recabarren y el del jesuita. Ambos plantearon la necesidad de educar a los trabajadores. Recabarren para crear en ellos conciencia de clase y transformarlos en una fuerza capaz de producir el cambio del capitalismo por una sociedad mejor. El padre Hurtado, para capacitarlos a resolver sus problemas más urgentes, pero dentro del régimen de explotación del hombre por el hombre. El padre Hurtado repetía insistentemente: “Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado”.

Resulta también de enorme interés que el sacerdote reconozca la existencia de la lucha de clases, concepto que hasta hoy niegan no sólo las clases dominantes, sino que incluso algunos que se autodefinen como “izquierdistas”.

Pobres y ricos

En el capítulo “El problema económico del pobre”, escribió: “La miseria en que vive nuestro pueblo es grande. Los salarios no bastan para llenar en muchas industrias y zonas agrícolas las necesidades de un individuo, menos de una familia, en forma humana” (Página 62). Señaló que no le alcanza para alimentarse, menos para vestuario, medicinas y de las entretenciones ni hablar.
Comparó esta existencia miserable con la vida de los ricos, afirmando: “Con lo que gastan las mujeres en cosméticos y los hombres en licor ¡cuántos pobres podrían vivir! Agregaba: “Los patrones católicos ojalá fueran los primeros en preocuparse del problema del salario… Esta es una obligación primordial de su fe” (Página 66)

Observaba con preocupación “que la masa obrera de nuestras ciudades han engrosado en su inmensa mayoría las filas del marxismo, que no puede llevarla sino a experiencias más dolorosas que las pasadas si logra realizarse”. (Página 74)

Educador de juventudes

En ese mismo año 1941 fue nombrado Asesor Arquidiocesano de la Juventud. Sus especiales características hicieron del padre Hurtado un influyente modelo para los jóvenes de su época. Escribió varios libros dedicados a ellos. Realizó múltiples actividades con la juventud: retiros, charlas, clases, organizaciones, desfiles, antorchas. Estos métodos, antes no usados por la Iglesia, resultaron muy atractivos a los jóvenes. Los remecieron, entusiasmaron y convencieron.

Escribía: “Joven que lees estas líneas, si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria”.

En 1942 fue designado asesor nacional de la Juventud. Ahora debía recorrer todo el país, ganando a la joven generación.

Pero las clases dominantes estaban en contra del padre Hurtado. Lo acusaban de injerencia en lo político, de ideas avanzadas en lo social. A ello se unió las fuertes divergencias que habían surgido con sus superiores, algunos de los cuales argumentaban que no obedecía a la jerarquía. Ello obligó al educador juvenil a abandonar esa hermosa obra suya. Fue en diciembre de 1942.

También con los trabajadores

Ya en su primer libro mostró su enorme preocupación por las condiciones de vida de los obreros. Insistía que la sindicalización de los trabajadores era el principal medio para mejorar su calidad de vida, superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano.

El entonces sacerdote José Manuel Santos Ascarza, después Arzobispo Emérito de Concepción, recordaba refiriéndose a los objetivos de la labor sindical del padre Hurtado: “Lo que a él más le preocupaba era que las organizaciones laborales estaban en manos ajenas y empezó a trabajar para formar una Asociación sindical chilena. ‘Manos ajenas’ eran, para el padre Hurtado, aquellas no cristianas y que algunas veces usaban el movimiento sindical con otros fines, ajenos a los trabajadores”.

El 13 de junio de 1947, el padre Hurtado fundó la Acción Sindical Chilena, ASICH. Hay quienes opinan que ésta, más que una central sindical, era un instituto de estudio, desde donde se trabajaba para influir en el movimiento sindical.

Otro cristiano, que también encontró un cauce orientador de su sensibilidad social en el jesuita Fernando Vives Solar, fue Clotario Blest, quien siguió otro camino al del padre Hurtado. Entre ellos no hubo buenas relaciones.

Mónica Echeverría relata en su libro “Antihistoria de un luchador”, que hacia 1950 Clotario Blest, luego de regresar de un viaje a la Unión Soviética, fue invitado por la ASICH para dar una conferencia. Al llegar al local, acompañado por jóvenes comunistas, vio sentados en primera fila a rusos blancos, antisoviéticos. Don Clotario dijo “yo no he venido a polemizar” y se retiró. Días después, el periódico Tribuna Sindical, órgano de la ASICH, denunció a Clotario Blest como “un agente del comunismo”.

Juan Imilán Paisil, último presidente de ASICH (1970-1971) opinó que “hoy el Padre Hurtado nos pediría a todos los trabajadores ser más conscientes y responsables, valorizar la solidaridad… Construir lazos de unidad para trabajar juntos, buscando caminos de consenso.”

No subestimar su labor social

El Padre Hurtado dio gran importancia a la lucha ideológica. Por ello fundó el 1º de octubre de 1951 la revista Mensaje.

En la Revista Universitaria Nº 78 (diciembre 2002- febrero 2003), de la Universidad Católica, se escribe:

“A veces sucede que el peso de la historiografía puede adquirir tal volumen que el contacto con las fuentes del pasado se debilita hasta perderse. Esto sucede con frecuencia con los temas que se relacionan con una suerte de uso público de la historia, los que se convierten en argumentos de actualidad y de información para los medios. La figura del jesuita Alberto Hurtado ha adquirido estas características. Su atractiva imagen de activo apóstol de la acción social de la Iglesia Católica ha terminado por convertirse en un estereotipo, limitado a través de un rico anecdotario y de algunas de sus más visibles iniciativas, como sucede con el Hogar de Cristo… Se trata de una imagen que podríamos llamar ‘impresionista’.”

Es verdad. ¿Será causa de ello la molestia que creó su obra social en ciertos sectores de nuestra sociedad?

El padre Alberto Hurtado falleció en Santiago, el 18 de agosto de 1952. Fue beatificado por Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994. El 23 de octubre de 2005, al ser canonizado por Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro, su nombre fue inscrito en el catálogo de santos.

¿Cuál es el mejor homenaje que se le puede rendir?

Nuestra Gabriela Mistral escribió en la revista Mensaje de noviembre de 1952:

“Y alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo o de pluma de Silesia sobre la sepultura de este dormido, que tal vez será un desvelado o un afligido, mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente. Démosle al Padre Hurtado un dormir sin sobresalto y una memoria sin angustia de la chilenidad, criatura suya y ansiedad suya todavía”.