Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
Canales de televisión, radios y la prensa escrita se llenan estos días de “aires dieciocheros”. Especialmente para la propaganda comercial. Repiten hasta el cansancio: “los días patrios”, “el nacimiento de la patria”… Y no se pueden quejar fabricantes, matarifes, comerciantes, feriantes, dueños de las líneas de buses interprovinciales. A pesar de las alzas de precios, las ventas aumentan. Todo cachito p’arriba.
Se eleva el fervor patrio. Se usa y se abusa de la bandera nacional. Hoy vi pasar un taxi con cinco banderitas chilenas. Y hasta escuchamos música folklórica por los medios.
Y todo esto, fruto de un mito, de una gran mentira histórica, que nadie ha tenido el valor de enmendar.
Cuando se habla del “18”, se trata naturalmente del 18 de septiembre de 1810, día en que –afirman los despistados- nació la Patria.
La historia comenzó con Napoleón
En el año 1808, Napoleón Bonaparte invadió España. Derrocó e hizo prisionero al monarca Fernando VII, colocando en el trono a su hermano José Bonaparte, al que los hispanos bautizaron como “Pepe botella”.
Los españoles resistieron al invasor. Organizaron una guerra de guerrillas. Crearon juntas de gobierno, las que se unieron en una Junta Central. Ésta pretendió tener autoridad sobre las colonias españoles de América.
Criollos aprovechan la ocasión
En nuestro país, los oligarcas criollos (nacidos en Chile) vieron en los acontecimientos ocurridos en España una ocasión propicia para arrebatarle el poder político a los oligarcas españoles residentes, que controlaban la Real Audiencia, la que, junto con el Gobernador, eran las máximas autoridades en la colonia.
Los criollos argumentaron que esa Junta Central no tenía derecho a gobernar a los reinos de América, pues las colonias pertenecían al rey y no a la nación hispana. En eso tenían razón.
También un Papa
El licencioso Papa Alejandro VI, el “Papa Borgia” (padre de Lucrecia Borgia) había dictado el 4 de mayo de 1493 la Bula Intercaetera por la que repartió, “en nombre de Dios” las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón. Una región portuguesa al oriente, entregada a la persona del rey de Portugal; otra española al occidente, otorgada al monarca hispano. El único problema que creó esa Bula fue la imprecisión de la línea demarcatoria. Esto fue resuelto por ambas partes interesadas, por medio del Tratado de Tordesillas, en 1494, que determinó que esa línea correría a 370 leguas al occidente de Cabo Verde. En esa Bula del Papa Borgia se basaron los oligarcas criollos para decir: que Chile había sido dado por la divina providencia a la persona del rey y no a toda España.
Un Cabildo “abierto”
Los criollos lograron convencer al titubeante gobernador del Reino de Chile, Mateo de Toro y Zambrano, quien aceptó la convocatoria de un Cabildo Abierto para el 18 de septiembre de 1810.
Este Cabildo no fue en absoluto abierto. Las invitaciones fueron realizadas por los criollos. De los 1.700 españoles residentes, sólo recibieron la invitación 14. El resto de los 450 asistentes que repletaban el salón del Consulado a las 9 de la mañana del día señalado, eran partidarios de designar una Junta.
Sólo pudieron ingresar a la reunión las personas que portaban una invitación que rezaba:
“Para el 18 del corriente, espera a usted el muy ilustre señor Presidente con el ilustre Ayuntamiento en la sala del Real Tribunal del Consulado, para tratar de las medidas de seguridad pública, discutiéndose allí que sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII”.
Se inició el Cabildo Abierto. Se eligió una Junta de Gobierno de nueve miembros, encabezada por el propio Gobernador. Sólo los dos secretarios y uno de los cinco vocales eran partidarios de librar al país del dominio extranjero. Con este paso, los criollos les arrebataron el poder a los españoles residentes en el país.
La Patria no nació un “18”
En otras palabras, ese 18 de septiembre no es el día de nuestra Independencia ni lo ocurrido hace 207 años fue, como algunos han proclamado, “una gesta libertaria”.
Por tanto, el mito de la “historia oficial” de señalar el 18 de septiembre como el día de la Independencia de Chile, no tiene asidero alguno en los hechos ocurridos en esa fecha.
El Acta de la traición
Los mismos grandes terratenientes criollos, que habían convocado el Cabildo del 18 de septiembre de 1810, firmaron el 9 de febrero de 1817, una servil Acta de Sumisión al rey Fernando VII, en la cual abjuraban de todo movimiento libertario y repudiaban a los patriotas.
En este vergonzante documento, servilmente manifestaban “su íntima y decidida adhesión que tenemos a la sagrada causa de nuestro legítimo monarca el señor Fernando VII…”
Renegaban de los patriotas y pedían… “Castigar, como es justo, la osadía y el orgullo de los insurgentes de la otra banda”.
No vacilaban estos traidores a ofrecer a los enemigos de la patria “…sus vidas, y sin reserva de cosa alguna estaban prontos y resueltos a defender los sagrados derechos del rey, a cuya obediencia vivimos gustosamente sujetos”.
Al pie de tan ignominioso documento figuraban apellidos como Larraín, Aldunate, García Huidobro.
Se equivocó la paloma
Pero les falló el olfato a los traidores. Aún no se secaba la tinta de esa acta infamante, cuando el Ejército Libertador, al mando de los generales José de San Martín y Bernardo O’Higgins, luego de realizar la proeza de cruzar la cordillera de los Andes, pisaba suelo chileno. Tres días después, el 12 de febrero de 1817, derrotaba a las tropas del rey en la batalla de Chacabuco.
Lo que ignoraron los oligarcas era que los 300 valientes, encabezados por Bernardo O’Higgins, que se habían lanzado en un audaz salto por sobre las trincheras enemigas, en Rancagua el 2 de octubre de 1814, más otras unidades que encontraron en el camino, se dirigieron a Argentina para preparar allá la revancha.
Después de la derrota de Rancagua, Chile volvió a estar sometido al rey de España, desde octubre de 1814 a febrero de 1817. Pero en Mendoza, con el decisivo apoyo solidario del General José de San Martín, gobernador de la provincia de Cuyo, se organizó el Ejército Libertador. Su comandante en jefe era el general San Martín y estaba dividido en tres cuerpos; dos comandados por los argentinos Las Heras y Soler; el tercero, por O’Higgins. A comienzos de 1817 inició el cruce de la Cordillera. El 12 de febrero, derrotó en la batalla de Chacabuco a las tropas realistas.
La independencia de Chile fue un proceso
La emancipación del yugo colonial español fue un proceso que duró siete años. Se inició en forma vacilante y contra la voluntad de los participantes en ese Cabildo de 1810. Esta lucha, con triunfos y derrotas, en que fue necesario hacer uso de las armas, fue encabezada por un grupo de líderes, como los hermanos Carrera, el fraile Camilo Henríquez, el guerrillero Manuel Rodríguez. Entre ellos se destacó Bernardo O’Higgins Riquelme, el más grande padre de nuestra Patria.
¿Por qué se mantiene ese mito más de dos siglos?
Porque la historia oficial pretende atribuir a la oligarquía criolla el mérito de haber logrado la emancipación patria del sistema colonial español; para hacer aparecer a los latifundistas de entonces, como los forjadores de nuestra Independencia.
La verdad es que esa oligarquía fue aliada del rey español y luchó contra los intereses de Chile. Durante la Reconquista española, como hemos visto, traicionaron a la patria.
Celebren las fiestas, pero…
Celebren las fiestas, pero que no les metan el dedo en la boca. No estarán celebrando ningún nacimiento de la Patria. El verdadero Día de nuestra Independencia es el 5 de abril de 1818. Fecha en que culminó el proceso emancipador, al derrotar el ejército chileno-argentino a las tropas del rey español en la batalla de Maipú.