Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER
Con hondo dolor he conocido hoy, lunes 20 de agosto de 2018, el fallecimiento de don Andrés Aylwin Azocar. Fue, es y será una de las figuras símbolos de la lucha por los Derechos Humanos en Chile.
Hoy debemos levantar su ejemplar figura cuando tenemos un gobierno en que figuran actores y cómplices de las violaciones de los Derechos Humanos. Había nacido en Viña del Mar el 20 de junio de 1925. Abogado y político chileno. Militante del Partido Demócrata Cristiano. Ejerció con diputado de la República en dos períodos: 1965-1973 y 1990-1998.
Fue uno de los demócratacristianos que firmó una declaración pública de rechazo al golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, la histórica Declaración del “Grupo de los Trece”.
Posteriormente sufrió la persecución de la dictadura. Fue relegado a la localidad de Guallatire, que entonces formaba parte de la Región de Tarapacá.
Una vez conseguida la libertad, ejerció un activo rol en su calidad de abogado en la defensa de los derechos humanos a través de la defensa judicial de los presos políticos y en la recuperación de la democracia participando en el Comité Pro Paz y trabajando en la Vicaría de la Solidaridad.
Debíó salir al exilio. A su regreso en 1978, fue elegido presidente de la Agrupación de Abogados Pro Derechos Humanos y director de la Comisión Contra la Tortura desempeñándose como abogado querellante en casos de detenidos desaparecidos.
Andrés Aylwin ha escritos libros relatando su experiencia personal durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, editando en 1989 “Ocho días de un relegado” y “Simplemente lo que vi: 1973-1990” y “Los imperativos que surgen del dolor”, en 2003. A su vez, en el ámbito periodístico ejerció como colaborador del diario “La Época” durante 1990.
Recuerdo con profunda emoción la presencia y las palabras de don Andrés Aylwin en el acto de presentación de mi libro “Sola Sierra, una imprescindible”, realizado en el amplio salón de la CUT, el 29 de noviembre de 2000. Intervinieron en esa ocasión Volodia Teitelboim, Patricia Verdugo y don Andrés Aylwiin.
Éste reseñó su experiencia con Sola como abogado de la Vicaría de la Solidaridad, recordando que su llegada produjo un vuelco en la forma de emprender la defensa de los detenidos, pues hasta ese día ellos presentaban recursos de amparo por el detenido ‘tanto’, que es un buen padre, un trabajador, un profesional, un excelente hijo o una muy buena persona, pero ella llegó a pedir que se interpusiera un recurso por Waldo Pizarro, un dirigente comunista que había sido detenido por la policía secreta del régimen. ‘Fue un gran paso’, relata Aylwin, ‘porque se paso del relato civil al político, lo que permitió ir configurando luego el genocidio, pues los detenidos eran socialistas, comunistas o miristas y se les perseguía por eso’. También rememoró lo fundamental que fue para agrupar a las familias que llegaban al local eclesiástico, para darle forma a la agrupación, para hacerse de fuerzas en la toma de la CEPAL y la huelga de hambre, destacando por sobre todo su amplitud humana y política, su entrega y coraje.
El generoso y valeroso corazón de don Andrés Aylwin Azócar dejó de latir a las 7 de la mañana del día en que se cumplían 240 años del nacimiento de Bernardo O’Higgins Riquelme.