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Papa Pío XII: Su criminal silencio ante los crímenes del nazismo

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli nació en Roma, Italia, el 2 de marzo de 1876. Fue elegido papa el 2 de marzo de 1939 con el nombre de Pío XII, cargo que desempeñó hasta su muerte ocurrida en Castel Gandolfo, Italia, el 9 de octubre de 1958.

EL CONCORDATO CON HITLER

Antes de su elección al papado, Pacelli se desenvolvió como secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, nuncio papal y cardenal secretario de Estado, desde donde pudo alcanzar la conclusión de varios concordatos internacionales con estados europeos y americanos, entre los que destacó el Reichskonkordat con Hitler, firmado en 1933. Por la parte nazi lo hizo el vicecanciller Franz von Papen; por el Vaticano el Ministro de Relaciones Exteriores, cardenal Pacelli.

Su liderazgo del papa Pío XII al frente de la Iglesia católica durante la Segunda Guerra Mundial sigue siendo motivo de análisis y controversia, principalmente en lo que respecta a su reacción frente a los crímenes del régimen nazi en Europa.

PÍO XII NO SE CONMOVIÓ ANTE EL HOLOCAUSTO JUDÍO

Se conoce el siguiente caso: Jan Karski era un joven católico que fue utilizado como correo por la resistencia polaca para informar sobre la situación de los judíos en el gueto de Varsovia. Casi 60 años después, sus declaraciones resultan estremecedoras sobre la inhibición del Vaticano y de la jerarquía católica frente a las atrocidades que los nazis estaban cometiendo en la capital polaca. Tras jugarse la vida en aquella difícil misión, Karski informó al Gobierno polaco en el exilio del genocidio que se estaba cometiendo. La información llegó a Pío XII, que, según Karski, se negó a condenar los hechos y a protestar ante las autoridades nazis.
Cuando fue elegido Papa en 1939, archivó una carta contra el racismo y el antisemitismo que su predecesor había preparado. Aún tras la llegada al Vaticano de informes sobre el asesinato de judíos, el Papa no llevó a cabo ninguna protesta ni verbal ni por escrito. En diciembre de 1942, se abstuvo de firmar una declaración de los Aliados que condenaba la exterminación de judíos. Cuando los judíos fueron deportados de Roma a Aushwitz, el Papa tampoco intervino. El Papa mantuvo su posición neutral durante la Guerra, con la excepción de algunas apelaciones a los dignatarios de Hungría y Eslovaquia al final de la guerra. Su silencio y la falta de una guía obligaron a los hombres de la Iglesia en toda Europa a decidir por su propia cuenta cómo reaccionar.

TAMPOCO SOLIDARIZÓ CON CATÓLICOS PERSEGUIDOS

Tanto desde Polonia como desde Checoslovaquia, países con mayorías católicas, se lanzaron angustiosos llamamientos contra la represión. Porque si bien las dimensiones del genocidio de los judíos no tienen parangón, el nacionalsocialismo persiguió a todos aquellos católicos que, en nombre de su moral y de sus ideas democráticas, se opusieron al régimen de Hitler. De hecho, un grupo de sacerdotes católicos fue internado en Dachau, al sur de Alemania, en los comienzos de la época nazi.

LA IGLESIA CATÓLICA FRACASÓ

El premio nobel alemán Günter Grass escribió 1972: Creo que al Vaticano no le conviene aparentar hoy esa actitud antifascista que no tuvo en tiempos de Hitler y Mussolini. Por muchos que fueran los sacerdotes católicos y creyentes cristianos que combatieron el fascismo y el nacionalsocialismo, la Iglesia católica (como instancia moral) fracasó desde el punto de vista histórico, dejó a sus creyentes en la estacada, se sometió a otros poderes, más aún, se deshizo de la ética cristiana: mientras se asesinaba, ella se refugiaba en el papel de Pilatos, practicando el lavado de manos. Además fue oportunista; se quedó al margen, por interés táctico, cuando el judío Jesucristo volvía a ser crucificado en la figura de seis millones de judíos, esta vez con modernas herramientas.

CON LA BANDERA PIRATA DEL ANTICOMUNISMO

Las actitudes anticomunistas del papa Pío XII se volvieron más fuertes después de la guerra. En 1948, Pío XII declaró que cualquier italiano católico que apoyara a los candidatos comunistas en las elecciones parlamentarias de ese año sería excomulgado e instó a la Acción Católica para que apoyara a la Democracia Cristiana.
En 1949, autorizó a la Congregación para la Doctrina de la Fe a excomulgar a cualquier católico que militara o apoyara al Partido Comunista.

PAPA PÍO XII, EL PAPA DE LA GUERRA FRÍA

Le tocó ser el papa de la Guerra Fría, y en este contexto su opción fue clara: ferviente anticomunismo y aproximación a la nueva potencia emergente, los Estados Unidos de América. En este sentido resultó determinante su amistad personal con Francis J. Spellman, arzobispo de Nueva York y vicario militar de las fuerzas norteamericanas, al cual nombró cardenal del título de Ss. Giovanni e Paolo (1946).

PERDÓN PARA LOS CRIMINALES DE GUERRA

Terminada la guerra, Pío XII también fue el vocero para instar a la clemencia y al perdón de todas las personas que participaron en la guerra, incluyendo a los criminales de guerra. Así también intercedió, mediante el nuncio apostólico en Estados Unidos, para conmutar las sentencias de los alemanes convictos por las autoridades de ocupación. El Vaticano solicitó el perdón para todos aquellos que estaban condenados a muerte, una vez que se permitió la ejecución de criminales de guerra en 1948.

RECONOCIÓ DICTADURA DE FRANCO

Reconoció explícitamente el régimen surgido en España de la Guerra Civil(1936-1939) En 1953 firmó con el general Franco un concordato que daba base jurídica al llamado “Nacional-catolicismo” español: con notables ventajas para la Iglesia a cambio de la legitimación de aquel sistema.

CONCORDATO CON EL TIRANO RAFAEL TRUJILLO

Pío XII también realizó el concordato con Rafael Trujillo dictador de la República Dominicana en 1954.

FALLECIÓ

Pío XII falleció en Castel Gandolfo, Italia, el 9 de octubre de 1958.

El incendio del Reichstag

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

El 27 de febrero de 1933 estalló en llamas el Reichstag (parlamento alemán) en Berlín. Fue una gran provocación planeada por los jerarcas nazis. Era la señal para empezar la más bárbara represión contra el movimiento obrero y popular de Alemania. El 9 de marzo fueron detenidos los dirigentes comunistas búlgaros Jorge Dimitrov, Vasil Tanev y Blagoi Popov. Se les acusó de haber participado en el incendio el Reichstag.

LA MADRE

Al conocer esta falsa acusación la madre de Dimitrov, Paraskeva Doseva, a pesar de su avanzada edad, se lanzó con todas sus energías a promover la campaña solidaria. Se trasladó a Lepzig y Berlín para presenciar el juicio. Después se dirigió a París, donde participó en una gran concentración exigiendo la libertad de los dirigentes comunistas búlgaros encarcelados en Alemania. Pronunció en esa ocasión un encendido y conmovedor discurso.
Y esa ejemplar mujer búlgara pudo comprobar que sus esfuerzos, unidos a los de millones de hombres de toda la tierra no fueron inútiles. Presenció cómo su hijo, de acusado se transformó en acusador, demolió los argumentos fascistas y puso a la hiena parda en el sillón de los acusados.

DE ACUSADO SE TRANSFORMA EN ACUSADOR

Jorge Dimitrov

El juicio del incendio del Reichstag, contra Jorge Dimitrov, fue conocido como el proceso de Leipzig, recogiendo el nombre de la ciudad en la que se desarrolló el juzgamiento.
En el proceso el camarada Dimitrov jugó un rol destacado, demostró la firmeza de las convicciones comunistas, la astucia y la inteligencia de los revolucionarios, el heroísmo y la rebeldía de los marxista leninistas, a la vez, convirtió al juicio en una tribuna en donde desenmascaró al fascismo y las intensiones políticas de Hitler, logró convertir al acusado en acusador y demostró la naturaleza de clase del gobierno alemán.
Jorge Dimitrov dijo en su discurso ante el Tribunal, pronunciado el 16 de diciembre de 1933: “Me defiendo a mí mismo, como comunista acusado. Defiendo mi honor personal de comunista, mi honor de revolucionario. Defiendo mis ideas, mis convicciones comunistas. Defiendo el sentido y el contenido de mi vida. Por esta razón, cada palabra pronunciada por mí ante el tribunal es, por decirlo así, sangre de mi sangre y carne de mi carne. Cada palabra mía es la expresión de mi indignación más profunda contra esta injusta acusación, contra el hecho de que se impute a los comunistas un crimen tan anticomunista.”

DERROTÓ A LOS FASCISTAS EN SU PROPIA CANCHA

Una tras otra fueron las artimañas de los nazis para doblegar el acero comunista, por meses Dimitrov fue aislado de sus familiares y camaradas, en varias ocasiones fue puesto grilletes en las manos y los pies, le impusieron abogados seguidores de Hitler, razón por la cual decidió impulsar su propia defensa señalando que “…decidí defenderme yo mismo. Puesto que no necesito de la miel, ni el veneno de la elocuencia del defensor que se me impuso, me he defendido todo el tiempo sin la ayuda del abogado”.
El 23 de diciembre de 1933, al terminar el juicio, Jorge Dimitrov, fue declarado inocente. Convirtiéndose este acontecimiento en la primera victoria de los comunistas contra el fascismo, a la vez, Jorge Dimitrov constituyó un ejemplo de temple y convicción para muchos revolucionarios.
Fue dejado en libertad, junto a Tanev y Popov el 27 de febrero de 1934. Ello ocurrió bajo la presión de la solidaridad de la Unión Soviética, quien les otorgó, estando en manos nazis, la ciudadanía soviética.

DIRIGENTE DE LA III INTERNACIONAL

Dimitrov permaneció en la URSS. Fue elegido para el Presídium de la Internacional Comunista. En su VII Congreso, inaugurado en Moscú el 23 de julio de 1935, Dimitrov fue elegido su Secretario General y el 2 de agosto leyó su histórico Informe “La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista”. Allí planteó que ante los peligros del fascismo y de la guerra, los comunistas debían organizar en todos los países los amplios frentes populares antifascistas.
Entre los 513 delegados en representación 65 partidos comunistas, estuvo Carlos Contreras Labarca, Secretario General del Partido Comunista de Chile. Este país fue uno de las tres naciones de la tierra que no sólo constituyeron los frentes populares, sino que conquistaron con ellos el Gobierno. Los otros dos: España y Francia.
En el VII Congreso de la Internacional Comunista, Dimitrov fue elegido Secretario General
En 1937 fue electo diputado al Soviet Supremo de la URSS.
Escribió numerosos trabajos contra el fascismo y sus métodos. Por ejemplo, ‘El fascismo es la guerra’.

PRESIDENTE DE BULGARIA

Tras la Segunda Guerra Mundial y con el apoyo del Ejército Rojo los nazis fueron barridos de Bulgaria. Jorge Dimitrov retornó a su país. Resultó elegido diputado por el Frente Democrático, que ganó las elecciones por mayoría absoluta. En 1946 los búlgaros declararon en referéndum su deseo de establecer la república, poniendo fin a la monarquía de Simeón II. Al año siguiente el Partido Comunista Búlgaro (BKP) conquistó el poder, nacionalizando la economía.
Dimitrov fue elegido secretario general del PC Búlgaro y Presidente de Bulgaria.

Dimitrov en el Segundo Congreso del Frente de la Patria, Bulgaria, febrero de 1948

Tras una larga enfermedad, fue enviado a un hospital a la Unión Soviética, donde falleció el 2 de julio de 1949. En su honor fue construido un Mausoleo en Sofía, donde permaneció con todos los honores hasta la caída de la República Popular de Bulgaria en 1990.

SOFÍA, OCTUBRE DE 1986

Era a comienzos de octubre de 1986. Marcia y yo, culminábamos una visita a Bulgaria, invitados por el Partido de Dimitrov. Habíamos pasado unos días maravillosos en el balneario de Varna, a orillas del tranquilo Mar Negro. Después volamos a Sofía, la capital de ese hermoso país. Allí tuvimos la oportunidad de conocer la casa donde vivió Jorge Dimitrov, convertida en museo. Pero lo más emocionante e inolvidable de esa visita fue el momento en que depositamos una ofrenda floral en nombre de los combatientes antifascistas chilenos, en el mausoleo en homenaje a quien derrotó a los nazis en sus propios tribunales.

Mausoleo de Jorge Dimitrov, Sofía, Bulgaria

A 74 años de su asesinato: Julius Fucik, héroe antifacista

Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER

“Y lo repito una vez más: he vivido por la
alegría. Por la alegría he ido al combate
y por la alegría muero. Que la tristeza no
sea nunca unida a mi nombre”.
(Julius Fucik: “Reportaje al pie de la horca”)

Recuerdo que yo tenía un programa en Radio La Frontera de Temuco. Tenía por título “El profesor Ljubetic cuenta la Firme de la Historia”. Se transmitía dos veces por jornada: a mediodía y en la noche. Era bastante conocido.
En el mes de septiembre de 1973 dediqué una serie de programas a la heroica conducta de un comunista checo que -prisionero de los nazis, maltratado y torturado- se las ingenió para escribir en pequeñas hojas de papel un libro estraordinario. Es un bello relato que, redactado en medio de la muerte y los tormentos, es un canto a la vida, a la lucha, a la esperanza y en la seguridad en la victoria final. Lo conocí y leí con el título de “Reportaje al pie del patíbulo”.
Al producirse el golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, estaban en pleno desarrollo mis programas. Debido al escaso tiempo con que contaba (por mis actividades como profesor en la sede Temuco de la Universidad de Chile y como miembro del Comité Regional del Partido Comunista) los grababa en cantidades. Nunca supe la suerte que corrieron los programas que aún no se habían transmitido.
El heroico comunista checo prisionero de los nazis se llama Julius Fusik. Ahora, también en septiembre, escribo sobre él al cumplirse 74 años de su asesinato.

Sus inicios

Julius Fucik, periodista y escritor checo, nació en Praga el 23 de febrero de 1903, en el seno de una familia obrera. Estudió filosofía en la Universidad de Pilsen.
En 1921 ingresó al Partido Comunista y por esa misma fecha se inició como crítico literario y teatral. Luego fue redactor de las publicaciones comunistas “Rude Pravo” y “Tvorba”, en las que insertó reportajes sobre temas sociales y culturales.
A comienzos de los años treinta realizó varios viajes a la Unión Soviética. Fruto de esos viajes es su obra documental “En la tierra donde el mañana ya es ayer”.
Cuando el ejército hitleriano ocupó Checoslovaquia continuó publicando con seudónimo, recuperando las figuras claves de la cultura progresista checoslovaca.

Sello postal de la RDA con la imagen de Julius Fucik

En febrero de 1941 pasó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista en la clandestinidad, encargándose de las publicaciones ilegales. Fue uno de los héroes que lucharon en la clandestinamente contra los nazis.
En abril del 1942 Julius Fucik fue arrestado y torturado por la Gestapo. En la cárcel de Panktac, escribió “Reportaje al pie de la horca”.
En el verano del 1943 fue enviado a Alemania y asesinado en la cárcel Plötzensee de Berlín, el 8 de septiembre de ese año, cuando
cumplía 40 años de edad.

“Reportaje al pie de la horca”, sacado hoja por hoja de la cárcel, se publicó por primera vez en 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, y más tarde fue traducido a 70 idiomas de todo el mundo.
Es el testimonio de que ni las torturas, ni los chantajes de los nazis consiguieron doblegar a Julius Fucik y a otros héroes del comunismo. Su valentía, su heroísmo, sentir fuertemente que cumplía su deber, tener ideas claras y fe en la victoria, era la fuerza que levantó a los pueblos en la lucha contra el fascismo y logró la libertad.
Fucik murió físicamente, pero su espíritu está vivo. Su valor y su patriotismo nos tienen que servir a los demás, a los pueblos que luchan por la libertad, por la paz de sus familias, sus seres queridos, su tierra, por el amor a la vida. Por este libro Fucik fue galardonado en 1950, a título póstumo, con el Premio Internacional de la Paz.

Julius Fucik finaliza su libro así:
“Las respuestas coincidían. Honza se negó rotundamente a declarar. Su vieja herida le ahorró largas torturas. Enseguida perdió el conocimiento. Antes de que los nazis decidieran interrogarlo de nuevo, fue informado minuciosamente y obró en consecuencia.
No sacaron nada de él. Lo tuvieron largo tiempo en la cárcel. Mucho esperaron, pensando que algún nuevo testimonio lo haría hablar. Se equivocaron. La cárcel no lo cambió en absoluto. Fogoso, alegre, valiente, ofrecía a los demás las perspectivas de la vida cuando ante sí sólo tenía la perspectiva de la muerte. De pronto, a final de abril de 1943, se lo llevaron de Pankrác. No sé a dónde. Aquí una desaparición súbita es siempre de mal agüero. Uno puede equivocarse, pero no creo que nos volvamos a ver.
Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabíamos: caer en manos de la Gestapo quiere decir el fin. Y aquí hemos hecho lo que hemos hecho de acuerdo con esa convicción.
También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores.
El telón se levanta. Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!
Julius Fucik

9-VI-1943”

 

Un poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda escribió un poema titulado “A Julius Fucik”, dice:

Por las calles de Praga en invierno, cada día
Pasé junto a los muros de la casa de piedra
En que fue torturado Julius Fucík.
La casa no dice nada: piedra color de invierno,
Barras de hierro, ventanas sordas.
Pero cada día que pasé por allí
Miré, toqué los muros, busqué el eco,
La palabra, la voz, la huella pura
Del héroe.
Y así salió su frente
Una vez, y sus manos otra tarde,
Y luego todo el hombre
Fue acompañándome
A través de la Plaza Venceslao,
como un buen amigo;
Por el viejo mercado de Havelská,
Por el jardín de Strahov desde donde
Praga se eleva como una cosa gris.