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Crónica del Homenaje a Luis Emilio Recabarren: 19 de diciembre de 2019

Era el mediodía del jueves 19 de diciembre de 2019. Desde la entrada del Cementerio General, ubicada en avenida La Paz, avanzó -portando banderas del CEILER y del Partido Comunista de Chile- la columna. En el sitio donde está destinado la plazoleta en homenaje al padre del movimiento obrero chileno, la dirección del Cementerio tenía todo preparado: un gran toldo, sillas, tribuna, equipo de parlantes.

El homenaje al 95º aniversario de la ida física del fundador del Partido Comunista de Chile había sido organizado por el Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, y convocado además por la Confederación Nacional de Trabajadores de la Construcción (CNTC); Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Excavadores. Alcantarilleros; Dirección del Cementerio General; Asociación de Funcionarios Municipales de Recoleta; Sindicato de Trabajadores a Honorarios de la Municipalidad de Recoleta; Colegio de Profesores Comunal de Recoleta; Universidad Abierta Luis Emilio Recabarren.

Se inició el acto, con la conducción del Secretario Ejecutivo del CEILER, Elías Pérez, quien junto con saludar a la numerosa asistencia (entre ella, todo el Consejo Nacional de la Confederación de Trabajadores del Cobre), leyó un mensaje llegado desde España, que decía:

“Estimados Compañeros: Desde la tierra de Pablo Casals, les envío este saludo en el homenaje a nuestro querido maestro Luis Emilio Recabarren.

Nos sentimos muy agradecidos y en la distancia deseamos que sepan que siempre estamos presentes…

Eulogio Dávalos Llanos.
Presidente del Centro
Salvador Allende de Barcelona”

Siguiendo la tradición de Recabarren, estuvo presente el arte. Carlos Araneda, acompañado de Carlos Jeldes, cantó la canción de Víctor Jara, que es el himno del CEILER.

Inició las intervenciones homenaje, el historiador y vicepresidente del CEILER (cuyo discurso adjuntamos), Iván Ljubetic. Luego un grupo de actores del Cementerio General realizó una emotiva, combativa, hermosa y muy aplaudida presentación relacionada con Recabarren, Teresa Flores y la actual lucha del pueblo chileno.

A continuación, intervino Rashild Saud, director del Cementerio General y permanente colaborador con el CEILER.

Le siguió la Secretaria Política del Comité Regional Jorge Muñoz del Partido Comunista, Ana María Puelma.

Homenaje LER 2019

El cuarto orador fue el presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Manuel Ahumada.

Homenaje LER 2019

En nombre de los Trabajadores a Honorarios de la Municipalidad d Recoleta habló su presidente, Sebastián Ulloa.

Cerró las intervenciones, Juan Gajardo, miembro del Comité Central y de la Comisión Política del Partido Comunista.

Cantó una bella canción Carlos Araneda. Luego ese sector del Cementerio General se llenó con los acordes del himno de los trabajadores de toda la tierra, La Internacional, cantada por toda la concurrencia.

Luego, encabezados por dirigentes del Comunal Recoleta del Colegio Profesores, se concurrió a la tumba del maestro a colocar flores y rojas banderas.

* Fotografía de Fernando Ahumada.

El Día Internacional de los Trabajadores

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

¡El Primero de Mayo! Fecha que no es
para nosotros un día de fiesta, sino un
día de protesta, un día de conjugación
para reiterar nuestros propósitos de
marchar a la conquista de la redención
del trabajo…”

(Luis Emilio Recabarren: periódico “El
Trabajo, Tocopilla, 9 de abril de 1905).

A fines del siglo XIX, Estados Unidos vivía el amanecer de la revolución industrial. Los trabajadores eran ferozmente explotados. Debían laborar jornadas de 14 y 16 horas diarias. Vivían en forma miserable.

Acortar la jornada una vieja aspiración

Desde 1827 hubo movilizaciones por reducir la jornada de trabajo. En ese año estalló una huelga de los carpinteros, vidrieros y albañiles en Filadelfia. Posteriormente, quince sindicatos de esa ciudad constituyeron la “Mechanics Asociations” y se editaron los primeros periódicos obreros.

Este ejemplo fue seguido en otros estados de EE UU. En 1845 se efectuó en Nueva York el Primer Congreso Industrial, donde se planteó la reducción de la jornada a 10 horas.

En 1868, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Ingersol, que establecía la jornada de 8 horas. Pero esta ley no fue cumplida por los capitalistas.

En 1873 el país fue azotado por una grave crisis económica. Quebraron industrias y aumentó la cesantía. Surgieron ollas comunes para los desocupados.

Se enfrentan las clases

El Congreso de Sindicatos, reunido en Chicago en 1898, exigió el cumplimiento de la ley de las 8 horas. Acordó como punto de partida de sus acciones el 1º de mayo de 1886. Comunicaron a los patrones que harían cumplir su resolución y que no transarían.

Reaccionaron los patrones. El “Chicago Times”, periódico de los capitalistas, escribió textualmente: “La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Hay que esperar que su uso se generalice”.

En las bases proletarias se creaban condiciones para cumplir el acuerdo del paro nacional fijado para el 1º de Mayo de 1886.
Pero, la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, la principal organización de los obreros del país envió una circular a todas las organizaciones pertenecientes a ella, donde manifestaba: “Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1º de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto”.

Este comunicado fue rechazado de plano por los proletarios de Estados Unidos y de Canadá, quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.

El histórico movimiento de 1886

Fue así como el 1º de Mayo de 1886, hace 125 años, se iniciaron en Estados Unidos cinco mil huelgas. En ellas participaron más de 340 mil trabajadores.

¿Qué exigían los huelguistas? Los tres ocho: ocho horas de trabajo, ocho horas de reposo y ocho horas de educación. Sí, leyeron bien: ocho horas de educación. Y ello ocurría, hace más de un siglo atrás.

La masacre del 3 de mayo

En Chicago, importante centro industrial, la inmensa mayoría de los obreros adhirieron al paro.

Una industria de maquinarias agrícolas, la Cyrus Mac Cormick, despidió a todos sus operarios y contrató rompehuelgas.
El 3 de mayo de 1886, miles de trabajadores se instalaron ante las puertas de esa industria, con el fin de repudiar a los esquiroles. Estaban tranquilamente allí, cuando irrumpió la policía disparando a quemarropa. Seis obreros cayeron asesinados. Otros cincuenta quedaron heridos.

Los sucesos en la Plaza Haymarket

El 4 de mayo se convocó a un mitin de protesta contra la masacre del día anterior, en la Plaza Haymarket de Chicago. Se estaba reuniendo una impresionante cantidad de trabajadores, cuando la policía procedió a dispersarlos violentamente. Estalló una bomba en medio de los agentes, muriendo ocho de ellos. La fuerza represiva abrió fuego: cayeron 50 obreros.

Se decretó el Estado de Sitio. Fueron detenidos 31 dirigentes y periodistas proletarios. Se les responsabilizó del lanzamiento de la bomba.

Se inicia un monstruoso juicio

El 21 de junio de 1886 comenzó un proceso contra 31 trabajadores, cuyo número se redujo a ocho: August Spies (alemán, de 31 años de edad y profesión periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Louis Linng (alemán, 27 años, carpintero), Samuel Fielden (inglés, 34 años, pastor metodista y obrero textil), Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor), Michael Schwab (alemán, 30 años, tipógrafo) y Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo).

En el desarrollo del juicio los acusados se transformaron en acusadores del injusto y cruel régimen capitalista.

Por ejemplo, August Spies dijo: “Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia… Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia”.

Una mexicana llamada Lucy Parsons

Dos mujeres fueron protagonistas conmovedoras de la campaña por salvar la vida de los sentenciados.

Una de ellas fue Lucy Parsons. Su nombre de soltera era Lucía Eldine González. Había nacido en Texas en 1853, pocos años antes que Estados Unidos arrebatara ese y otros estados a México. Conoció al obrero Albert Parsons. Se casaron en 1871. Tuvieron dos hijos. Se fueron a vivir a Chicago en 1873. Allí ella abrió una pequeña tienda de ropa y él laboraba en un taller de impresión.

Lucy Parsons estudió. Compartía los ideales libertarios de su esposo. Se transformó en una luchadora social. Ayudó a formar la Unión de Mujeres de Chicago. Escribía artículos en los periódicos obreros. Participó en las acciones del 1º de mayo de 1886.

Cuando su compañero fue detenido, recorrió todos los sindicatos obreros de la ciudad impulsando a los trabajadores a salir a la calle a presionar a las autoridades, a gritar su protesta. Consiguió que la siguieran hasta las puertas de la cárcel a exigir la libertad de los líderes obreros.

Después del crimen de Chicago, continuó luchando por la causa proletaria hasta su muerte.

En medio de la lucha de clases, el amor

Durante el juicio, en medio de tantas falsas acusaciones y de la intrépida defensa de los dirigentes, floreció también el amor.
Una adinerada y hermosa joven de la alta sociedad, llamada Nina van Zandt, concurrió a las sesiones, que eran públicas, movida por la curiosidad de ver a aquellos terroristas acusados de tantos crímenes. Los escuchó sorprendida, primero; admirada, después.

abía tanta verdad en sus argumentos, tanta pasión, tanta elocuencia, tanta honestidad e inteligencia, que se sintió atraída por esos dirigentes obreros. Especialmente la cautivó uno: August Spies. Lograron conversar. Se enamoraron. Y decidieron casarse en la cárcel, al pie del patíbulo. El matrimonio se efectuó en el interior de la cárcel con dos familiares y cuatro gendarmes por testigos. Nina fue a suplicar de rodillas clemencia al gobernador para su amado. Intentó hablar con el Presidente de la República. Todo fue inútil. Spies fue ejecutado junto a sus compañeros.

A partir de entonces la bella Nina se convirtió en una revolucionaria. Su pasión por la libertad, su odio a los explotadores, su adhesión a los trabajadores no la abandonó hasta el fin de sus días.

Condena y solidaridad internacional

El fiscal de la causa no logró presentar pruebas concretas que vincularan a los acusados con el lanzamiento de la bomba. Ello no fue impedimento para que, con fecha 30 de agosto de 1886, el Tribunal de Chicago condenara a los ocho a morir en la horca.

Al conocerse la noticia, los sectores progresistas de la tierra levantaron una ola de indignación. Desde muchos lugares del mundo se demandó el respeto del derecho a la vida de los 8 dirigentes.
Y la solidaridad internacional, cuya importancia los chilenos comprobamos en los oscuros días de la dictadura, salvó la vida a tres dirigentes. A Michael Schwab y Samuel Fielden, se les conmutó la pena de muerte por cadena perpetua; a Oscar Neebe, por 15 años de cárcel.

En el patíbulo

Se fijó como día para cumplir la condena de los otros cinco, el 11 de noviembre de 1887. Pero en la víspera, en la noche del 10 de noviembre, Louis Ling, el más joven de los dirigentes, se suicidó haciendo estallar un cartucho de dinamita en la boca.
El 11 de noviembre de 1887 llevaron al patíbulo a: Augusto Spies, George Engel, Alberto Parson y Adolfo Fischer. Los cuatro enfrentaron la muerte valiente y serenamente. Sabían que eran inocentes y que se les ahorcaba como una forma de atemorizar a los obreros estadounidenses. Cada uno pronunció unas palabras antes de ser colgado. Por ejemplo, Augusto Spies proclamó: “Salud tiempo, en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces hoy sofocadas por la muerte”.

El testimonio de José Martí

El patriota y poeta cubano José Martí fue testigo presencial de lo acontecido ese 11 de noviembre de 1886 en Chicago. En un reportaje enviado al periódico “La Nación”, de Buenos Aires, escribió:

“… salen de sus celdas. Se dan las manos, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha… Les bajan las capuchas, luego una señal, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”

Más adelante añade José Martí: “En procesión solemne, cubiertos los féretros de flores, acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas que sentenció Chicago a la horca, y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven, su selvoso cabello castaño”.

El Día Internacional de los Trabajadores

En julio de 1889 tuvo lugar en París un Congreso de la II Internacional. En éste se resolvió conmemorar cada 1º de Mayo el Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los Mártires de Chicago.

El 1º de Mayo de 1890 se organizaron en varios países de Europa y América manifestaciones de masas, huelgas y mitines obreros reivindicando la jornada de 8 horas y el cumplimiento de otros acuerdos del Congreso.

A partir de entonces los trabajadores de todos los países conmemoran anualmente el 1º de Mayo como jornada combativa de las fuerzas revolucionarias y de solidaridad internacional del proletariado.

La tardía y cínica reivindicación

En 1893, el fiscal que había llevado la causa contra los 8 dirigentes, confesó, en su lecho de muerte, que fueron falsos todos los cargos contra ellos. Entonces la “justicia” burguesa sin sentir vergüenza alguna, decretó la libertad de los tres detenidos y “reivindicó públicamente” a los otros cinco.

El crimen de Chicago no sólo costó la vida de esos cinco. Fueron asesinados y heridos cientos de trabajadores. También otros miles perdieron sus puestos de trabajo, sufrieron arresto, encarcelamiento, torturas. La mayoría eran inmigrantes: alemanes, italianos, españoles, rusos irlandeses, judíos, polacos…
Ninguno de ellos fue reivindicado.

El 1° de Mayo en Chile

En Chile se conmemoró por primera vez el Día Internacional de los Trabajadores en 1892, con un acto realizado en la Plaza de la Justicia de Valparaíso, organizado por el Partido Demócrata. En esa ocasión, el dirigente de ese partido, Agustín J. Leiva hizo un breve alcance sobre el significado de esta fecha e invitó a la clase obrera a unirse a fin de que “el rico ceda lo que por derecho y razón nos pertenece”.

El más antiguo manifiesto del 1° de mayo

Al año siguiente, con fecha 29 de abril de 1893, el periódico “El Obrero”, de La Serena, publicó el más antiguo Manifiesto del 1º de Mayo conocido en Chile. Su autor, Luis Peña y Lara. Allí se decía:

“Trabajadores y obreros demócratas de Chile: Hoy es el día en que el pueblo hambriento y desnudo formula enérgica protesta contra el orden de cosas existente, contra la organización actual de la sociedad.

Ese grito de protesta lanzado por el oprimido que trabaja y nada tiene, es universal: no reconoce ni fronteras ni razas ni nacionalidades, y donde quiera haya explotados y explotadores, víctimas y verdugos, se presiente la formidable lucha de la igualdad económica contra la tiranía política; de la libertad social contra las usurpadas regalías de la nobleza; del egoísmo de las clases privilegiadas contra la fraternidad y contra la soberanía augusta del pueblo entero…

Para realizar este gran pensamiento de la unificación de la familia proletaria bajo un estandarte de mutua solidaridad, los obreros proletarios han consagrado como día de protesta universal, la fecha clásica del 1º de Mayo…”

Recabarren y el 1° de Mayo

Con fecha 9 de abril de 1905, Recabarren escribió en “El Trabajo”, de Tocopilla: “¡El Primero de Mayo! Fecha que no es para nosotros un día de fiesta, sino un día de protesta, un día de conjugación para reiterar nuestros propósitos de marchar a la conquista de la redención del trabajo…”

En Chile, durante 40 años, hasta 1931, el 1 de mayo no era feriado. Los obreros que participaban en los actos del Día Internacional de los Trabajadores debían paralizar sus labores.

Por eso, Recabarren –que fue un permanente impulsor de los actos del 1º de Mayo- escribió en “El Pueblo Obrero”, de Iquique, con fecha 4 de abril de 1907: “… Todos los elementos que ya comprenden la gran significación del 1º de Mayo, deben, con tiempo, inducir a los trabajadores a no trabajar en ese día. Es el domingo obrero. Las fábricas deben paralizarse, las maquinarias deben estar muertas, silenciosas; los campos desiertos; en los talleres no debe moverse una herramienta; en la calle no debe haber tráfico de vehículos, los tranvías, los carretones, los carruajes, los ferrocarriles, todo debe descansar ese día.

Es un solo día en el año. Un solo día, el que queremos sea nuestro, propio, exclusivo de los obreros del mundo”.

En los tiempos de Recabarren

Relata el líder del magisterio César Godoy Urrutia: “En Santiago, los actos del 1º de Mayo siempre se realizaban en la Alameda de las Delicias, levantado muchas tribunas –porque no había amplificadores- ocupando muchas cuadras cerradas de gente. En primer lugar tenían un sentido de protesta y este día no se movía una rueda en la ciudad, no salían ni los autos particulares, era un paro absoluto. Entonces todos los trabajadores participaban en los mítines. Generalmente se hacían de mañana. Llegaban columnas, grupos con sus estandartes, sus leyendas. En las tribunas, que se levantaban hablaban allí un comunista, por otra parte un anarquista, era posible que lo hiciera también algún católico y la mayor parte de las veces terminaban en sablazos de la policía que era bastante brava. Más de una vez hubo muertos y heridos, que fueron recogidos de las calles”.

El Programa de 1910

En ese año los diarios anunciaban el extenso programa que había preparado la Comisión del Primero de Mayo, constituida para esos efectos.

“PROGRAMA: Día 30 de abril, 8,30 p.m.: Gran velada en el teatro que la Sociedad Andrés Bello posee en la calle San Diego Nº 154.
Día 1º de Mayo, 9,30 a.m. Gran meetings al pie del Cerro Santa Lucía.
10,30 a.m. Desfile general de sociedades y el pueblo. La columna partirá desde el pie del cerro Santa Lucía, doblará por Ahumada hacia San Pablo, donde tomará hasta Matucana para ir a agruparse en el tabladito que hay frente al Portal Edwards. Aquí harán uso de la palabra varios oradores, durante diez minutos cada, sobre el tema de la manifestación.

8,30 p. m.: Conferencia y velada en el Teatro Andrés Bello. La conferencia estará a cargo del camarada Luis Emilio Recabarren y la parte dramática será desempeñada por el grupo “La Protesta” y presentará el drama “1º de Mayo”.

Concluirá el acto y las fiestas oficiales con las canciones La Internacional y el Himno de los Trabajadores”.

Recabarren echó mano a las melodías de moda, a las cuales ponía letra combativa. Por ejemplo, con la música del aria de la ópera Nabuco, creó el Himno al Primero de Mayo. En uno de sus versos decía:

“Despertad, oh falange de esclavos!
de los sucios talleres y minas,
los del campo, los de las marinas,
tregua, tregua al eterno sudor!”

El último 1° de mayo de Recabarren

Relata Juan Vargas Puebla: “La concentración del 1º de mayo de 1924 se efectuó en la Alameda en el monumento de Bernardo O’Higgins. Fue un acto unitario, organizado por un comité formado por la FOCH, la IWW (anarcosindicalistas), la Confederación General de Trabajadores (anarquistas), el Partido Comunista y el Partido Democrático. Se habló en la cola del caballo de O’Higgins. Todos los oradores señalaron la importancia de la unidad.

En 1924, el 1º de mayo no era feriado, la gente para acudir al acto debía abandonar el trabajo. No había parlantes.
Por entonces yo era secretario general de la Unión Juvenil de la IWW. Éramos unos 80 muchachos.

Terminada la concentración, me fui desfilando detrás de la FOCH y de Recabarren –llevando la bandera de la Unión Juvenil- hasta la Plaza Vicuña Mackenna. Allí Recabarren subió a un muro y pronunció otro discurso.

Después marchamos hacia el local de la FOCH, en Agustinas esquina con Tenderini. Era una casa vieja. Allí se imprimía el periódico de la FOCH y “Justicia” del Partido Comunista. Por calle Agustinas la casa tenía un balconcito. Recabarren se subió allí y habló. Sin que nadie me lo pidiera y sin autorización alguna, yo hice lo mismo en nombre de los jóvenes de la IWW. Los presentes, casi todos comunistas, me aplaudieron. Era la primera vez que hablaba en público.
Al bajar, Recabarren me puso la mano en la cabeza y me dijo: ‘Bien muchacho, muy bien…’ Fue la segunda y última vez que vi vivo a Recabarren.”

Luis Emilio Recabarren se suicidó el 19 de diciembre de 1924. Sus funerales fueron una multitudinaria manifestación de dolor y de cariño hacia el fundador del Partido Comunista y padre del movimiento obrero chileno.

“Albores de la Revolución Social en Chile” por Recabarren

DE UN DISCURSO MEMORABLE DEL DIPUTADO RECABARREN: “ALBORES DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL EN CHILE”

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Elegido diputado por Antofagasta, el 6 de marzo de 1921, Luis Emilio Recabarren fue un brillante parlamentario.

El 15 de julio de 1921 pronunció un discurso histórico enla Cámara de Diputados. En un tono vibrante, exponiendo con valentía y muchos antecedentes, respondiendo con rapidez e ingenio las interrupciones de los representantes de la derecha, trazó la historia de la clase obrera chilena. Destruyó las falsedades inventadas por la burguesía.

Esa intervención, que tenía por título “Albores de la Revolución Social en Chile”, la inició diciendo:

La clase trabajadora chilena

“Me voy a permitir ocupar la atención de esta Cámara para hacer un acto de defensa de las clases trabajadores.

Constantemente, no diré fuera de esta sala, en la prensa y entre los particulares, sino en el recinto mismo de la Cámara, se vierten, a mi juicio, ofensas gratuitas al proletariado chileno. Y yo estimo necesario que se levante en este recinto una voz que lo defienda, porque nunca se han contestado esas ofensas…”

Mostró las valiosas cualidades de los trabajadores chilenos. Por ejemplo, recordó la iniciativa de la Mancomunal de Obreros de Tocopilla de adquirir una imprenta en 1903, para editar un periódico. Señaló al respecto: “Yo encuentro de una sublimidad majestuosa el pensamiento de estos obreros –peones, playeros, estibadores, cargadores, lancheros- que soñaban con tener una imprenta para desarrollar sus facultades mentales, viéndose huérfanos en esta sociedad, que no los ayudaba a instruirse, a ilustrarse. ¡Ellos mismos, por sí solos, por sus propios esfuerzos juntaron dinero para comprar una imprenta y publicar un periódico!”

El Partido Comunista desde 1912

En otra parte de su discurso, Recabarren subrayó que, desde su nacimiento, el partido revolucionario de la clase obrera chilena tuvo una orientación comunista. Dijo en esa ocasión: “Algunos años después –y como siempre sucede en la evolución de las ideas- hemos desarrollado el concepto, y no transcurrido mucho tiempo los trabajadores de los distintos pueblos de la República ya demostraban ideas comunistas, y concebían claramente el socialismo, como se ve en el programa del Partido Socialista hecho en 1912”. Enfatizó: “He hablado ya del hecho de que el partido socialista desde el año 12 ha acogido las ideas comunistas”.

“Tenemos derecho a conquistar el poder”

En otro acápite de su discurso del 15 de julio de 1921, Recabarren afirmó:

“Yo deseo dejar establecido que nosotros creemos tener también el derecho de conquistar el poder político… Y si vemos que el fraude y dolo se pone en práctica para atentar contra nuestra ascensión al poder político, ¿qué nos tocará hacer? ¿cruzarnos de brazos? Al contrario: ante estos delitos, ante estas iniquidades, nosotros habremos de luchar con firmeza hasta conquistar todos nuestros derechos, primero por medio de la legalidad, pero cuando veamos que se nos cierra el camino de la legalidad iremos si es preciso, y no lo dudéis, a la revolución. Y nadie puede negarnos en esta Cámara el derecho a hacer la revolución”.

Agregó: “Tengo aquí un artículo publicado en ‘El Trabajo’, periódico de la Mancomunal Obrera de Tocopilla, el año 1903. Dice un obrero estas magníficas expresiones: ‘La Revolución seguirá impertérrita su marcha, tranquila si la libertad la ampara, violenta y terrible si se le pretende detener en su camino. Sembrad odios y recogeréis venganza”.

(Recabarren, Luis Emilio: “Los albores de la Revolución en Chile”, discurso pronunciado en la Cámara de Diputados, el 15 de julio de 1921, en “El pensamiento Político de Luis Emilio Recabarren”. Editora Austral, 1971, Tomo I, páginas 99, 108, 109 y 110, 112 y 128).

Nace el centro “Belén de Sárraga”

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Teresa Flores

“El Despertar de los Trabajadores” en su edición del 10 de abril de 1913, publicó una carta al director que decía: “Permítame que desde las columnas de nuestro periódico haga saber a las lectoras de Iquique que en el vecino puerto de Antofagasta se ha organizado el viernes último un centro de mujeres libre-pensadoras, que tomó por nombre Belén de Sárraga, en recuerdo y homenaje a la valiente mujer que, por predicar la liberación de la conciencia, ha recibido el grosero ataque del clero…Invito a mis amigas y compañeras de ideas a organizar aquí en Iquique un centro análogo al de Antofagasta… Agradeciendo la cooperación que El Despertar nos preste, saluda a usted, Teresa Flores”.

Belén de Sárraga en el norte de Chile

Poco antes, en febrero de 1913, invitada por Luis Emilio Recabarren, Belén de Sárraga había visitado el norte de Chile (Antofagasta, Iquique, Negreiros y Pisagua), para realizar una serie de conferencias públicas. El periódico La Razón le editó un folleto. El periódico “El Despertar de los Trabajadores”, fue el encargado de anunciar sus conferencias, publicar algunas columnas suyas, defenderla contra el ataque de los sectores conservadores chilenos y promover sus ideas. Además, el diario “El Mercurio” de Valparaíso la entrevistó. Fue la fuente de inspiración para poetas como Néstor Recabarren, Salvador Barra Woll y Máximo Silva.

Se funda centro en Iquique

El 17 abril de 1913 se creó el Centro Femenino anticlerical “Belén de Sárraga” de Iquique, una de las primeras organizaciones de mujeres en Chile con una orientación revolucionaria.

Teresa Flores escribió en ‘El Despertar de los Trabajadores’, con fecha 21 de abril de 1914, refiriéndose a Belén de Sárraga, conferencista socialista y anticlerical española: “Ella ha dado al socialismo de Tarapacá un contingente femenino que habría tardado en despertar, si no hubiera vibrado aquí , con clarinada de bronce.”

Según Cecilia Salinas, “la acción de Teresa Flores y los Centros ‘Belén de Sárraga’ se inscriben en el marco de la acción político-social; pensada ésta como una posibilidad de emancipación femenina, con el respaldo de la cooperación y apoyo de ambos sexos”.

(Cecilia Salinas: “La Mujer Proletaria. Una historia por contar”. Ediciones LAR, concepción, 1987, páginas 88 a 107).

Dirigentes femeninas

El primer directorio del Centro de Iquique estuvo integrado por: Teresa Flores (Presidenta), Juana A. de Guzmán, Nieves P. de Alcalde, Luisa de Zavala, María Castro, Pabla R. de Aceituno, Ilia Gaete, Adela de Lafferte, Margarita Zamora, Rosario B. de Barnes y Rebeca Barnes.

Sus estatutos revelan los métodos utilizados para promover sus ideas y mantener la organización.

“Art. 1. Este centro se compone de mujeres que voluntariamente y sólo por amor a la verdad, se comprometen”.

Recabarren defiende a Belén de Sárraga

Luis Emilio Recabarren escribió en “El Despertar de los Trabajadores”, de Iquique, 12 de abril de 1913, defendiendo a Belén de Sárraga, a quien había invitado, como ya dijimos, al norte. Critica al clero que “ha dicho de la conferencista tales barbaridades que conviene que el pueblo conozca la calidad moral de la canalla clerical. Ha dicho que la señora Belén es una estafadora, una farsante, divorciada, sin hogar, sin hijos; impía, ha dicho ridiculeces como que es vieja y fea, insípida; la ha calificado hasta de prostituta. ¡Ha sido el colmo de la indecencia clerical! Toda esta campaña inmunda y obscena no sólo se ha dicho en la prensa de Antofagasta, sino que se ha dicho en toda la prensa católica del país”.

En ”El Bonete”, de Iquique, con fecha 18 enero de 1913, Recabarren se burla de la frase que sostiene que el que no cree en Dios es un animal. Recabarren dice que ha recorrido los prostíbulos, descubriendo a las niñas envilecidas por sus propias madres. “¿Qué dice Dios de tanta injusticia?”.

Un santo con los pies en la tierra

Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER

Desde el domingo 23 de octubre del 2005 la Iglesia Católica chilena tiene otro santo: San Alberto Hurtado. Fue canonizado por el Papa Benedicto XVI.

Infancia de Luis Alberto Hurtado Cruchaga

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, el 22 de enero de 1901, en el seno de una familia aristocrática empobrecida. Vivió sus primeros años en el campo, en un fundo de Casablanca. Tenía cuatro años de edad, cuando falleció su padre, Alberto Larraín. Su madre, Anita Cruchaga, quedó sola, sin dinero y con dos hijos pequeños Alberto y Miguel, su hermano menor. Debieron mudarse a Santiago, a donde unos tíos.

Desde niño Alberto mostró gran generosidad, una profunda solidaridad. Visitaba y ayudaba a los más necesitados.
Gracias a una beca, pudo estudiar en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús. Era un buen estudiante, aunque no sobresaliente. En ese establecimiento conoció en 1915 al padre Fernando Vives Solar, su profesor de historia, sacerdote jesuita, que ejerció gran influencia en él.

En 1918 comenzó a estudiar Leyes en la Universidad Católica. Se recibió como abogado en 1923. Ese mismo año, habiendo asegurado la situación económica de su madre, pudo realizar lo que anhelaba desde muy joven: ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Chillán.

Salió al extranjero. Viajó a España. En Barcelona estudió Filosofía, de 1927 a 1931. Luego se dirigió a Bélgica. En la Universidad de Lovaina estudió Teología, entre 1931 y 1935, obteniendo también el doctorado en Psicología y Pedagogía.

Fue igualmente en Bélgica, donde recibió la Ordenación como sacerdote el 24 de agosto de 1933.

Retorna a Chile en 1936

“Al terminar sus estudios -se señala en una página de la Iglesia Católica- después de pasar por numerosos países, empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón”.

Era enero de 1936. Gobernaba en su segunda administración, Arturo Alessandri Palma. Chile era un país agitado. La gente de izquierda iniciaba conversaciones, que culminarían el 26 de marzo con la constitución del Frente Popular.

También había inquietud en las filas católicas. Sólo dos meses antes, el 12 de octubre de 1935, había tenido lugar una Convención Nacional la Juventud Conservadora. En ella, jóvenes afines a las línea social cristiana, se distanciaron del Partido Conservador y crearon la Falange Nacional. Entre sus fundadores estaban el doctor Eduardo Cruz-Coke Lassabe, Héctor Rodríguez de la Sota, Eduardo Frei Montalva, Horacio Walker Martínez, Bernardo Leighton Guzmán, Ricardo Boizard Bastidas, Radomiro Tomic Romero y Manuel Blanco Valverde.

Al parecer, el Padre Hurtado no se dio por enterado de ello. Estaba dedicado a hacer clases de religión en el Colegio San Ignacio. Donde hubo preocupación fue en la jerarquía de la Iglesia. Dos obispos, Augusto Salinas y Gilberto Fuenzalida, escribieron al Vaticano solicitando que se sancionara a la Falange, porque -en su opinión- los católicos chilenos sólo debían votar por el Partido Conservador. El Vaticano respondió que no. La nota enviada desde Roma estaba firmada por el Cardenal Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII.

¿Es Chile un país católico?

Con este título escribió el Padre Hurtado un libro publicado por Editorial Splendor, de Santiago. Tenía 186 páginas, que causaron polémica e indignación en las clases dominantes. Apareció en 1941, con prólogo del obispo monseñor Augusto Salinas, el mismo que había escrito al Vaticano pidiendo las penas del infierno para la Falange Nacional.

Por entonces, había triunfado el Frente Popular en las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 1938 y el 24 de diciembre de ese año se inició el progresista gobierno de Pedro Aguirre Cerda. En la campaña electoral, los partidos Conservador, Liberal y Demócrata levantaron la candidatura del reaccionario Gustavo Ross Santa María, llamado “el último pirata del Pacífico”. En cambio, la Falange Nacional había adherido al abanderado del Frente Popular.
En su obra “¿Es Chile un país católico?”, el padre Hurtado hizo una larga introducción refiriéndose a la situación del catolicismo en el mundo. Habló de sus retrocesos y también de sus avances.
Tenía un marcado anticomunismo. Escribió: “Las doctrinas de Marx han recibido innumerables adherentes durante el último siglo” (Página 20), pero agrega más adelante: “El pueblo está más cerca de volver a Cristo después de haberse desengañado del ideal comunista”. (Página 22)

Arremetió contra los intelectuales progresistas: “Bernard Shaw, Herbert Wells y Bertrand Russel, tres formidables enemigos del Cristianismo, han moldeado el alma de los ingleses más que todos los eclesiásticos juntos” (Página 25)

“Las miserias de nuestro pueblo”

Así tituló el Padre Hurtado el primer capítulo dedicado a Chile. En él afirmó: “El más aparente de nuestros problemas es el de la miseria de nuestro pueblo, que tiene como primera causa la falta de educación, más otros factores de orden moral y económico”. Agregando: “No podemos en Chile obtener reforma alguna sin dar antes solución al problema de la ignorancia y falta de educación de nuestro pueblo. Graves son los problemas de salario, los problemas políticos, la lucha de clases tan apasionada durante estos últimos años, pero todos ellos encierran la más profunda de sus raíces en la falta de una verdadera cultura de nuestro pueblo”. (Página 51).

Luis Alberto Hurtado

Luis Emilio Recabarren

Interesante. Se puede marcar un paralelo entre el pensamiento de Luis Emilio Recabarren y el del jesuita. Ambos plantearon la necesidad de educar a los trabajadores. Recabarren para crear en ellos conciencia de clase y transformarlos en una fuerza capaz de producir el cambio del capitalismo por una sociedad mejor. El padre Hurtado, para capacitarlos a resolver sus problemas más urgentes, pero dentro del régimen de explotación del hombre por el hombre. El padre Hurtado repetía insistentemente: “Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado”.

Resulta también de enorme interés que el sacerdote reconozca la existencia de la lucha de clases, concepto que hasta hoy niegan no sólo las clases dominantes, sino que incluso algunos que se autodefinen como “izquierdistas”.

Pobres y ricos

En el capítulo “El problema económico del pobre”, escribió: “La miseria en que vive nuestro pueblo es grande. Los salarios no bastan para llenar en muchas industrias y zonas agrícolas las necesidades de un individuo, menos de una familia, en forma humana” (Página 62). Señaló que no le alcanza para alimentarse, menos para vestuario, medicinas y de las entretenciones ni hablar.
Comparó esta existencia miserable con la vida de los ricos, afirmando: “Con lo que gastan las mujeres en cosméticos y los hombres en licor ¡cuántos pobres podrían vivir! Agregaba: “Los patrones católicos ojalá fueran los primeros en preocuparse del problema del salario… Esta es una obligación primordial de su fe” (Página 66)

Observaba con preocupación “que la masa obrera de nuestras ciudades han engrosado en su inmensa mayoría las filas del marxismo, que no puede llevarla sino a experiencias más dolorosas que las pasadas si logra realizarse”. (Página 74)

Educador de juventudes

En ese mismo año 1941 fue nombrado Asesor Arquidiocesano de la Juventud. Sus especiales características hicieron del padre Hurtado un influyente modelo para los jóvenes de su época. Escribió varios libros dedicados a ellos. Realizó múltiples actividades con la juventud: retiros, charlas, clases, organizaciones, desfiles, antorchas. Estos métodos, antes no usados por la Iglesia, resultaron muy atractivos a los jóvenes. Los remecieron, entusiasmaron y convencieron.

Escribía: “Joven que lees estas líneas, si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria”.

En 1942 fue designado asesor nacional de la Juventud. Ahora debía recorrer todo el país, ganando a la joven generación.

Pero las clases dominantes estaban en contra del padre Hurtado. Lo acusaban de injerencia en lo político, de ideas avanzadas en lo social. A ello se unió las fuertes divergencias que habían surgido con sus superiores, algunos de los cuales argumentaban que no obedecía a la jerarquía. Ello obligó al educador juvenil a abandonar esa hermosa obra suya. Fue en diciembre de 1942.

También con los trabajadores

Ya en su primer libro mostró su enorme preocupación por las condiciones de vida de los obreros. Insistía que la sindicalización de los trabajadores era el principal medio para mejorar su calidad de vida, superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano.

El entonces sacerdote José Manuel Santos Ascarza, después Arzobispo Emérito de Concepción, recordaba refiriéndose a los objetivos de la labor sindical del padre Hurtado: “Lo que a él más le preocupaba era que las organizaciones laborales estaban en manos ajenas y empezó a trabajar para formar una Asociación sindical chilena. ‘Manos ajenas’ eran, para el padre Hurtado, aquellas no cristianas y que algunas veces usaban el movimiento sindical con otros fines, ajenos a los trabajadores”.

El 13 de junio de 1947, el padre Hurtado fundó la Acción Sindical Chilena, ASICH. Hay quienes opinan que ésta, más que una central sindical, era un instituto de estudio, desde donde se trabajaba para influir en el movimiento sindical.

Otro cristiano, que también encontró un cauce orientador de su sensibilidad social en el jesuita Fernando Vives Solar, fue Clotario Blest, quien siguió otro camino al del padre Hurtado. Entre ellos no hubo buenas relaciones.

Mónica Echeverría relata en su libro “Antihistoria de un luchador”, que hacia 1950 Clotario Blest, luego de regresar de un viaje a la Unión Soviética, fue invitado por la ASICH para dar una conferencia. Al llegar al local, acompañado por jóvenes comunistas, vio sentados en primera fila a rusos blancos, antisoviéticos. Don Clotario dijo “yo no he venido a polemizar” y se retiró. Días después, el periódico Tribuna Sindical, órgano de la ASICH, denunció a Clotario Blest como “un agente del comunismo”.

Juan Imilán Paisil, último presidente de ASICH (1970-1971) opinó que “hoy el Padre Hurtado nos pediría a todos los trabajadores ser más conscientes y responsables, valorizar la solidaridad… Construir lazos de unidad para trabajar juntos, buscando caminos de consenso.”

No subestimar su labor social

El Padre Hurtado dio gran importancia a la lucha ideológica. Por ello fundó el 1º de octubre de 1951 la revista Mensaje.

En la Revista Universitaria Nº 78 (diciembre 2002- febrero 2003), de la Universidad Católica, se escribe:

“A veces sucede que el peso de la historiografía puede adquirir tal volumen que el contacto con las fuentes del pasado se debilita hasta perderse. Esto sucede con frecuencia con los temas que se relacionan con una suerte de uso público de la historia, los que se convierten en argumentos de actualidad y de información para los medios. La figura del jesuita Alberto Hurtado ha adquirido estas características. Su atractiva imagen de activo apóstol de la acción social de la Iglesia Católica ha terminado por convertirse en un estereotipo, limitado a través de un rico anecdotario y de algunas de sus más visibles iniciativas, como sucede con el Hogar de Cristo… Se trata de una imagen que podríamos llamar ‘impresionista’.”

Es verdad. ¿Será causa de ello la molestia que creó su obra social en ciertos sectores de nuestra sociedad?

El padre Alberto Hurtado falleció en Santiago, el 18 de agosto de 1952. Fue beatificado por Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1994. El 23 de octubre de 2005, al ser canonizado por Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro, su nombre fue inscrito en el catálogo de santos.

¿Cuál es el mejor homenaje que se le puede rendir?

Nuestra Gabriela Mistral escribió en la revista Mensaje de noviembre de 1952:

“Y alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo o de pluma de Silesia sobre la sepultura de este dormido, que tal vez será un desvelado o un afligido, mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente. Démosle al Padre Hurtado un dormir sin sobresalto y una memoria sin angustia de la chilenidad, criatura suya y ansiedad suya todavía”.

Centenario de Nelson Mandela, Discurso del Embajador de Sudáfrica

DISCURSO DEL EMBAJADOR DE SUDAFRICA, THABO THAGE, EN OCASION DE LA CELEBRACION DEL CENTENARIO DE NELSON MANDELA, ORGANIZADA POR CEILER

18 DE JULIO DE 2018

“Sr Elias Perez, Director de CEILER

Miembros del Directorio de CEILER

Representantes del Cuerpo Diplomático

Representantes de Partidos Políticos

Representantes de la CUT

Sra Paula Guzmán, Directora Ejecutiva de ICHIL

Compatriotas sudafricanos

Amigas y amigos,

 

Es un honor para mí poder dirigirme a ustedes en esta ocasión especial no solo para Sudáfrica sino para el mundo en general.

 

En el año 1918, en un día como este, Nelson Rolihlahla Mandela, a quien cariñosamente apodamos “Madiba”, nació en una zona rural de la Provincia del Cabo Oriental de Sudáfrica.  Muchos años después, tras estar encarcelado durante 27 terribles años, sería nombrado el primer presidente democrático de Sudáfrica.

 

Al momento de nacer Mandela, hace 100 años, el mundo era un lugar totalmente distinto al que tenemos hoy. Durante su vida de niño, adolescente, activista juvenil, activista político, abogado, revolucionario, detenido político, estadista y ex Jefe de Estado, estas distintas etapas fueron forjándose en base a las duras condiciones que enfrentaban sus connacionales sudafricanos, el resto de Africa y el mundo. De hecho, él fue el resultado de las luchas cotidianas de su gente. Al celebrar este año el centenario de su natalicio, permítanme desearles entonces un Feliz Día Internacional de Nelson Mandela a cada uno de los presentes en esta reunión.

 

Este día fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de Nelson Mandela. De ahí que cada 18 de julio, se celebra la vida de este gran hombre con un llamado a las comunidades en el mundo de lograr una diferencia en sus comunidades. No hay mejor manera para honrar el legado de Madiba que dedicándonos a cumplir el principio de Ubuntu, que se traduce como “Yo soy porque tú eres”. No es sorprendente, entonces, que incluso su vida política estuviese impulsada por una enorme sinceridad. Como se ha dicho anteriormente, los historiadores aún deben llegar a comprender y explicar esta rara combinación.

 

Que apropiado para mi presentar estas breves palabras sobre el centenario de Madiba en este evento, organizado por quienes resguardan el legado de Luis Emilio Recabarren, quien vivió hace más de dos siglos dedicando su vida a buscar soluciones para los menos privilegiados en general y para la clase trabajadora en particular,  para ser precisos las masas oprimidas . Como sabemos, el trabajo de CEILER está dirigido a honrar el legado de Recabarren y no es una coincidencia que celebremos a Mandela hoy aquí.

 

Resonantemente, para muchos chilenos viviendo tan lejos de Sudáfrica, la transición a la democracia de ambos países creó un lazo y un sentimiento de cercanía. Luego que ambas naciones recuperaran su democracia, en 1990 y 1994 respectivamente, compartieron importantes experiencias, especialmente el Informe Rettig de Chile de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación que ayudó a Sudáfrica encontrar la manera de exorcizar la violación de los derechos humanos durante la época del apartheid.

 

Mandela fue una figura central durante este proceso. Sus largos años en prisión, su personalidad carismática, el amor que profesaba por su pueblo y especialmente por los niños y su constante defensa de los derechos humanos se transformaron en un ejemplo para aquellos que lucharon contra la dictadura en Chile.

 

Pero más allá de la esfera política, Mandela fue un hombre de principios que muchos intentaban emular. En verdad, es una figura que se necesita con urgencia en una era de desesperanza. Es un ícono que representa cualidades humanas superiores y un líder justo,  para quien los intereses de su país ocupaban un lugar central. Fue un hombre que logró perdonar y no sentir resentimiento hacia aquellos que lo mantuvieron privado de su libertad por tanto tiempo.

 

Durante la conferencia que ofreció ayer en ocasión de la celebración del centenario de Mandela en Sudáfrica, el ex Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama señaló que la actual generación tiene la fortuna de avanzar sobre los hombros de una gigantesca figura como Mandela. Fue rápido también en  advertirnos que sería irresponsable de nuestra parte conformarnos con sus logros. Junto con el Presidente sudafricano Cyril Ramaphosa nos desafió a tomar el relevo y continuar marchando tras los pasos de Mandela.

 

El Presidente Ramaphosa también nos instó a inculcar el principio de “thuma mina”, que se traduce a “envíame” en nuestras vidas. El principio de thuma mina incluye los principios de Madiba del Ubuntu y su llamado a ser líderes servidores. Requiere que nos ofrezcamos a servir a otros. Mandela creía en el bien inherente del ser humano. Pensaba que hay bondad en cada uno de nosotros, que era una obligación que cada uno la reconociera y que hiciera el bien a otros.

 

En atención al llamado de “Ubuntu” y “thuma mina”, la Embajada de Sudáfrica y CEILER tienen por tanto el deber conjunto de continuar colaborando para asegurar que el principio de la humanidad en el mundo se inculque en forma constante en las actuales y futuras generaciones, para sí asegurar que se trabaje inexorablemente por lograr la justicia, la paz, el desarrollo y la democracia que guiaron las vidas altruistas y ejemplares de Mandela y Recabarren. Al trabajar con nuestros interlocutores en Chile, incluyendo a CEILER, la Embajada de Sudáfrica espera poder generar acercamientos que deriven en resultados tangibles para los pueblos de Sudáfrica y Chile.

 

Que continúe vivo el espíritu solidario de Mandela!

 

Viva Mandela!!

Viva Recabarren!!

 

Muchas gracias!”

Juan Vargas Puebla: Sus encuentros con Recabarren

Era comienzo de 1924. En la esquina de Moneda y Cueto, barrio muy pobre, lleno de conventillos, se realizaba un mitin exigiendo la rebaja de los arriendos. Arriba de un cajón, hablaba un orador de palabra tranquila y muy convincente. Juan, que vivía en ese barrio, lo miraba extasiado. Fue la primera vez que vio y escuchó a Luis Emilio Recabarren.

Meses después, el 1º de Mayo de 1924, tuvo lugar en la Alameda, el primer acto unitario del Día Internacional de los Trabajadores. Lo convocaron la FOCH, los anarco-sindicalistas, los anarquistas, el Partido Demócrata y el Partido Comunista.

Intervinieron varios oradores. Uno de ellos, Recabarren.

Terminado el acto, los fochistas marcharon hacia el oriente. Juan, portando una gran bandera de la Juventud de la IWW, los siguió. En la Plaza Vicuña Mackenna, junto al Cerro Santa Lucía, Recabarren se subió a un muro y habló de nuevo. Luego se dirigieron al local de la FOCH, ubicado en Agustinas esquina Tenderini. Era una vieja casa, con un balconcito. Desde él habló Recabarren poniendo fin a la jornada de esa mañana.

“Sin que nadie me lo pidiera y sin estar programado –me relató Juan Vargas en enero de 1991 la última vez que lo vi- subí a ese balconcito y dije unas palabras en nombre de los jóvenes de la IWW. La gente que escuchaba, la mayoría comunistas, me aplaudió. Fue la primera ocasión que hablé en público. Estaba nervioso y emocionado. Cuando finalicé, don Reca me acarició la cabeza y me dijo cariñosamente: ‘Bien muchacho, lo has hecho muy bien’. Me sentí feliz. Fue esa la segunda y última vez que vi vivo a Recabarren”.

Estando en el exilio, Juan Vargas escribió en 1981: “Volví a ver al maestro Recabarren el 21 de diciembre de 1924, ahora dormido para siempre en su ataúd, en medio de una severa capilla ardiente el local de la Unión de obreros Ferroviarios, en la calle Bascuñan Guerrero Nº 345.”

LER

Ese día, Juan Vargas, que tenía 16 años y cuatro meses de edad, marchó en las grandes columnas que acompañaron al líder obrero hasta su última morada.

Juan Vargas Puebla, fiel discípulo de Luis Emilio Recabarren

Al conocer la vida y obra de Juan Vargas Puebla encontramos gran similitud con las de su maestro Luis Emilio Recabarren.

Ambos comenzaron a laborar como obreros a los 14 años de edad. Dedicaron sus mejores esfuerzos  a la unidad y organización de los trabajadores. También los dos dieron importancia a la educación de los asalariados. Crearon prensa obrera, escribieron artículos, folletos y libros; impulsaron la cultura popular, en especial el teatro obrero. Dieron gran importancia al Día Internacional de los Trabajadores. Comprendieron la importancia de la lucha  ideológica y la libraron tesoneramente. Ambos fueron de palabra elocuente y convincente.

Los dos fueron diputados obreros, de ejemplar actuación dentro y fuera del Parlamento.

Enfrentaron con valor y audacia a los reaccionarios. Es conocida la ocasión en que Recabarren respondiendo el desafío de un derechista cantó La  Internacional en plena sesión de la Cámara. Juan Vargas tampoco  se achicó ante los enemigos de clase.

Juan Vargas Puebla, a igual que Recabarren, fue un firme defensor de sus principios y un apasionado dirigente de los trabajadores, pero siempre mantuvo un trato respetuoso y fraterno con quienes laboraban a su lado.

El primer artículo de Luis Emilio Recabarren

(PERIÓDICO “LA TARDE”, SANTIAGO, 15 DE MARZO DE 1898)

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“CARTA A DIRECTOR DIARIO LA TARDE…

Santiago, marzo 11 de 1898. Señor Director de la Tarde.

He leído con detención casi todos los artículos que han aparecido en su respetable diario, sobre el socialismo, y principalmente el de hoy, y he visto con sorpresa que en dos de esos artículos se hayan preocupado de Luis Olea (*).

Creo que usted no ha tratado de averiguar quién es Luis Olea, y de ahí, que usted se preocupa tanto de él y que cree que es un peligro para las clases trabajadoras de mi país.

Luis Olea no tiene influencia entre los obreros, y sus ideas no surgen entre éstos. Los que de primera lo conocen, muy luego se desilusionan y todos lo consideran como un loco.

Varias de las corporaciones socialistas que figuran, no cuentan con más adherentes o fundadores que él. El solo hace aparecer agrupaciones socialistas y convoca a reuniones que las constituye solamente él.

Esto es divertido. Todo el socialismo exaltado que parece hay en Chile lo constituye solamente él, porque casi nadie se adhiere a las ideas por el sustentadas. Para él no hay afecciones de esposa, madre, hija o hermana. Nada. Es un parásito. Vive sin afecciones de ninguna especie.

Yo, señor Director, y junto conmigo hay muchos que simpatizamos con el socialismo. Pero con el socialismo bien entendido. Pensamos en que pueden hacerse transformaciones sociales, en la igualdad humana, en la desaparición de las injusticias, en el alivio de las clases proletarias, en la nivelación relativa de las fortunas, en la disminución de las grandes riquezas que deben contraerse al desarrollo social. Y en fin, de tantos otros medios que hay para igualar las condiciones sociales.

Somos socialistas en este sentido y creo que no somos una amenaza para la humanidad, porque no somos como Olea, destructores, porque no empuñamos el puñal para clavarlo al corazón de nuestros padres, esposas o hijos, ni encendemos la tea para quemar sus cadáveres y después sus hogares.

No. Eso no tiene nombre.

No merece calificativos.

Nosotros clamamos justicia.

Nosotros pedimos instrucción para el pueblo, como medio de emancipación social. La instrucción general y obligatoria en el pueblo, traería, con el transcurso de los años, una transformación social en beneficio directo para el pueblo.

El trabajo incesante para combatir la embriaguez y el juego, acarrearía magníficos resultados.

La propaganda en este sentido es sana.

Luis Olea no piensa que el obrero que gana 20 o 30 pesos por semana y lo deja entre sábado o domingo en poder del tabernero, no podrá así jamás, salir de la inmundicia y de la miseria, y así gritarán siempre la desigualdad de las fortunas.

Y así hay muchos que botan el dinero y lo desperdician, y pretenden tener lo mismo que el obrero que ahorca.

Así es Luis Olea.

Habiéndolo tratado varias veces, creo cumplir con un deber el dirigirle la presente, para darle a conocer quién es él, entre los obreros.

En la campaña electoral última fue candidato independiente para municipal por la octava comuna, pretendiendo el triunfo para ir a sustentar sus ideas de destrucción al municipio.

Después de su derrota, se ha hecho más socialista que lo que era.
Por fin, señor Director, por la presente he pretendido sólo disipar los temores que se abrigan respecto de la propaganda que pueda hacer Olea. Al menos, a mi juicio, es así como se lo he expresado.

Soy de usted, señor Director.

Luis E. Recabarren S.

Tipógrafo”

(*) Luis Olea, dirigente anarquista.

La Guerra del Salitre

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“La Guerra de 1879 en que la clase gobernante de Chile anexó la región del salitre” (Luis Emilio Recabarren: “Pobres y ricos”.  Rengo, 1910).

Los historiadores burgueses llaman Guerra del Pacífico al conflicto bélico que, entre 1879 y 1883, desangró a Chile, Bolivia y Perú. Ello para ocultar la verdadera causa de la conflagración: el salitre.

El océano Pacífico es la mayor masa marítima del planeta. Su superficie abarca 180 millones de kilómetros cuadrados y sus aguas bañan tres continentes: América, Asia y Australia.

La guerra que nos preocupa se desarrolló en un mínimo rincón de ese océano y en su transcurso hubo sólo dos combates navales: el de Iquique, el 21 de mayo de 1879, y el de Punta de Angamos, el 8 de octubre del mismo año. Ambos duraron unas pocas horas y participaron seis naves. Dos peruanas, el Huáscar y la Independencia; cuatro chilenas, la Esmeralda, la Covadonga, el Cochrane y el Blanco Encalada. Posteriormente, la flota chilena surcó el Pacífico en tres ocasiones y sólo para transportar tropas. El escenario naval de ese conflicto abarcó desde Antofagasta a Pisco, unos 2 mil kilómetros.

CAUSAS DEL CONFLICTO

Historiadores alemanes denominan a esta conflagración Salpeterkrieg (Guerra del Salitre). Y es el nombre adecuado.
Durante años, el desierto de Atacama –al sur de Bolivia y al norte de Chile- fue despreciado por ambos países. Pero todo cambió al descubrirse el valor del salitre y que, en el desolado de Atacama, como también se le llamaba, existían importantes yacimientos de nitrato.

Comenzaron las discusiones sobre la frontera. El primer tratado de límites entre Chile y Bolivia, firmado en 1866, fijó como frontera el paralelo 24º latitud sur y dejó una zona compartida entre ambos países, el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 25. Chile y Bolivia se repartirían por partes iguales las riquezas que se produjeran en esa franja.

En 1874 se suscribió un segundo tratado, que mantuvo la frontera en el paralelo 24, eliminándose la zona compartida. En compensación, Bolivia se comprometió a no alzar durante 25 años los impuestos “a las personas, industrias y capitales chilenos”.

CHILENOS EXPLOTAN SALITRE BOLIVIANO

En Antofagasta, territorio boliviano, se instaló la Compañía de Salitre de Antofagasta, de capitales chilenos, que el 1º de mayo de 1872 inició las exportaciones del “oro blanco” a Europa.
Más al norte, Perú puso en vigencia, con fecha 28 de marzo de 1875, una ley mediante la cual expropió las oficinas salitreras de Tarapacá, pagando a sus antiguos propietarios con certificados.

En 1879 el Presidente de Bolivia Tomás Frías fue derrocado por un golpe militar, encabezado por el general patriota Hilarión Daza. Este gravó con un impuesto de 10 centavos cada quintal de salitre exportado desde territorio boliviano. La Compañía de Salitre de Antofagasta se negó a cancelarlo. Entonces Daza ordenó el embargo y el remate de esa empresa.

DEFENDIENDO A CAPITALISTAS

El Gobierno chileno salió en defensa de los capitalistas connacionales. Rompió relaciones con Bolivia y el 14 de febrero de 1879, día señalado para el remate, 200 soldados al mando del coronel Emilio Sotomayor, invadieron suelo boliviano, ocuparon Antofagasta, impidiendo la subasta.

Ante este atropello a su soberanía, Bolivia declaró la guerra a Chile el 1º de marzo. Otro tanto hizo Perú, que había firmado un pacto con Bolivia.

El 5 de abril, Chile declaró la guerra a los aliados. Comenzó la conflagración con triunfos de las tropas chilenas, que hacia fines de 1879 tenían en sus manos la región de Tarapacá.

LA OTRA GUERRA

Pero en la región se libraba otra guerra secreta. Los protagonistas eran dos ingleses que no usaban fusiles ni cañones. Sus armas consistían en la especulación y la falta de escrúpulos.

Uno era Robert Harvey, que había llegado a Tarapacá en 1874.
Poco antes de la ocupación de esa provincia por los chilenos, el gobierno peruano lo había designado Inspector General de Salitreras. En 1880, fue confirmado en ese cargo por el gobierno de Chile, otorgándole amplias atribuciones. Recibía sueldo de los dos países y a ambos entregaba informes falsos.

John Thomas North, el “rey del salitre”

El otro británico, John Thomas North, llegó a Chile en 1866 con 10 libras esterlinas en los bolsillos. Trabajó como mecánico en la maestranza ferroviaria de Caldera. Después se trasladó a Tarapacá, donde se asoció con su compatriota Harvey.

Ambos aprovecharon la caótica situación producida por la guerra y, con triquiñuelas y engaños, compraron certificados que el gobierno peruano emitió al expropiar las salitreras, cuando se cotizaban a un 11% de su valor nominal. Pudieron hacer esas compras gracias a los generosos créditos que les otorgaron los bancos chilenos Edwards y Valparaíso.

EL SALITRE A MANOS IMPERIALISTAS

Aún no finalizaba la guerra cuando el gobierno chileno de Domingo Santa María decretó, el 28 de marzo de 1882, la entrega de títulos de propiedad definitiva a quienes tuviesen certificados salitreros. De esta forma fueron entregadas a particulares más de 80 oficinas salitreras. Otras 71 quedaron provisoriamente en manos del Estado chileno.

Algunos tenedores de certificados como John Thomas North, Robert Harvey y la Casa Gibbs, pasaron a ser propietarios de las más importantes y ricas oficinas salitreras, controlando la industria del nitrato y transformando el Norte Grande chileno en una factoría británica.

John Thomas North se convirtió en el “rey del salitre”, uno de los hombres más ricos del mundo. Fue dueño de numerosas oficinas salitreras, de los ferrocarriles y de una serie de otras empresas; monopolizó la distribución del agua potable y del comercio en la pampa, desde la harina y carbón hasta la carne y verduras. Fundó el Bank of Tarapacá and London Ltda. Tuvo a su servicio a abogados y parlamentarios liberales, conservadores y radicales. Hizo importantes inversiones en Inglaterra, Francia, Bélgica, Egipto, Australia y Brasil.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

El 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco, el último combate de una guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos. Chile conquistó dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a manos de capitalistas británicos. Fue así como el imperialismo inglés clavó su lanza en Chile.

Con esta guerra de conquista, el territorio chileno se extendió al norte del río Copiapó, límite que tenía desde fines del siglo XVI. Creció en 180 mil kilómetros cuadrados, con una población que sumaba algo más 100 mil habitantes, de los cuales el 40% constituía la población activa. Hacia 1885 los obreros salitreros eran 4.571; en 1895 alcanzaban a 22.500 y en 1912, más de 40.000.
La guerra del salitre significó un aumento en cantidad y calidad del proletariado chileno.

A SEGUIR EL EJEMPLO DE RECABARREN

El historiador boliviano Guillermo Lora en su obra “Historia del Movimiento Obrero Boliviano”, escribió: “En 1919 la Federación Obrera de Chile, se dirigió a las organizaciones obreras bolivianas para estrechar relaciones y procurar una actuación coordinada:

“Debemos considerar, queridos compañeros, que todos los que pertenecemos a la clase trabajadora no podemos contar con más apoyo que el que puedan proporcionarnos nuestros hermanos y que jamás podremos conseguir el triunfo de nuestros ideales si no formamos un bloque único y sólido, capaz de oponer formal resistencia a ese monstruo fatídico y avasallador: la explotación capitalista… Por esto creo, estimadísimos compañeros, que sería de gran conveniencia para todos consolidar fuertemente el cariño que mutuamente se profesan las clases trabajadoras de Bolivia y Chile”.

Esta nota, redactada por Luis Emilio Recabarren, a sólo 26 años de haber finalizado la Guerra del Salitre, es una cabal expresión del internacionalismo proletario, que Marx y Engels proclamaron en el “Manifiesto del Partido Comunista”, cuando finalizaron este inmortal documento con la frase: “Proletarios de todos los países, uníos”.

LER

En nuestros días, ser consecuentes herederos de Recabarren es proclamar “Mar para Bolivia”. Devolver a ese país, parte de una región, que –al decir de Recabarren- la clase gobernante de Chile anexó.