Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
El 5 de febrero de 1942 zarpó desde Valparaíso el vapor “Toltén” (ex Lotta), motonave de 1.574 toneladas y 29 tripulantes. Llevaba salitre. Su destino era la ciudad de Baltimore, en Estados Unidos.
El 21 de marzo de 1942 descargó el salitre en Baltimore, puerto estadounidense, donde se quedó uno de sus tripulantes. Su nombre, Guillermo Ortega Flores. El “Toltén”, ya sin carga, siguió navegando rumbo a Nueva York.
Era la noche del viernes 12 de marzo de 1942. Estaba en pleno desarrollo Segunda Guerra Mundial. Submarinos nazis atacaban con éxito la costa este de Estados Unidos hundiendo más de 25 buques enemigos en unas semanas.
¿Cómo pasaría el Toltén en medio del fuego cruzado? Las instrucciones eran claras y reconocidas por los beligerantes: tener a la vista la bandera de su país neutral y navegar con las luces encendidas durante la noche.
Sin embargo, el capitán Aquiles Ramírez aquella noche dio la orden de apagar las luces, convirtiendo el navío comercial en sospechoso y en un blanco de los alemanes.
Un par de horas más tarde, entre las 2 y las 4 de la madrugada del viernes 13 de marzo, una explosión en el costado de babor interrumpía para siempre el trabajo del navío mercante chileno, que se encontraba a unos 27 kilómetros de la costa de Nueva York.
El Toltén había sido torpedeado por el submarino nazi U-404, al mando del entonces Kaptleutnant Otto von Bulow. La nave chilena se partió en dos con la fuerza de la explosión. Ésta lanzó al mar a Julio Faust Rivera, fogonero del vapor, que logró subirse a una balsa. Fue el único sobreviviente. El “Toltén” se hundió en menos de seis minutos, no dando tiempo a sacar los botes salvavidas. Murieron los otros 27 tripulantes, entre ellos el capitán Aquiles Ramírez. El hundimiento del vapor “Toltén” se produjo cuando Chile era un país neutral.
¿Por qué navegaba el vapor chileno con las luces apagadas?
Kenneth Puig Gilmore, oficial del Estado Mayor de la Armada de Chile, se dedicó a investigar lo ocurrido con el Toltén, pues su medio hermano, Norman Puig Cook, murió en el hundimiento siendo oficial de guardia de esta embarcación.
Según lo indagado por el capitán Kenneth Pugh, un patrullero estadounidense interceptó al Toltén en la noche del jueves 12 de marzo de 1942 y le conminó a navegar a oscuras. La versión estadounidense, intentando eludir la responsabilidad en el hundimiento, señaló que fue solo una “recomendación”. Pero el único sobreviviente del naufragio, el fogonero Julio Faust Rivera, aseguró que fue una “orden” perentoria del patrullero yanqui, que incluso señaló que de no cumplirse, el Toltén corría el riesgo de ser atacados por los aliados.
¿Para qué ordenar a un mercante intentar navegar desapercibido? Esta es una pregunta sin respuesta, que dio lugar para atrevidas elucubraciones. Por ejemplo el periódico New York Times, llegó a sugerir que se había tratado de una maniobra para que Chile entrara en la guerra. Escribió cuatro días después del hundimiento:
“Se piensa que nosotros (Estados Unidos) necesitamos sólo una voz resuelta entre los líderes chilenos para denunciar el hundimiento del Toltén, que declare que es inútil apaciguar al Eje y demandar una cooperación total con los Estados Unidos. Sin embargo, desafortunadamente nadie ha adoptado tal actitud”.
Hoy los restos del Toltén son visitados por aficionados al buceo frente a las costas de Nueva Jersey.
Lo concreto es que más allá del recuerdo, no se conoce a los verdaderos responsables de la muerte de 27 chilenos. Otro crimen que quedó impune. Las huellas nos conducen a dos gestores de guerra, agresiones y muerte: la ayer Alemania nazi de Hitler y el aún vigente imperialismo estadounidense.