¿Guerra “antiterrorista” en la Araucanía?
Iván Ljubetic Vargas, Investigación del
Centro de Extensión e
Luis Emilio Recabarren, CEILER
En septiembre de 2008 se supo que Piñera había recibido información oficial de vínculos entre grupos extremistas mapuches y las FARC.
Esta fábula fue presentada ante tribunales por el senador de Renovación Nacional Alberto Espina. Quien habría recibido esta información durante un viaje que realizó a Colombia en julio de ese año, de manos de un “alto funcionario de Gobierno colombiano”. Ella se basaba en correos electrónicos recuperados del computador portátil del líder de las FARC Raúl Reyes, abatido en febrero de 2008. Ésta habría sido desclasificada con la intención de presionar al Gobierno chileno para que tomara medidas en el asunto.
Pero le salió el tiro por la culata al momio senador. El entonces ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, y el director de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), Gustavo Villalobos, declararon ante la Cámara de Diputados que Piñera habría sido víctima de una operación de inteligencia del Gobierno colombiano, y que los datos que le entregaron habían sido recibidos por la ANI en mayo de 2008, que no informaron a los tribunales porque “los mails (sic) en sí mismos no valen nada judicialmente”, y porque se estaba realizando una investigación de inteligencia, en las que “se tiene que buscar [la información] con mucha delicadeza”.
En febrero de 2009 Sabas Chahuán, el Fiscal Nacional de Chile, descartó cualquier vinculación de chilenos con las FARC, según la información recibida por el Ministerio Público.
Se recordará el eco que le dieron los medios de comunicación al “apoyo de las FARC a los combatientes mapuches”. Naturalmente metieron en el baile al Partido Comunista. Incluso se dieron nombres de comunistas chilenos involucrados en esos hechos. Muchos se tragaron esas ruedas de carreta. “Objetivos” periodistas y opinólogos dieron por cierto el cuento de Piñera y Espina.
Pasaron diez años. En Colombia los “terribles” guerrilleros de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) ya no combaten con armas. Se transformaron en un partido político que mantiene sus iniciales FARC, pero que ahora significan: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Y su símbolo es una rosa roja (curiosamente el mismo símbolo del Partido Socialista Obrero de España y del Partido Socialista francés), con la diferencia que al centro de la rosa de la FARC hay una estrella roja de cinco puntas (que representan “los cinco puntales de la lucha revolucionaria internacional”).
En Chile, se sufre el segundo gobierno de Sebastián Piñera que, fiel a la política de la derecha, se dedica a perjudicar a todos los sectores populares, entre ellos, al pueblo mapuche. Su plan es derrotarlo militarmente. Para ello, sigue con su discurso del “terrorismo” en La Araucanía. Y por tanto, recurrió a formar el llamado “Comando Jungla”. Se trata de 80 carabineros, integrantes del Grupo de Operaciones Policiales Especiales (GOPE), que fueron a Colombia, a recibir en la selva, instrucciones de las fuerzas armadas que combatieron a las FARC, pero que no lograron derrotarlas.
El presidente Piñera presentó al “Comando Jungla” en Temuco el jueves 28 de junio de 2018. Fue una verdadera provocación: Piñera y sus 80 guardianes de los intereses de la burguesía, armados como para una guerra, con tanquetas y todo tipo de armamento. El “comandante de la jungla” dijo: “Hemos dado el inicio a un grupo especial de Carabineros, que ha sido preparado y formado para combatir con eficacia el terrorismo. Que cuenta con las mejores herramientas tecnológicas, como drones, sistema de comunicación, etc. para cumplir con eficacia su rol”. Ni más ni menos.
Esta noticia es terrible. Nos encontramos a las puertas de una nueva “pacificación de La Araucanía”. Y las reacciones son mínimas. Parece que muchos sectores siguen creyendo las declaraciones de las autoridades. ¿Por qué los medios de comunicación tratan con sordina esta noticia? ¿Jubilaron todos los periodistas, los “opinólogos”, que tanto cacarearon en 2008?
Es necesario salir al paso a las intenciones de la derecha pinochetista. Denunciar sus pretensiones, oponernos a un nuevo genocidio.